domingo, 04 de mayo de 2025
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Es indispensable vacunarnos contra la Revolución Tendencial del frenesí

En anterior nota abordamos el asunto del frenesí, planteándolo como uno de los mayores si no el fundamental enemigo psicológico del alma contrarrevolucionaria.

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Redacción (03/05/2025, Gaudium Press) En anterior nota abordamos el asunto del frenesí, planteándolo como uno de los mayores si no el fundamental enemigo psicológico del alma contrarrevolucionaria, y de toda alma que busca la santidad.

Porque el frenesí destroza la Templanza del espíritu, haciendo que se enciendan particularmente la soberbia y la concupiscencia desordenadas, que como ya se ha visto, y según las tesis del prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su ensayo Revolución y Contra Revolución (R-CR), son las que hacen que el hombre ansíe la utopía de un reino igualitario, anárquico, sin normas morales, de odio hacia toda jerarquía y hacia todo lo que es superior, lo contrario del Reino de Cristo.

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Resumen del asunto

Decíamos en esa nota que la principal acción del mundo, el demonio y la carne —los enemigos del alma—, era fundamentalmente instalar tal frenesí en el alma, es decir, un gusto alocado y descontrolado por querer cumplir los propios caprichos, particularmente los deseos de satisfacer deseos sensibles cada vez más intensos y agitados. El mundo busca así revolucionarnos, con sus velocidades locas; las tentaciones del demonio no son solo un sugerir este o aquel quebrantamiento de la ley de Dios, sino fundamentalmente instaurar esa ‘maquinita agitada’ en el alma, algo como una licuadora girante interna, que revoluciona las pasiones preparando todos los pecados y los vicios; la carne —más o menos salvaje— grita y patalea agitadamente para que se suelten las cadenas del orgullo y la sensualidad: eso es, en su esencia, lo que el Dr. Plinio en Revolución y Contra Revolución llamaba de “Revolución Tendencial” o “Revolución en las Tendencias”.

Instalado ese Frenesí Anti-Templanza, ha quedado trazado el tortuoso y descendente camino que lleva desde el medieval hasta el hippie, o el punkero o reggaetonero. El hombre contra-cultura de hoy, no es sino el producto más destilado de ese proceso que fue desordenando las pasiones, e instalando un frenesí más concentrado en los espíritus.

En sentido contrario mostramos cómo la acción de la gracia, que conlleva la posesión de todas las virtudes, es particularmente la de fortalecer la templanza, la calma de las pasiones en el alma. Pero también mostramos como la acción de los ambientes y las costumbres, es decir el conjunto de informaciones sensibles que nos llegan al espíritu, pueden tal como dice el Dr. Plinio en R-CR oponer la acción de la inercia o la acción en contra a este despeñadero de las pasiones, fruto de la Revolución de las Tendencias. Es lo que el Dr. Plinio en su momento llamó de “Clave Benedictina”, imaginando por ejemplo, la acción tendencial apaciguante y ordenativa que ejercía un monasterio benedictino según el modelo de Montecassino, no solo con su arquitectura y entornos, sino con todo su modo de vida regulado por las horas canónicas, los momentos de adoración, y los momentos de trabajo, no agitado sino constante y perseverante. Se puede decir que la Edad Media fue configurada y vivió en esta “Clave Benedictina”, hasta el momento en que estalló la Revolución gnóstica e igualitaria, según fue esbozada en el ensayo Revolución y Contra Revolución.

Sigamos profundizando en esta materia, viendo sus implicaciones y desdoblamientos, materia de la cual entretanto, creemos ya definidas sus líneas esenciales.

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Un estimado amigo, hombre de cultura por lo demás, me hizo en un chat de conversación la siguiente pregunta, a raíz de la lectura de la anterior nota:

Y entonces, ¿cómo nos precavemos de la Revolución Tendencial frenética sin volvernos ‘amish’?, aludiendo a esa comunidad de origen religioso y cultural suiza-alemana, que se ubica principalmente en los EE.UU., y que rechaza buena parte de los hallazgos tecnológicos de los últimos siglos, llevando una vida a la usanza de otros tiempos, más lenta.

La pregunta me sorprendió, y también me encantó.

Pues ponía en pocas palabras tal vez la mayor objeción psicológica que se le puede colocar a estas doctrinas, y es que si lo que estamos proponiendo es irnos a vivir a otro planeta, o a la luna. Y me encantó, porque revelaba que se había entendido el meollo de la cuestión: el estilo de vida moderno particularmente su velocidades productor de Revolución Tendencial, desordena las pasiones, destruye la Templanza en el alma, azuza el Orgullo y la Sensualidad, y desde ahí, pavimenta la autopista rumbo a la sociedad anárquica y libertaria soñada por la Revolución.

La pregunta por lo demás traía una afirmación potente, implícita: “Vivimos en este mundo, no podemos vivir en otro. Que hacemos…”.

Cuando las respuestas son difíciles, primero hay que pedírselas a Dios, como dicen que hacía Santo Tomás de Aquino, que ante un asunto complicado, directamente metía su cabeza en el sagrario. Entonces, cada uno tiene que pedir luces a Dios, por medio de su Madre, para que él lo ilumine en la manera de precaverse de la Revolución Tendencial Frenética.

En todo caso, la norma de oro es:

Cuando usted sienta que el exceso de informaciones que llegan por los sentidos, comienza a ser incontrolable, y entran en el espíritu desordenándolo, CUIDADO, lo más probable es que ya se estén levantando dentro de sí el Orgullo y la Sensualidad, los motores de la Revolución.

Ese exceso revolucionario de noticias de los sentidos, ataca el dominio del hombre sobre su alma, dominio magistralmente un día por un Santo brasileño, Fray Antonio de Santa Ana Galvão, cuya sentencia el Dr. Plinio constantemente repetía: “Animam suam in manibus suis semper tenens” – Siempre tuvo su alma en las manos. Sea el momento de decir, que este dominio no se consigue solo con recursos de esfuerzo natural, sino que, como enseña la Teología, es imprescindible el auxilio de la gracia, en palabras más llanas, rezar y acceder a sacramentos.

Pero como ya fue expresado en notas anteriores, si no nos precavemos contra los desastres de la Revolución Tendencia Frenética, los meros recursos normales de la gracia son con frecuencia insuficientes, y el alma empieza a correr por el despeñadero cuyo término son los ambientes y personajes cada vez más oscuros de nuestros tiempos.

Leer también: Revolución Tendencial soterrada (I) y la religiosa que se quejaba de la falta de vocaciones

Entretanto, y volviendo al tema: ¿Amish o no?

Recordé entonces una nota publicada en Gaudium Press sobre los terciarios benedictinos, con un título ya muy expresivo: Haciendo de la vida en familia un monasterio: Habla un oblato benedictino

En resumen, la nota cuenta la historia de Thiago de Moraes, padre de tres chicos, profesor de teología y filosofía y oblato benedictino, es decir, un laico atraido por la espiritualidad de San Benito de Nursia, que se asocia a uno de sus monasterios para adecuar su vida cristiana a esta espiritualidad.

Thiago, entrevistado por Aciprensa, responde a la pregunta de ¿cómo se consigue combinar una regla monacal con la vida familiar?, de forma simple, diciendo: “Hacer de mi familia un monasterio”.

Todo en la norma [regla benedictina] se puede llevar a una convivencia entre las personas, especialmente en la familia, que es un lugar de convivência”, dice Thiago. “No de una manera caricaturesca, no para hacer de la familia un monasterio en sentido estricto porque no lo es, sino para tomar los elementos que son posibles para vivirlos y vivirlos de una manera natural. Tomar los valores, que son universales y para todos los cristianos, y vivirlos en las relaciones familiares”.

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Cuando leo en la regla cómo debe ser el abad, leo cómo debe ser el padre [de família]”, dice Thiago. “Cuando veo la relación entre los monjes allí, veo cómo debe ser la relación entre mis hijas”, y así con todo, buscando trasplantar el espíritu de la regla a la vida cotidiana.

Thiago da una importancia esencial a la oración frecuente, y al rezo de la Liturgia de las Horas, es decir, que se busquen los momentos del día para la lectura de Laudes, una de las horas intermedias, Vísperas, y la lectura principal del día. De esta manera la vida cotidiana no será un despegarse de Dios, sino un vivir en espíritu unido a él. La espiritualidad benedictina “está dentro de la liturgia”, afirma. “San Benito propone una vida equilibrada de moderación”. “El ritmo de vida del benedictino, monje y oblato, es la invitación a realizar momentos de oración, lectura y trabajo a lo largo del día. Momentos intercalados, pequeños momentos”, señala.

Los momentos de lectura, especialmente de las Sagradas Escrituras, la Lectio Divina, son muy importantes, pero el benedictino está invitado a todo estudio porque Dios es la verdad”, indicó. “Nosotros, los oblatos, buscamos en nuestra rutina de trabajo intercalar momentos de oración. Al principio, a mitad del día, al final del trabajo. Y si nos fijamos, la liturgia de las horas sigue muy bien el ritmo de trabajo de cualquier persona”.

Ve uno, en las declaraciones del Oblato, que lo que en el fondo se busca es que un espíritu monacal vaya impregnando la vida cotidiana, ocasionando y aquí retomamos el tema de la Revolución Tendencial otro “tipo de vibración”, no agitada, no de orgullo y sensualidad, sino una vibración acompasada, meditativa, contemplativa, que no rechaza el contacto con el universo pero no se deja avasallar por él, que termina siendo celestial, y que nos pone en contacto con lo sobrenatural.

El tema de la Revolución y la Contra Revolución Tendencial termina siendo si vamos haciendo que nuestra vida de todos los días vaya teniendo sabor a monasterio de Cristo, o se pierda en los avatares de este mundo, que es una especie de ‘monasterio’ del demonio.

Eso implica un verdadero proceso de “desintoxicación” de los estilos de este mundo del frenesí. No rumbo a un mundo ‘amish’ sino rumbo a ambientes donde vigore la vida racional y no la vida sensitiva animal alocada; donde la vida de oración esté constantemente presente, no como un impuesto que debemos pagar a Dios, sino como el canal de Cristal que nos recuerda que todo depende de Dios. Una verdadera “desintoxicación” de la droga del frenesí de los tornados, rumbo a un mundo de cielo bello y sereno, donde también de vez en cuando hay rayos y nubarrones, porque así es esta vida, pero donde no nos regocijemos en vivir siempre en las tormentas, si que sepamos que cuando se está en serenidad, podemos mejor contemplar que en el fondo el cielo es siempre azul.

En este asunto, tal vez nos jugamos el destino de nuestras vidas.

Por Saúl Castiblanco

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