En agosto de 1978, tras la muerte de Pablo VI, el prof. Plinio Corrêa de Oliveira publicó un artículo en la Folha de Sao Paulo, titulado “Claridad”, sobre la atmósfera de pre Cónclave.
Redacción (05/05/2025, Gaudium Press) En agosto de 1978, tras la muerte de Pablo VI, el prof. Plinio Corrêa de Oliveira publicó un artículo en la Folha de S.Paulo, titulado “Claridad”, sobre la atmósfera de Cónclave que sobrevolaba el mundo entero, a la que se sumaba una atmósfera pre-electoral en el Brasil. Ambiente este que guarda notables similitudes con el que vive el mundo entero hoy.
A continuación, algunos extractos de estos análisis, que ciertamente pueden aportar luz en la actualidad:
“Los pronósticos [que se están haciendo] dicen más a respectos de las personas que a los programas”. Sin embargo:
“Ante la avalancha de nombres de candidatos al papado que se le presentan, el pueblo no quiere saber tanto sobre su lugar de origen, su edad y carrera eclesiástica, ni tampoco cómo es su fisonomía (fisonomía que la mayoría de las veces cae en alguna de las variantes actuales: jovial-sonriente, caritativa-triste, desarreglada-frenética, esta última todavía no en boga entre los cardenales). Lo que la gente quiere saber se reduce a esta cuestión principal:
“Pablo VI anunció que la Iglesia estaba siendo víctima de un misterioso «proceso de autodemolición» (discurso del 7-12-68) y que el «humo de Satanás» había penetrado en ella (discurso del 29-6-72). El difunto pontífice –ante cuyos restos mortales me inclino aquí con la debida veneración– ha partido así hacia la eternidad con la autodemolición en marcha y el humo de Satanás expandiéndose. ¿Qué pensará su sucesor sobre la autodemolición y el humo? ¿Cómo se conducirá una y otro?”
Esas cuestiones, entre otras, primaban en el pensamiento de muchos fieles, según lo apuntaba el Dr. Plinio, pues “para cualquiera que navegue en un barco en medio del peor humo, y en compañía de pasajeros que están desmantelando la madera, lo primero y más importante es saber qué se va a hacer con el humo y con los destructores del barco”.
“Hay innumerables católicos que creen que el humo y la autodemolición se identifican correctamente con dos grandes tendencias en la Iglesia actual. Una de estas tendencias se desarrolla en los planos teológico, filosófico y moral. Es el progresismo”.
“La otra tendencia se desarrolla en el triple plano diplomático, social y económico. Se le llama, según el ángulo desde el que se mire, aproximación a Oriente, aproximación al socialismo y aproximación al comunismo”.
“Si consideramos que el progresismo es, a su vez, una aproximación a los mil aspectos de lo que convencionalmente se ha llamado la ‘mentalidad moderna’ (que es, en cierta medida, una ficción a la que pocos hombres se adhieren enteramente, muchos sólo se adhieren con restricciones y en proporciones marcadamente variables, y que no pocos rechazan), llegamos a la conclusión de que el futuro Papa tendrá su pontificado marcado esencialmente por la actitud que tome frente a ésta que podemos calificar de doble aproximación: a) la mundana-publicista-progresista; b) la social-comunista”.
“¿Qué piensan de estos planteamientos los múltiples cardenales cuyos nombres circulan como ‘papables’? ¿Cómo ve cada uno de ellos las corrientes hacia las que les invitan estos movimientos de aproximación? ¿Como hidras que deben ser abatidas inmediatamente con la espada de fuego del Espíritu? ¿Como adversarios inteligentes, dúctiles y tal vez un poco tontos, con quienes es posible llevar a cabo negociaciones lentas, cómodas y tal vez incluso cordiales? ¿Como socios, en una coexistencia o incluso una colaboración perfectamente aceptable y, en cierto modo, hasta simpática?”
Éstas eran, algunas de las muchas preguntas que muchos de los navegantes de la Barca de Pedro desearían hacer a cada ‘papábile’, en los tiempos en que el Dr. Plinio escribía su nota, y ciertamente hoy también.
“Muchos, es bastante claro, tienen su preferencia definida por un Papa que asuma totalmente una u otra de las actitudes, frente al doble enfoque. Me clasifico, como todos saben, entre quienes se alegrarían de la elección de un papa combativo como San Gregorio VII o San Pío X. Otros prefieren claramente un papa aproximacionista, como lo fue Pío VII en su tiempo. Etcétera.
«¿Pero qué querrá la inmensa mayoría de los fieles?”, terminaba preguntándose el Dr. Plinio.
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