martes, 13 de mayo de 2025
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¿Y si el primer Papa hubiera sido elegido por sufragio universal?

Es solo un cuento, con mucho de moraleja.

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Foto: Aboodi Vesakaran / Unplash

Redacción (12/05/2025 15:25, Gaudium Press)

¿Cuál hubiera sido el destino de la Iglesia si el primer Papa hubiera sido elegido por votación popular?

Dejemos volar un poco la imaginación…

Un conjunto de fieles se apiña en las puertas del Cenáculo; un cartel clavado en la puerta atraía su atención:

Paz a vosotros

Nosotros, la Asamblea de Seguidores de Jesús, hemos decidido unánimemente que, a partir de hoy, el cargo de Sucesor de Jesucristo será escogido por votación popular, quedando revocada toda decisión anterior al respecto.

Comuníquese y cúmplase.

Dado en Jerusalén, a los 21 días de Iyar, del 3796.

A continuación la lista con los candidatos al cargo de Papa.

Y seguía una lista con los nombres de los postulados para suceder al Señor.

Una anciana que allí se encontraba, rompe el silencio estupefacto reinante, y dice en tono altivo:

‒¿Viste Raquel? Yo te dije que esto no podría durar mucho. La Iglesia es de todos, todos; tenemos que opinar.

‒Pero Lea ‒respondió la otra, sorprendida por la afirmación‒ ¿el que escoge a la cabeza no es el Espíritu Santo? ¿Acaso no escogió Jesús a Pedro para que lo sucediera como cabeza de la Iglesia?

‒Ay Raquel, los tiempos van cambiando; el espíritu está en ti, está en mí, está en todos, todos, todos, por eso en determinado momento ya no habrá más autoridad de arriba hacia abajo en la Iglesia, sino que el ‘espíritu’ lo gobernará todo.

‒¿El espíritu de quién?, preguntó Raquel un poco confundida.

‒Tú no entiendes nada Raquel, eso es sólo para un cierto tipo de fieles más entendidos como yo ‒y continuó. ¡Mira! Ahí está la lista de los candidatos, veámoslos uno por uno para ver por quién votar.

Y comenzaron a leer los nombres escritos en la lista. Raquel comenzó a leer:

‒ El primero es Santiago, el hijo de Zebedeo.

‒No, no, no ‒interrumpió Lea‒ esos dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan son muy explosivos, yo los conozco desde pequeños, tienen un temperamento fuertísimo, por algo los llaman hijos del trueno, esos no sirven para gobernar la Iglesia. Dos menos ¿quién sigue?

‒Mateo, el hijo de Alfeo.

‒¡Ese tampoco! Era cobrador de impuestos, dicen que abandonó todo, pero quién sabe, quién soy yo para juzgar pero, aquí entre nos ‒dijo bajando la voz‒ yo creo que él debe tener algún dinerillo escondido por ahí. ¡Cómo va a servir de Papa! Siguiente…

‒Bueno, bueno, bueno, qué mujer tan exigente, a ver si el próximo te convence ‒comentó Raquel, quien continuó leyendo‒ ¿qué tal Tomás el mellizo?

‒ ¡Ése sí que no! ‒retrucó Lea‒ además de llegar siempre atrasado, dicen por ahí que es un hombre de espíritu inquisitivo que lo pregunta todo, y eso no es digno de un Sucesor de Jesús. ¡Descartado! Siguiente.

En cierto momento, un hombre interrumpe la conversación, un tanto indignado con lo que oía.

‒Perdón señora, pero a ese paso no vamos a elegir a ninguno. Yo ya tengo mi favorito, Felipe el de Betsaida, ese sí es un hombre “de armas tomar”.

‒¿Qué dice usted señor? Yo conozco muy bien a su madre, y ella me contaba que desde pequeño fue un chico muy de casa, dado a las cosas prácticas, por eso le preguntó a Jesús lo de los panes y los peces cuando el milagro de la multiplicación, él fue el único que pudo hacer el cálculo de cuánto sería necesario para alimentar a la multitud, ¿se acuerda? Pero el sucesor de Jesús no puede ser tan pragmático, tiene que ser alguien más, más… ¡espiritual!

El hombre, ante lo inútil e inocuo de la discusión, sacudió la cabeza en señal de reprobación, se dio vuelta y se fue rezongando.

‒El siguiente sí me convence Lea ‒continuó Raquel‒ Bartolomé, el de Caná, ése es un santo hombre, de él Jesús dijo que era un “israelita de verdad”.

‒¡Noooo Raquel! ‒interrumpió la otra‒ tú no entiendes cómo funcionan las cosas, el que dirige la Iglesia no puede ser tan “santito” así mujer, algo de malicia tiene que tener, una pizca de suspicacia para tomar decisiones.

‒Bueno, entonces no…‒ le cortó Raquel, que se volvió a acercar a la lista y continuó leyendo.

‒El siguiente es muy simpático ‒dijo‒ es muy carismático, le cae bien a todo el mundo, Andrés el hermano de Simón Pedro.

‒De pronto, podría ser él ‒dice pensativa Lea‒ pero acuérdate del sabio y conocido refrán: “caras vemos, corazones no sabemos…”. Él es un excelente apóstol, gran evangelizador, pero para guiar la Iglesia es necesario que tenga más cualidades de gerencia, de gestión de gobierno, y él… no cumple con todo el perfil. ¿Quién sigue?

Raquel, ya un tanto molesta por las exigencias de su amiga, continúa leyendo desanimada.

‒Simón el Cananeo y Judas Tadeo.

‒No, no, no, ninguno de los dos ‒la interrumpió agitada Lea‒ ellos son los que menos aparecen en las redes de conversación en Jerusalén, a esos nadie los conoce. El sucesor de Jesús debe ser un personaje ya de alguna fama, una figura popular, célebre, con prestigio, inclusive entre los que no son de los nuestros. Continúa Raquel, continúa, imposible que no haya ninguno…

La pobre Raquel, ya cansada de leer, dio un profundo suspiro y siguió:

‒Bueno, aún quedan dos.

‒¿Quiénes son?

‒Simón Pedro, el hijo de Jonás

‒Mmmmm… en realidad yo no sé por qué Jesús lo escogió para ser el primero, yo creo que había algo por detrás…

Raquel, indignada por la insolencia de su amiga le contestó tajantemente.

‒¡Para tu conocimiento, Jesús escogió a Pedro como cabeza de la Iglesia porque fue el primero y el único que fue capaz de proclamarlo como el Mesías, el Hijo de Dios! Y además era Jesús, él hacía lo que hacía y su deseo es ley

‒Sí, sí, sí… eso es lo que dicen. Siempre me pregunté, ¿cómo pudo ser posible que Jesús haya elegido a alguien tan temperamental como Pedro? Tú sabes cómo es él. Y para rematar era un simple pescador; para conducir la Iglesia es necesario alguien que sepa negociar, una persona con experiencia en manejo de dinero, alguien que aumente el peculio de la Iglesia… para ayudar a los pobres, ¡eso es claro! ¿Quién es el que falta?

‒Pues sólo uno ‒responde Raquel entristecida‒ Judas Iscariote.

‒¡Es ese Raquel!‒  gritó Lea. Él es el único que posee todas las cualidades para dirigir la Iglesia: él es hábil, experto en negocios, ladino, frío, calculador, no apegado al rigorismo de las reglas y de las formalidades, conocido por todos. Él es el hombre perfecto para ser el sucesor de Jesús. Además, él es un gran amigo de…

Ante la insensatez de su amiga, Raquel se dio vuelta y la dejó hablando sola. Y meditativa, de vuelta a su casa pensaba ‒¿Qué será de nosotros? ¡Que Dios se apiade de su Iglesia!

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Gracias a Dios, el que conduce las riendas de la Iglesia es el Espíritu Santo y no la democracia ‘popular’… Si no, estaríamos realmente perdidos…

Por Alexis Nicolás R.

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