jueves, 29 de mayo de 2025
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León XIV en la Audiencia General: «¿Somos capaces de interrumpir nuestro viaje para tener compasión?»

En su saludo en lengua portuguesa, el Pontífice saludo a la Camerata Jovem do Rio de Janeiro.

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Foto: Screenshot Youtube / Vatican Media

Redacción (28/05/2025 09:18, Gaudium Press) En la Audiencia General de hoy, la segunda de León XIV, acompañada por gran cantidad de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa continuó con la catequesis sobre las parábolas en la vida del Salvador, parábolas “que nos ofrecen la oportunidad de cambiar de perspectiva y abrirnos a la esperanza. La falta de esperanza, a veces, se debe a que nos quedamos atrapados en una cierta forma rígida y cerrada de ver las cosas, y las parábolas nos ayudan a mirarlas desde otro punto de vista”.

La parábola de hoy la dirigió primero Jesús a “una persona experta, preparada, un doctor en la Ley, que sin embargo necesita cambiar de perspectiva, porque está concentrado en sí mismo y no se da cuenta de los demás” (cf. Lc 10,25-37).

Este doctor le pregunta al Señor cómo se hereda la vida eterna, y Jesús le cuenta la parábola del buen samaritano.

Pero el Papa Prevost ve en la pregunta del doctor, que lo que “se esconde precisamente [es] una necesidad de atención”, y Jesús lo está invitando, con la historia de la parábola, a “pasar del ‘¿quién me quiere?’ al ‘¿quién ha querido?’”, algo que hizo el Buen Samaritano.

Una pregunta egoísta, que Cristo cambia por una pregunta de luz

“La primera es una pregunta inmadura, la segunda es la pregunta del adulto que ha comprendido el sentido de su vida. La primera pregunta es la que pronunciamos cuando nos situamos en un rincón y esperamos, la segunda es la que nos impulsa a ponernos en camino”, señaló el Pontífice.

“La parábola que cuenta Jesús tiene, de hecho, como escenario un camino, y es un camino difícil y áspero, como la vida. Es el camino que recorre un hombre que baja de Jerusalén, la ciudad en la montaña, a Jericó, la ciudad bajo el nivel del mar. Es una imagen que ya presagia lo que podría ocurrir: efectivamente, sucede que ese hombre es asaltado, golpeado, despojado y abandonado medio muerto. Es la experiencia que se vive cuando las situaciones, las personas, a veces incluso aquellos en quienes hemos confiado, nos quitan todo y nos dejan tirados”.

“Pero la vida está hecha de encuentros”, sentenció el Pontífice, encuentros en los que cada uno se revela tal como es.

El sacerdote y el levita que pasan junto al viajero asaltado y golpeado, a pesar de “que prestan servicio en el Templo de Jerusalén”, no lo ayudan. “Podemos imaginar que, después de haber permanecido mucho tiempo en Jerusalén, aquel sacerdote y aquel levita tienen prisa por volver a casa. Es precisamente la prisa, tan presente en nuestra vida, la que muchas veces nos impide sentir compasión”.

Pero pasa un samaritano, “alguien que pertenece a un pueblo despreciado (cf. 2 Re 17)”, que muestra una “compasión [que] se expresa a través de gestos concretos”.

“El samaritano se acerca, porque si quieres ayudar a alguien, no puedes pensar en mantenerte a distancia, tienes que implicarte, ensuciarte, quizás contaminarte; le venda las heridas después de limpiarlas con aceite y vino; lo carga en su montura, es decir, se hace cargo de él, porque solo se ayuda de verdad si se está dispuesto a sentir el peso del dolor del otro; lo lleva a una posada donde gasta su dinero, «dos denarios», más o menos dos días de trabajo; y se compromete a volver y, si es necesario, a pagar más, porque el otro no es un paquete que hay que entregar, sino alguien que hay que cuidar”.

La pregunta central, que hace el Papa, a manera de conclusión, es: “¿cuándo seremos capaces nosotros también de interrumpir nuestro viaje y tener compasión?” Pregunta a la que él mismo da la respuesta: “Cuando hayamos comprendido que ese hombre herido en el camino nos representa a cada uno de nosotros. Y entonces, el recuerdo de todas las veces que Jesús se detuvo para cuidar de nosotros nos hará más capaces de compasión”.

El Papa concluyó su catequesis, invitando a pedir al Corazón de Cristo que participemos en sus mismos sentimientos de humanidad y compasión.

En sus en diversas lenguas, el Pontífice dirigió una especial bienvenida a la “Camerata Jovem do Rio de Janeiro y a los grupos provenientes de Brasil y Portugal”. La Camerata Joven de Río de Janeiro es un grupo de jóvenes de distintas comunidades cariocas, que interpreta obras del repertorio clásico internacional y de la música popular brasileña.

“Por la intercesión de la Madre del Buen Consejo, pidamos la gracia de sentir en nuestro corazón los mismos sentimientos de su Hijo amado”, deseo el Santo Padre a los peregrinos de lengua portuguesa, y en ellos a todos los fieles.

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