Enrique VIII declaró la Iglesia de Inglaterra separada de Roma, reclamando también la autoridad suprema en la esfera eclesiástica y adquiriendo dominio pleno y absoluto sobre todo el país.
Redacción (03/06/2025 14:58, Gaudium Press) En el siglo XVI, el rey Enrique VIII se rebeló contra la Iglesia, dando lugar al cisma de una nación que antaño se llamaba la “Isla de los Santos”.
Respecto a este terrible suceso, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira hizo comentarios que resumimos a continuación.
En la Edad Media existía una monarquía orgánica basada en el principio de subsidiariedad, según el cual cada cuerpo social debe encontrar soluciones a sus propios problemas, siendo apoyado por el cuerpo superior sólo en la medida en que éste no es capaz de resolver esas dificultades.
Los grandes sólo intervenían en la existencia de los pequeños para remediar las violaciones de la Ley de Dios y de los principios de la Civilización Cristiana, o para apoyarlos cuando ellos no podían hacerlo por sí mismos.
Por encima de esta cadena de subsidiariedades estaba el rey, que ejercía el mismo principio con relación a todos sus subordinados. Era el sostén de todas las autonomías y libertades, así como el coordinador y estimulador de todas las actividades generales de su reino.
Entre estas autonomías, la más grande y notable era la de la Iglesia. Y cuando se trata de la Esposa Mística de Cristo no se puede hablar de autonomía, sino de soberanía. La Iglesia es una entidad soberana tanto como el Estado y, en su propia esfera, no puede ser gobernada en absoluto por el rey.
Ahora bien, con la decadencia de la Edad Media, los reyes comenzaron a volverse absolutos, eliminando toda autonomía inferior, actuando particularmente contra la soberanía de la Iglesia, transformándola en un instrumento de gobierno de la nación.
Siguiendo esta tendencia, Enrique VIII declaró la Iglesia de Inglaterra separada de Roma, reclamando también la autoridad suprema en el ámbito eclesiástico y adquiriendo pleno y absoluto dominio sobre todo el país.
Éste fue el trágico acontecimiento que tuvo lugar en Inglaterra en el siglo XVI.
Antes de Enrique VIII, Inglaterra era uno de los bastiones de la Iglesia católica. En toda la vida intelectual, artística, política y social, la influencia de los principios católicos era profunda. El número de santos nacidos en territorio inglés fue tan grande que Inglaterra llegó a ser llamada la “Isla de los Santos”.
“El feudalismo inglés, un modelo admirable de inteligencia administrativa, fue quizás el régimen político más perfecto de la Europa medieval.”[1]
Sensualidad y orgullo
Enrique VIII se convirtió en rey en 1509, a la edad de 19 años. Se casó con Catalina de Aragón, viuda de su hermano Arturo Tudor, hija de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, y tía del emperador Carlos V.
Tuvieron cinco hijos, pero sólo sobrevivió María Tudor, que se convirtió en reina de Inglaterra en 1553 y se casó con el rey de España, Felipe II.
Interpretando el sentimiento católico del pueblo inglés, Enrique escribió una obra refutando el protestantismo y el Papa León X le concedió el honorable título de “Defensor de la Fe”.
Sin embargo, impulsado por la sensualidad, quiso anular su matrimonio y casarse con otra mujer. A través de importantes “donaciones”, obtuvo el apoyo de obispos y universidades para lograr su objetivo. En 1531, expulsó a Catalina de Aragón de la corte y los aposentos que ella ocupaba fueron entregados a su dama de compañía Ana Bolena.
Al no conseguir la aprobación de Roma para su infame proyecto, Enrique VIII, impulsado por el orgullo, fundó una Iglesia independiente de Roma, de la que él era la cabeza suprema.
Declive del clero
Excomulgado por Pablo III en 1534, ordenó una violenta persecución contra quienes se le resistieron. Los católicos que no lo reconocieron como cabeza de la Iglesia fueron ahorcados y descuartizados.
Entre las grandes personalidades que ordenó matar estaban San Juan Fisher, obispo de Rochester, que fue nombrado cardenal, y Santo Tomás Moro, que había sido canciller del reino.
Suprimió 645 monasterios, 90 colegios, 2.374 capillas y 110 hospitales. Se apoderó de tierras y otros bienes pertenecientes a la Iglesia.
Incluso ordenó retirar de la tumba las reliquias de Santo Tomás Becket (1118-1170), donde era muy venerado, afirmando que había cometido alta traición al oponerse a su rey.
“La Revolución llevada a cabo por Enrique VIII fue el establecimiento entre el pueblo cristiano de la tiranía más monstruosa.” [2]
La decadencia del clero fue grande. En 1530, de los 21 obispos del país, sólo cuatro residían en sus diócesis; los demás, en la corte…. Los abades eran nombrados por el rey.
León X confirió al cardenal Thomas Wolsey, arzobispo de York y canciller del Reino, el cargo de legado papal en Inglaterra. Completamente sumiso a Enrique VIII, llevó una vida mundana y mantuvo una concubina en su palacio.
Condenado por el rey, caminando hacia la prisión dijo: “Si hubiera servido a Dios con la misma diligencia con que serví al rey, Él no me habría abandonado en mi vejez”. [3]
Habitantes en situación de pobreza y mendicidad
En 1536 murió Catalina de Aragón. Y Bolena se consideró reina de Inglaterra. Tres meses después fue decapitada por el triple cargo de traición, adulterio e incesto.
Enrique VIII tuvo cuatro “esposas” más: Jane Seymour, Ana de Cléveris, repudiada unas semanas después, Catalina Howard, asesinada por adúltera, y la viuda Catalina Parr, que sobrevivió al sanguinario monarca.
En los últimos años de su vida, Enrique VIII se volvió tan obeso que sólo podía caminar con la ayuda de otra persona. Un cuadro de Holbein lo representa gordo, mostrando “una fría crueldad, impulsada por el orgullo y la sensualidad”.[4]
Afectado por una úlcera cancerosa, cayó en cama y nadie le advirtió del riesgo de perder la vida porque podría ser castigado…
Dejando tras de sí un gran número de sentencias de muerte que no tuvo tiempo de firmar, murió en enero de 1547, a la edad de 56 años.
Fue “el más injusto, el más vil y el más sanguinario de los tiranos que han afligido a Inglaterra. Este país, que al principio de su reinado era pacífico, unido y feliz, lo dejó desgarrado por facciones y cismas; sus habitantes estaban sumidos en la miseria y la mendicidad”.[5]
Por Paulo Francisco Martos
Nociones de Historia de la Iglesia
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[1] Cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. O fim da Idade Média inglesa. In Dr. Plinio. São Paulo. Ano II, n.19 (outubro 1999), p.29; O cisma da Inglaterra. Ano VI, n.64 (julho 2003), p. 16-17
[2] DARRAS, Joseph Epiphane. Histoire Génerale de l’Église. Paris: Louis Vivès. 1884, v. 33, p. 390.
[3] DANIEL-ROPS, Henri. A Igreja da Renascença e da Reforma (I). São Paulo: Quadrante. 1996, v. IV, p. 443.
[4] Idem, ibidem. p. 456.
[5] ROHRBACHER, René-François. Histoire universelle de l’Église Catholique. Paris: Gaume Frères, 1852, v. 23, p. 403.
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