viernes, 06 de junio de 2025
Gaudium news > La ilusión y la frustración del romanticismo

La ilusión y la frustración del romanticismo

Un día, el prof. Plinio Corrêa de Oliveira desmontó magistralmente ciertos mitos, que aún perviven en la raza humana.

zach miller uNrqBm7wb8s unsplash

Foto: Zach MIller / Unplash

Redacción (05/06/2025, Gaudium Press) Un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira en una reunión, y como una consecuencia colateral del tema principal que se estaba tratando, desmontó de forma aplastante el mito del romanticismo, de ese deseo de encuentro gratificantemente perfecto con el alma gemela ideal, con el cual los amantes alcanzarían la plenitud.

Pero antes de entrar al mito y su derrumbe, primero mostremos los fundamentos reales sobre los que se apalanca el mito.

Resulta que el hombre sí desea, y mucho, y de forma natural y legítima, el ser amado. No es sino recordar la frase de San Agustín, cuando ya había encontrado el perfecto amor: “Gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de Ti”. (Confesiones, Libro X, Cap. 27)

Al analizar ese deseo de ser amado, los tratados buenos de espiritualidad se enfocan sobretodo en mostrar cómo esa ansia no la pueden satisfacer las criaturas, algo evidente porque también es evidente que el hombre desea ser amado con un amor infinito: sentimos en nuestro interior la sed de un delfín que quisiera tomarse todo el Amazonas, pero que al tiempo puede tener la ilusión de saciarse con uno o varios vasitos de agua…

Sin embargo, esta respuesta clásica de cierta espiritualidad puede ser en algo decepcionante para el hombre, porque el hombre sí encuentra algo de felicidad en la relación con las criaturas, y decirle que eso no lo satisfará por entero, aunque real, puede sonar como si le dijeran al sediento delfín que le van a quitar los vasos de agua que ya se toma…

Lo más adecuado es mostrarle cómo se debe relacionar con las criaturas para encontrar al Infinito.

Decía el Dr. Plinio lejos de cualquier aroma del fétido panteísmo— que sí podíamos pensarnos como huellas o gotas de Dios que tienen ellas mismas la tendencia de caminar hacia Dios. Ese caminar es algo como un completarnos en Dios, completar las carencias de nuestro ser en el contacto con el Infinito.

Pero ocurre que ese deseo de completarse, de alguna forma lo vamos o podemos ir realizando en el contacto con las criaturas, porque en ellas vamos percibiendo esas otras huellas de Dios, que nos hablan del Dios que ansiamos pero que aún no poseemos. Y esa base, real, natural, es aprovechada por nuestras malas inclinaciones y por el enemigo del alma para crear la ilusión romántica, que rompe ese camino hacia Dios.

Lo rompe, porque la ilusión romántica es el deseo, manifiesto o no, de un universo cerrado, donde las dos mitades de la naranja en su encuentro y relación supuestamente alcanzarían la plenitud y la felicidad, sin necesidad de caminar hacia Dios, hacia el Absoluto. Es el deseo de un ‘cielo terrenal’, donde Dios está ausente, es el Gran exiliado; un cielo por lo demás no generoso porque lo que quiero más que darme es que el otro se dé a mí y me adore; un ‘cielo frustrante’, porque al final, incluso aunque existiese y se encontrase esa media naranja la más perfecta, la más colorida, la más jugosa, la más sabrosa—, no deja de ser una mera y simple naranja, y el ser humano tiene deseo incontenible de peras, dátiles, duraznos, de diamantes y esmeraldas, de ternuras, pero también de sutilezas, de fortalezas, de inteligencia, de reinos sublimes y de encantos, y todo eso de forma total, absoluta y completa, pues tiene deseo de Dios.

Sin embargo, el cine, la televisión, la música, siguen explotando en sus argumentos el mito romántico, de la media naranja, del alma gemela… Dr. Plinio incluso quedaba impresionado de cómo era un mito que se reciclaba y reciclaba.

Por el contrario, en la visualización del Dr. Plinio, la vida se hace mucho más agradable y verdadero camino al verdadero cielo.

Pues si le pedimos a Dios la gracia de ver en los seres sobretodo esa huella de Dios, en todos, de acuerdo a su perfección o su vocación, si le pedimos al Señor que nuestro contacto con la Creación sea a la búsqueda de Él y no a la búsqueda de nosotros mismos, pues todo se ordena.

Esto particularmente se aplica a las relaciones humanas.

Decía el Dr. Plinio que no existe elemento material en la Creación donde más se refleje Dios que en los rostros de los hombres, pues siendo estos reflejos del alma entramos por su intermedio en realidades espirituales que ya por espirituales se van acercando a la Divinidad. Sin embargo, el romanticismo, como circuito cerrado que es, ya cierra la gigantesca mayoría de estas ventanas, y termina cerrando la propia ventana de la media naranja, pues se la termina considerando por el mero aspecto sensible.

El romanticismo es definitivamente una plaga, siniestro veneno.

Toca prevenirse. Como siempre, como en todo, hay que rezar, pero sobretodo, para que Dios nos vaya abriendo las vías hacia Él de su universo.

Por Saúl Castiblanco

Deje su Comentario

Noticias Relacionadas