viernes, 06 de junio de 2025
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El Papa León, el águila de Hipona y el sol Eucarístico

El tiempo pascual nos deja, pero no la alegría de la Resurrección.

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Foto: Vatican News

Redacción (06/06/2025 09:30, Gaudium Press) El tiempo pascual nos deja, pero no la alegría de la Resurrección. En realidad, la pascua es algo permanente en nuestra Iglesia, ya que el misterio pascual se renueva y se actualiza en todas las celebraciones eucarísticas. Muy otro sería el ánimo de los católicos si tuviesen esta convicción que nos dicta la fe.

El pasado mes de mayo un acontecimiento atrajo la atención del mundo entero que clavó los ojos en una la modesta chimenea instalada en los tejados de los palacios vaticanos. En cierto momento, constatada la coloración blanca de la fumata, romanos y peregrinos acudieron presurosos a la plaza de San Pedro y pudieron ver con sorpresa y encanto al nuevo Sumo Pontífice: León XIV que impartió con solemnidad la bendición apostólica urbi et orbe.

Así vaticinaba un despacho de la agencia noticiosa brasileña Gaudium Press del 6 de mayo, dos días antes de la elección: “En el Conclave, Prevost podría surgir como el nombre del consenso. No será, probablemente, la primera elección de ningún grupo, más puede ser la segunda opción de todos, lo que lo hace una alternativa bastante viable, similar a lo que ocurrió con Joseph Ratzinger en 2005 y con Jorge Mario Bergoglio en 2013. Cardenales más progresistas pueden verlo como alguien que preservaría el espíritu sinodal de Francisco sin las exageraciones del argentino. Cardenales más conservadores no lo rechazarían, debido a su ortodoxia doctrinal y conocimiento jurídico. Latinos lo reconocerían como uno de los suyos, africanos apreciarían su firmeza, y europeos respetarían su equilibrio”.

Por su parte, el Cardenal Re, Decano de los Cardenales, en la Misa Pro eligendo Pontifice auguró: “Que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”. Pues todo indica que las cosas sucedieron como tenían que suceder ¡Dios sea loado!

El Papa León XIV es un religioso de la Orden de San Agustín, Orden fundada en la Edad Media que recogió la experiencia monástica de San Agustín, el “Águila de Hipona”, y su regla del siglo IV.

¡Quien dice San Agustín, dice palabras mayores! Máximo pensador del cristianismo del primer milenio y uno de los más grandes genios de la humanidad; “Doctor de la Gracia”, sus escritos son numerosísimos y su erudición enorme. A él pertenece una bella explicitación sobre lo que llamó de “Cristo Total”, es decir, la Iglesia Católica, Cuerpo Místico de Cristo, del cual el Señor es la cabeza y los bautizados los miembros. Pío XII en su encíclica Mystici corporis Christi refrendó esta noción: “Enseña la más antigua y constante tradición de los Padres que el Redentor divino constituye con su cuerpo social una sola persona mística, o, como dice San Agustín, el Cristo íntegro”.

Será oportuno que pongamos atención en dos numerales del “Catecismo de la Iglesia Católica” que se refieren a la militancia de los miembros del Cuerpo Místico. Esos tópicos catequéticos hacen referencia al Sacramento Eucarístico y citan en apoyo escritos del gran San Agustín:

Número 1396.La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (cf. 1 Co 12,13). La Eucaristía realiza esta llamada: «El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1 Co 10,16-17):

«Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis «Amén» [es decir, «sí», «es verdad»] a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir «el Cuerpo de Cristo», y respondes «amén». Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu «amén» sea también verdadero» (San Agustín, Sermo 272)”.

¿Cómo concebir que pueda ser válida esa formulación incongruente difundida en nuestros días de personas que dicen: “soy católico, pero no practico”?

El otro tópico es el 1398.La Eucaristía y la unidad de los cristianos. Ante la grandeza de este misterio, san Agustín exclama: O sacramentum pietatis! O signum unitatis! O vinculum caritatis! («¡Oh sacramento de piedad, oh signo de unidad, oh vínculo de caridad!»). Cuanto más dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que rompen la participación común en la mesa del Señor, tanto más apremiantes son las oraciones al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que creen en Él”.

Al hablar de “las divisiones que rompen la participación común en la mesa del Señor”, se quiere significar la existencia de herejías y de cismas que, por no profesar el misterio eucarístico en su integridad como lo enseña la Iglesia, hacen imposible la celebración o concelebración de ministros católicos ordenados con representantes de religiones dichas cristianas pero separadas de Roma.

De hecho, se vio, en alguna rara ocasión, una pretendida “participación común” de ministros de cultos no católicos figurando al lado de sacerdotes durante la Misa, junto al altar ¡ministros que no creen el Santo Sacrificio! También podrían incluirse entre esas llamadas “divisiones”, las Misas celebradas sin el debido respeto, incumpliendo las rubricas en vigor, ajenas a la letra y al espíritu de las normas litúrgicas, con lo que Dios no es glorificado y se desedifica a los fieles.

Al concluir esta reflexión, constatamos que, con toda naturalidad, la figura augusta de León XIV nos condujo al Águila de Hipona, y ésta, como la majestuosa ave que suele fijar sus ojos en el astro rey, al Sol Eucarístico.

Por el P. Rafael Ibarguren, EP

(Publicada originalmente en www.opera-eucharitica.org)

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