Detrás del fervor popular y los toros, late la historia de un santo que entregó su vida por amor a Cristo y hoy sigue protegiendo a su pueblo con su “capotico”.
Redacción (07/07/2025 10:00, Gaudium Press) Nicolas de Cárdenas en Aciprensa nos cuenta, que cada 7 de julio, las calles de Pamplona, España se llenan de emoción con los célebres encierros de toros, conocidos en todo el mundo. Pero detrás de este espectáculo popular existe una raíz espiritual, muchas veces eclipsada por la fama internacional del evento. Te compartimos cinco datos relevantes desde el punto de vista religioso que nos ayudan a redescubrir el verdadero corazón de esta celebración.
- ¿Quién fue San Fermín?
La tradición sitúa el nacimiento de San Fermín en Pamplona durante el siglo III, aunque los primeros documentos sobre su vida datan del siglo VIII. Era hijo de un senador romano que, junto con su familia, se convirtió al cristianismo por la predicación de San Saturnino de Toulouse. Fermín fue ordenado sacerdote en Tolosa y, a los 24 años, consagrado como el primer Obispo de Pamplona.
Después de predicar en su tierra natal, emprendió misión en las Galias, donde fue apresado, azotado y encarcelado en Beauvais —actual Francia. La muerte del gobernador permitió su liberación temporal, pero más tarde, en Amiens—otra región de Francia—, donde su predicación fue especialmente fecunda, fue nuevamente capturado y decapitado hacia finales del siglo III o inicios del IV, en el contexto de la persecución de Diocleciano.
Uno de sus conversos, el senador Faustiniano, recuperó el cuerpo del mártir y le dio cristiana sepultura. Según el sitio PrimerosCristianos.com, “San Salvio, Obispo de Amiens, encontró su sepultura en el año 615, guiado por un rayo de luz”. Más adelante, en 1186, el Obispo Pedro de París llevó una reliquia del santo a Pamplona, y con ello se consolidó y extendió su devoción.
- Porque a San Fermín no se le honra solo en julio
Originalmente, la conmemoración litúrgica de San Fermín tenía lugar el 25 de septiembre, día de su martirio, su dies natalis. Sin embargo, en 1590, a petición del Ayuntamiento y siendo Obispo de Pamplona Mons. Bernardo de Sandoval y Rojas, la celebración principal fue trasladada al 7 de julio, como actualmente la conocemos.
Aun así, el 25 de septiembre sigue celebrándose bajo el nombre de San Fermín Chiquito. También existen otras fechas importantes relacionadas con el santo, el 10 de octubre se recuerda la llegada de sus reliquias a Pamplona —fiesta del Traslado—, y el domingo posterior al 13 de enero se celebra la fiesta de las reliquias, en memoria del hallazgo de sus restos.
- Una celebración litúrgica
Junto a los festejos civiles y taurinos, el Arzobispado de Pamplona mantiene un programa litúrgico de gran riqueza espiritual. El 6 de julio se celebran las vísperas solemnes. El día central, 7 de julio, se realiza una solemne procesión a las 10 de la mañana, seguida de la Misa principal.
Además, se celebran actos como la ofrenda infantil, que este año se llevará a cabo el jueves 10 de julio, y la Misa de mayores, prevista para el viernes 11. Las celebraciones culminan el 14 de julio con la Misa de la octava de San Fermín.
- Pamplona lo celebra, Navarra lo honra
Aunque muchos lo creen patrón de Pamplona por haber sido su primer obispo y por la popularidad de sus fiestas, el verdadero patrón de la ciudad es San Saturnino, cuya fiesta se celebra el 29 de noviembre. San Fermín, en cambio, comparte el patronazgo del Reino de Navarra con San Francisco Javier.
Durante el siglo XVII, esta cuestión fue motivo de un conflicto entre javieristas —defienden a San Francisco Javier como copatrono de Navarra— y ferministas. Mientras el Ayuntamiento de Pamplona y el Cabildo de la Catedral proponían a San Fermín, la Diputación del Reino y la Compañía de Jesús favorecían a San Francisco Javier. Finalmente, el Papa Alejandro VII intervino y decretó el patronazgo conjunto en 1657.
- Bajo su capotico, comienza la carrera
Antes del inicio de cada encierro, los corredores se encomiendan a San Fermín con una oración sencilla pero fervorosa, pidiéndole protección ante el riesgo inminente. Invocan su ayuda mediante una expresión popular cargada de fe: que el santo los cubra con su “capotico”.
Esta expresión alude al gesto simbólico de que San Fermín, como si fuera un torero celestial, pueda usar un capote para desviar el peligro que representa el toro. El rezo tiene forma de canto y se repite tres veces ante una hornacina que contiene la imagen del santo, ubicada cerca del corral de los toros. La canción tradicional dice así:
“A San Fermín pedimos,
por ser nuestro patrón,
nos guíe en el encierro
dándonos su bendición”.
El canto culmina con el grito: “¡Viva San Fermín!”
Detrás del bullicio, los pañuelos rojos y los encierros que atraen al mundo entero, palpita el corazón humilde de un obispo mártir que entregó su vida por amor a Cristo. es testimonio, intercesión y luz para un pueblo que aún hoy lo invoca con cariño y fe. Que, al conocer su historia, también nosotros dejemos que nos cubra con su “capotico” y aprendamos a vivir con el alma en alto, como verdaderos testigos del Evangelio.
Con información de Aciprensa
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