martes, 22 de julio de 2025
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Perla caída, corazón redimido: la historia de María Magdalena, quien cambió el dolor en adoración

La llamaron pecadora, porque lo era, pero Jesús la llamó por su nombre,  y la hizo testigo del milagro más grande.

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Redacción (22/07/2025 11:33, Gaudium Press) “Tú eres su perla preciosa… En su mesa, o caído. ¡Pero siempre precioso para Él!”:

Con estas palabras, el padre Álvaro Cárdenas nos revela el misterio que envuelve a Santa María Magdalena: una mujer que tuvo una vida envuelta por el pecado, pero sobre todo y al final, abrazada por el Amor Misericordioso de Jesús.

El 22 de julio de 2016, en el marco del Año Jubilar de la Misericordia, se celebró por primera vez como fiesta litúrgica la memoria de Santa María Magdalena, antes considerada sólo memoria obligatoria. Esta decisión del Papa fue un signo de reconocimiento de la grandeza espiritual de quien fue llamada por los Padres de la Iglesia como la “Apóstol de los Apóstoles”. El padre Álvaro Cárdenas, en su homilía de ese día en la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora, en Colmenar del Arroyo, Madrid, invitó a redescubrir el verdadero rostro de esta santa que cambió radicalmente tras un encuentro definitivo con Jesús.

¿Quién fue María Magdalena?

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Los Evangelios la presentan como una mujer de Magdala, de quien Jesús expulsó siete demonios (cf. Lc 8,2; Mc 16,9). A partir de ese momento, lo siguió con fidelidad, siendo testigo de su vida pública, de su muerte, y de su resurrección. Fue una de las pocas que permaneció al pie de la Cruz cuando todos huyeron (Mc 15,40-41). Su vida no fue siempre santa; fue descrita como una mujer de alta posición social, de particular belleza y atractivo, orgullosa, llena de vanidad, con relaciones escandalosas más allá de toda modestia, según las visiones de la Beata Catalina Emmerick.

Sin embargo, fue precisamente a la Magdalena a quien Jesús eligió para revelar primero la gloria de su Resurrección. Fue ella quien recibió el encargo del Resucitado: “Ve y di a mis hermanos…” (Jn 20,17). Así, María Magdalena se convierte en el puente entre la oscuridad del pecado y la luz del anuncio pascual. En palabras del padre Cárdenas, “por esa constante fidelidad de amor desde su conversión, fue elegida por el Señor como la Apóstol de los Apóstoles”.

Una historia de Misericordia

Para entender la grandeza de Santa María Magdalena, no basta con mirar su pasado, sino contemplar el poder transformador de Cristo en su vida. Fue una “perla preciosa caída de la mesa del Amor”, como decía Jesús en una visión recogida por Catalina Emmerick. No se quedó en el lodo de sus errores, sino que fue buscada con insistencia, hallada y salvada por el Buen Pastor. Y ella respondió.

El padre Cárdenas nos llama a mirar esta historia no como algo lejano, sino como una posibilidad real para todos nosotros: “Tú eres su perla preciosa… En su mesa, o caído. ¡Pero siempre precioso para Él! Es algo que no puedes cambiar. ¡Y por ser preciosa para Él, y para los suyos, no dejarás de ser buscada hasta ser encontrada!”

María Magdalena no es un caso aislado. Es símbolo de cada alma tentada, caída y luego levantada por la gracia. Nos muestra que no hay pecado tan fuerte que no pueda ser perdonado, ni vida tan oscura que no pueda ser iluminada por la Misericordia de Dios.

¿Qué nos enseña Santa María Magdalena?

La homilía nos conduce a través de una verdadera catequesis de vida cristiana inspirada en la figura de esta santa.

Nos enseña a acoger la Misericordia: como ella, debemos aceptar con humildad el perdón de Cristo, sin quedarnos paralizados por la culpa.

Nos enseña a seguir a Jesús: con gratitud, decisión, y sin mirar atrás.

Nos enseña a amar hasta la Cruz: cuando todos lo abandonaron, ella se quedó.

Nos enseña a ser testigos valientes: fue la primera en anunciar la Resurrección.

Nos enseña que nadie está perdido para Dios: No desesperemos nunca, por escandalosa que sea nuestra vida o la de ellos.

María Magdalena y la Virgen: dos mujeres, una Misericordia

Al final de su homilía, el padre Álvaro establece un vínculo luminoso entre la figura de María Magdalena y la Virgen María. Ambas, aunque desde caminos distintos, representan el triunfo del Amor Misericordioso. La Virgen, preservada del pecado por su Inmaculada Concepción, y Magdalena, arrancada del abismo por la gracia, muestran que Dios puede actuar de manera sorprendente en las almas que ama.

“Nadie como ella (la Virgen) nos lleva a la Santa mesa de la Misericordia, en el Sacramento de la Confesión, para que confesando nuestros pecados como hizo María Magdalena, podamos recibir el Amor y el perdón Salvador de su Hijo”.

En tiempos donde abunda el odio, la violencia, la corrupción y el desprecio por la verdad, la figura de Santa María Magdalena resplandece con una fuerza insólita. Porque si ella pudo levantarse, todos podemos. Si ella fue amada hasta el extremo, todos somos amados con ese mismo Amor.

María Magdalena eligió a Jesús, lo amó, y jamás se separó de Él. Que su testimonio nos anime a dejarnos encontrar también nosotros por el Amor que nunca se cansa de buscarnos.

Con información de Religión en Libertad.

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