jueves, 31 de julio de 2025
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¿Por qué los católicos rezan de rodillas?

La costumbre de arrodillarse, adoptada por los cristianos desde los primeros siglos, perdura hasta nuestros días.

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Redacción (30/07/2025 09:15, Gaudium Press) Considerada una conducta bárbara y despreciada por la cultura grecolatina, la genuflexión gozaba de poca estima en la antigüedad. No es difícil comprender la implicación: ¿cómo podía uno arrodillarse ante deidades paganas, seres caprichosos cuya simpatía solo se buscaba para obtener ciertos beneficios personales? Los hombres se humillaban —y lo sabían— a los pies de estos pedazos de piedra, madera o metal.

Solo quienes conocían al Dios verdadero podían concebir la postura más apropiada para adorarlo. De hecho, la genuflexión —una costumbre originaria de la cultura israelita— encierra una visión teológica: las rodillas, que soportan el peso de todo el cuerpo, simbolizan fuerza; por lo tanto, doblarlas significaba humillarse ante el Dios vivo y reconocer que nuestro todo no es nada sin Él.

Heredero de la Antigua Alianza, el Nuevo Testamento menciona la genuflexión cincuenta y nueve veces. De todas ellas, la más sublime es la que menciona San Lucas al relatar la agonía de Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos: «Se arrodilló y oró: “Padre, si es tu voluntad, que pase de mí este cáliz”» (Lc 22, 41-42).

La costumbre de arrodillarse, asimilada por los cristianos desde los primeros siglos, perdura hasta nuestros días. Sin embargo, es muy probable que esta postura no se ajuste a los devaneos igualitarios que se predican en el mundo contemporáneo, pues a medida que la humanidad se aleja de la verdadera fe, arrodillarse se vuelve incomprensible.

Siendo esta una postura ideal para la oración, la Santa Iglesia prescribe que los fieles, salvo excusa razonable, se arrodillen siempre ante el Santísimo Sacramento y, durante la Misa, en el momento de la Consagración (cf. Instrucción General del Misal Romano, nn. 43; 274).

Quien se coloca en estado de reverencia ante el Sumo Bien será grande a los ojos de Dios.

(Extracto de artículo de la revista Arautos do Evangelho n.º 283, julio de 2025. Redacción).

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