viernes, 01 de agosto de 2025
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La Esencia de la Sagrada Esclavitud (IV) – Ante María, debemos comportarnos como pequeños

Es Ella la dulzura y la esperanza de sus esclavos, unos esclavos que deben reconocerse niños, como Cristo lo hizo.

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Redacción (31/07/2025 15:13, Gaudium Press) En esta serie de notas cortas, sobre la sagrada esclavitud mariana ―tras las huellas de la obra de Mons. Juan Clá “¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres”1― , continuamos con las condiciones magníficas que se establecen en las relaciones de María Santísima y sus esclavos de corazón, y con un requisito indispensable, para recibir sus beneficios.

Recordando la oración compuesta por San Bernardo, la Salve Regina, Mons. Clá reafirma que la Virgen se constituye en la “dulzura” de sus esclavos, “cuando a Ella recurrimos humildemente”, con una dulzura incluso mayor que la del padre del hijo pródigo. La Virgen se convierte en la “esperanza”, sobre todo la esperanza de que Ella nos ayudará en todas las etapas del camino, pues “nunca se oyó decir que alguien que haya recurrido a su protección, implorado su asistencia o reclamado su socorro, haya sido desamparado” por la Virgen.

Recuerda Mons. Juan que, repitiendo la Salve Regina, quienes acuden a la Virgen son los “desterrados hijos de Eva”: “La única postura razonable es contemplarla [la grandeza de la Virgen] desde la miseria y la insignificancia de un hijo desterrado de Eva, es decir, admirarla con un corazón humilde”. 2 El Monseñor insiste en esta actitud de reconocimiento de la miseria humana, algo más que cierto en nuestros días, para facilitar la comunicación de gracias con la Virgen.

Es más, él recuerda que esta fue la propia actitud asumida por Nuestra Señora, cuando cantó su maravilloso cántico del Magnificat: “Es el ejemplo que Ella misma nos da en el Magníficat, al profetizar que todas las generaciones la proclamarían bienaventurada porque Dios había ‘mirado la humildad de su Esclava’” (Lc 1, 48).

Es decir, quien se debe dirigir con esperanza y confiado en las dulzuras de la Madre, es un pequeño consciente de su pequeñez. A este respecto el hombre se engaña mucho, incluso el raquítico y pequeño hombre de nuestros días, que con mucha frecuencia se cree grande, siendo menos que un pigmeo. Esta noción de nuestra pequeñez y miseria, debemos pedirla también a la Santísima Virgen.

Pero es que fue el propio Cristo no dio el ejemplo de hacerse pequeño delante de Ella: “El mismo Dios quiso hacerse Hijo de María, frágil y pequeñito en sus brazos, para que la Santísima Virgen ejerciese por entero su cualidad maternal sobre Él”, dice Mons. Juan.

Primero Él, Dios, la hizo gigante, a la Virgen, “y después de adornar su alma con todas las virtudes y coronarlas con el don de la Maternidad Divina”, el propio Dios asumió “la humanidad en la condición de niño, para que su filiación a Nuestra Señora fuese perfecta”.

El propio Dios quiso hacerse Niño en el seno y en los brazos de María, pero al hombre de hoy cuanto le cuesta el reconocimiento humilde, de la verdad de su miseria… Así somos. Insistimos: debemos pedir a la propia Madre que nos dé la gracia de entender, que ante Ella, no solo somos meros niños, sino que esa es la mejor actitud que podemos asumir.

Sí, el propio Dios siguió ese camino: “Se trata de una situación paradójica, en la cual el Verbo Eterno invierte los papeles, como que diciendo: ‘Ella es tan hermosa, tan santa, tan semejante a Mí que Yo, Dios todopoderoso, no resisto a encarnarme para ser su Hijo y, por lo tanto, de alguna manera ser inferior a Ella’. (…) Y siendo el Hombre-Dios la causa ejemplar del actuar humano, el modo de relacionarse con su Madre se convirtió en el paradigma por excelencia para los hijos y esclavos de la Virgen”, afirma Mons. Juan Clá.

El hacerse pequeño, afirma es la forma de adentrarse en el Secreto de María. Además, este requisito de pequeñez también nos debe mover a la esperanza, ya que “los fracasos, miserias y faltas no deben ser motivo de abatimiento y desánimo espiritual, sino al contrario, pues la Providencia se sirve de aquello como instrumentos para ‘vaciar’ el alma de sí misma y ‘llenarla’ de la Virgen Santísima, como explica San Luis Grignion de Montfort”. 3

Por Saúl Castiblanco

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1. Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres – III- María, eje de la Historia. Caballeros de la Virgen. Bogotá. 2022.

2. Op. Cit. p. 143.

3. Op. Cit. p. 145.

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