En el Día Mundial de los Abuelos, Tetyana y Vasyl relatan cómo huyeron de Kiev, encontraron acogida en Transcarpacia y hallaron esperanza en la comunidad y el voluntariado.
Redacción (06/08/2025 11:13, Gaudium Press) En el marco del Día Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores, celebrado el pasado domingo 27 de julio, surge la historia de Tetyana y Vasyl, un matrimonio ucraniano que logró rehacer su vida tras huir de la guerra.
En Vatican News contaron cómo llegaron a la región de Transcarpacia, también en Ucrania, la ayuda que recibieron y cómo el amor mutuo de cuño cristiano se ha convertido en su mayor fortaleza. “Nos apoyamos mutuamente. Estar juntos es lo más importante para nosotros. Estas son las flores que mi marido me ha traído esta mañana”, dice Tetyana sonriendo mientras señala a su esposo, sentado a su lado.
Cuando comenzó la invasión rusa a gran escala, la pareja —ella de 66 años y él de 71— decidió abandonar Kiev y trasladarse a Úzhhorod, en el oeste de Ucrania. Era la segunda vez que cambiaban de residencia, ella es originaria de Crimea y él de la región de Vínnitsa. Se conocieron en la capital, donde vivieron por más de 25 años.
La fuga de Kiev y la acogida en Úzhhorod
Recuerdan con claridad la mañana del 24 de febrero de 2022, cuando fuertes bombardeos en la capital ucraniana alteraron su rutina. “Estábamos llenos de miedo, ansiedad, ira y desesperación. Estábamos especialmente preocupados por nuestros hijos y nuestra nieta”, afirma Tetyana.
Ante el peligro, tomaron la decisión de huir de Kiev. “Los bombardeos no cesaban y decidimos abandonar la ciudad todos juntos. La carretera por la que circulábamos estaba siendo bombardeada. El tráfico era muy lento, había una cola muy larga de coches en dirección al oeste de Ucrania. No sabía si era un sueño o si estaba sucediendo realmente”, recuerda.
Al llegar a Úzhhorod, la pareja llevaba consigo solo lo imprescindible. Allí encontraron voluntarios que ofrecían comida, ropa, medicinas y alojamiento provisional. La iglesia greco-católica local se convirtió en un verdadero centro de acogida, donde los desplazados recibían apoyo administrativo y psicológico.
De la incertidumbre a una nueva vida
Tetyana y Vasyl trabajaron durante años en el sector de la construcción. Él incluso es miembro de la Academia de la Construcción de Ucrania. Actualmente, continúan colaborando en línea en proyectos de reconstrucción de infraestructuras en Kiev, dañadas por los bombardeos.
Al principio, les costó adaptarse. “Entendíamos que todos nuestros planes se habían esfumado y pensábamos que no habría nada parecido a Kiev”, cuentan. Sin embargo, lograron integrarse, conocieron personas con intereses afines en la Universidad de Úzhhorod y descubrieron el valor cultural de la biblioteca local. “Una persona con ganas de adaptarse siempre encontrará su entorno”, afirma Tetyana.
Con el tiempo, sus hijos y nieta regresaron a Kiev para retomar sus trabajos, dejándolos solos en una ciudad que aún no sentían como propia. El consuelo llegó desde la comunidad parroquial: “Empezamos a frecuentar la catedral greco-católica, que tiene una rica historia. Aquí participamos en las funciones religiosas y en las clases de catecismo, en las oraciones y en los conciertos de música sacra. Sentimos un vínculo con esta comunidad. En la iglesia encontramos la calma entre las preocupaciones y ansiedades por el presente y el futuro de nuestro pueblo. Esto cambia nuestras almas”.
El voluntariado como esperanza
En Úzhhorod, el matrimonio encontró un nuevo propósito a través del voluntariado, gracias a la organización benéfica El árbol de mi vida. Esta entidad promueve apoyo psicoemocional a voluntarios, desplazados, militares y sus familias. “Cuando llegamos aquí nos enseñaron a regular nuestro estado de ánimo, a recargar nuestras energías interiores y a empezar a vivir de nuevo”, explica Tetyana.
Su labor comenzó confeccionando redes de camuflaje para los soldados en el frente de batalla y luego preparando comidas caseras para veteranos en rehabilitación. “Después de los tratamientos termales, los soldados tienen hambre, así que intentamos llevarles comida casera cada semana”, comenta.
El amor como motor de resiliencia
Hoy, Tetyana y Vasyl han encontrado un nuevo sentido a sus vidas. “Nos enamoramos de Úzhhorod, me recuerda un poco a Crimea. Hay frutas deliciosas, muchos platos nacionales, una gran riqueza cultural gracias al encuentro de diferentes nacionalidades. Y ya no podemos imaginarnos sin ‘El árbol de mi vida’, se han convertido en nuestra familia”, dice Tetyana con gratitud.
Para esta pareja, el amor cristianamente entendido —el que se profesan mutuamente y el que reciben de la comunidad— se ha convertido en la base para resistir y seguir adelante.
Con información de Vatican News
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