El Pontífice animó a los monaguillos a profundizar en su amistad con Jesús, destacó la centralidad de la Eucaristía y llamó a responder con generosidad al ministerio sacerdotal.
Foto: Vatican News
Redacción (25/08/2025 11:33, Gaudium Press) Hoy, en un emotivo encuentro con miles de monaguillos franceses llegados a Roma, el Papa León XIV dirigió un discurso en el que destacó la importancia del Jubileo, la centralidad de la Eucaristía y la necesidad urgente de vocaciones sacerdotales. El Pontífice no dudó en señalar que la carencia de sacerdotes es una “gran desgracia” para la Iglesia y para las naciones, subrayando al mismo tiempo el papel fundamental de los jóvenes servidores del altar como signo de esperanza para el futuro del catolicismo.
León XIV comenzó su alocución recordando a los presentes el valor espiritual del Año Jubilar, celebrado cada 25 años, describiéndolo como “una ocasión excepcional”. En sus palabras, este tiempo de gracia permite a los fieles “atravesar la Puerta Santa”, gesto que simboliza el encuentro con Cristo. “Él nos ayuda a ‘convertirnos’, es decir, a volvernos hacia él, a crecer en la fe y en su amor para ser mejores discípulos y que nuestra vida se abella y buena bajo su mirada, con vistas a la vida eterna”, afirmó.
Con particular cercanía hacia los jóvenes, el Papa exhortó a los monaguillos a aprovechar su visita a Roma, no solo como una experiencia cultural o comunitaria, sino como un encuentro íntimo con Cristo. Les pidió dedicar tiempo a la oración: “dedicando tiempo a hablar con Jesús en lo más profundo de vuestro corazón y a amarlo cada vez más”, recordando que el Señor solo desea “convertirse en vuestro mejor amigo, el más fiel”.
La centralidad de Cristo y la Eucaristía
El Santo Padre fue categórico al recordar la centralidad de Cristo en la vida cristiana: “Sólo Jesús viene a salvarnos y nadie más”. Ante los múltiples desafíos que atraviesa la humanidad, planteó la pregunta de quién podrá auxiliar al mundo y respondió con firmeza: “la respuesta es perfectamente clara y resuena en la Historia desde hace 2000 años: sólo Jesús viene a salvarnos y nadie más: porque solo Él tiene el poder —Él es Dios todopoderoso en persona— y porque nos ama”.
Para León XIV, la cruz es la garantía suprema de este amor. Dirigiéndose nuevamente a los monaguillos, subrayó: “Jesús nos ama y nos salva: dio su vida por nosotros al ofrecerla en la cruz”. Y añadió con emoción: “Esto es lo más maravilloso de nuestra fe católica, algo que nadie podría haber imaginado ni esperado: Dios, el creador del cielo y de la tierra, quiso sufrir y morir por nosotros, que somos criaturas. ¡Dios nos ha amado hasta morir!”.
La Eucaristía ocupó un lugar central en sus reflexiones. El Papa la definió como “el tesoro de la Iglesia, el tesoro de los tesoros”, enfatizando que se trata del “acontecimiento más importante de la vida del cristiano y de la vida de la Iglesia, porque es la cita en la que Dios se entrega a nosotros por amor, una y otra vez”. A este respecto, quiso dejar claro que “el cristiano no va a Misa por obligación, sino porque lo necesita, ¡absolutamente!; la necesidad de la vida de Dios que se entrega sin retorno”.
Vocaciones sacerdotales: un llamado urgente
Tras agradecer el servicio “muy grande y generoso” de los monaguillos en sus comunidades, el Papa los animó a mantener viva la fidelidad en su misión litúrgica. Los exhortó a acercarse al altar conscientes de “la grandeza y la santidad de lo que se celebra”.
Sobre la liturgia, León XIV recordó que la Santa Misa encierra un doble carácter: alegría y solemnidad. “La Misa es un momento de fiesta y alegría. ¿Cómo no tener el corazón alegre en presencia de Jesús? Pero la Misa es, al mismo tiempo, un momento serio, solemne, lleno de gravedad. Que vuestra actitud, vuestro silencio, la dignidad de vuestro servicio, la belleza litúrgica, el orden y la majestuosidad de los gestos, hagan entrar a los fieles en la grandeza sagrada del Misterio”, explicó.
En un tono más directo, el Pontífice invitó a los jóvenes a estar abiertos a la vocación sacerdotal, compartiendo con sinceridad una preocupación: “algo que debéis escuchar, aunque os preocupe un poco: ¡la falta de sacerdotes en Francia es una gran desgracia! ¡Una desgracia para la Iglesia, una desgracia para vuestro país!”. Sus palabras resonaron como una llamada a la responsabilidad y al compromiso cristiano de toda la comunidad eclesial.
Finalmente, antes de impartir su bendición apostólica, León XIV quiso dejar un mensaje de esperanza a los presentes: “Vuestro número y la fe que os anima son un gran consuelo, un signo de esperanza. Perseverad con valentía y dad testimonio a vuestro alrededor del orgullo y la alegría que os da servir en la Misa”.
Con esta intervención, el Papa reafirmó su cercanía a los jóvenes, su confianza en las nuevas generaciones y su preocupación por el futuro de la Iglesia, recordando que la fe se mantiene viva en la medida en que los fieles, especialmente los jóvenes, responden con generosidad al llamado de Cristo.
Con información de AciPrensa
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