miércoles, 24 de septiembre de 2025
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Las mañanas de la Niña María: Mons. Juan Clá habla de la Virgen (II)

Cómo era la jornada matutina de la Niña Virgen, relatada en la maravillosa obra de Mons. Juan Clá.

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Redacción (23/09/2025 21:49, Gaudium Press) En su maravillosa obra ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres, (1) Mons. Juan Clá elabora un bosquejo sublime de las mañanas de María, en la casa de sus padres en Nazaret, antes de que la Estrella de la Mañana entrara a servir en el Templo de Jerusalén a muy corta edad.

Ella, así como dicen las Escrituras del Niño Dios, “crecía y se fortalecía, llena de gracia y sabiduría, bajo la mirada de Dios y de los hombres”. Era Ella espectáculo para los ángeles, que “extasiados, no dejaban de contemplarla en ningún momento”. Por su parte “Santa Ana pensaba: ‘Quién es esta?’ ¡Ah, Ésta es Aquella que sólo el Todopoderoso pudo imaginar! ¡Ésta es la pequeña que gobierna el inmenso Corazón de Dios!” (2)

Siendo su alma sublime “el paradigma de todo el orden del universo”, sus rutinas seguían un ritmo regular, como es regular el movimiento de los astros: “su día se dividía entre oraciones, meditación, relaciones sociales y deberes familiares”. (3)

Ella es el paradigma del “orden del universo”: así Mons. Juan da la clave para entender todo el ser de la Virgen y su accionar.

“Aurora de la salvación que Cristo traería a la humanidad, María sentía una especial consonancia con el rayar del día y, en general, se despertaba en sus primeros albores. Después de levantarse, pasaba cerca de una hora u hora y media en oración, arrodillada sobre su propia cama. No se trataba de oración vocal, sino de un trato íntimo con la Santísima Trinidad, en una oración de quietud que subía hasta Dios desde lo más profundo de su corazón. A continuación, se arreglaba, y sólo entonces iniciaba las diversas actividades”. (4)

Las mañanas de sus días las “reservaba para ocupaciones domésticas”. Tan pronto aprendió a andar, quiso “ayudar a su madre en los quehaceres diarios, como cocinar y limpiar la casa”. También deseó conocer de labores de “confección del ajuar litúrgico”, que después su madre llevaba a una sinagoga cercana donde la familia asistía a los oficios. Por supuesto, le encantaban las labores del jardín, a las que se dedicaba de una forma singular: “buscaba sobre todo armonizar las flores según sus colores, intercalándolas con ciertos follajes delicados, de tal manera que, al verlas, las personas fácilmente se elevasen a Dios. Mientras trabajaba así en el jardín, entonaba melodiosamente salmos que los Ángeles acompañaban”. Dice Monseñor Juan, que la contemplación que los ángeles hacían de la Virgen, no solo era supremamente deleitable en la contemplación de la belleza de su ser, sino que también era sapiencial, pues “contemplando el sentido de orden y de belleza que emanaba de María, ellos enriquecían la propia comprensión que tenían del Creador”. (5)

Ella, reflejo perfectísimo del orden del universo, desde su más tierna infancia también vivía escudriñando ese mismo orden: “Otra característica muy notable en María era su alegría y profundidad en medio de las ocupaciones más comunes del día a día. Con espíritu meditativo, intentaba penetrar en el plan que Dios tenía respecto de cada criatura, revelándose así una contemplativa del orden del universo y una investigadora insaciable de las razones más altas de todas las cosas”. (6)

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Las conversaciones con Santa Ana, también imagen del convivio trinitario, versaban sobre muchos temas, también sobre los personajes que prefiguraban a la Madre del Mesías, que eran los preferidos de Ella, sin que Ella supiese que de esas historias era la oculta protagonista: “Rebeca, Ester, Judit, Rut, entre otras”, además de historias de sus antepasados y los demás héroes de Israel, tales Moisés, los Macabeos. “Como educadora eximia, Santa Ana intentaba llamar la atención de su Hija para la misteriosa armonía existente entre la justicia y la misericordia de Dios en su relación con los hombres”. (7) Pero al escuchar todos esos relatos históricos, lo que la Virgen también hacía era imaginar “la historia perfecta que el pueblo elegido era llamado a realizar, cómo sería ese reino ideal anunciado por el Señor y cuándo llegaría”, una “restauración del Paraíso de Adán”. (8)

En fin, no solo contemplativa del orden del universo, sino imaginativa del orden del universo perfecto, donde el pueblo elegido hubiera cumplido la misión. Misión que sería acabada por la Iglesia que nacería del costado lacerado de su propia sangre, la sangre de su Divino Hijo.

“El período matutino concluía con el almuerzo en la intimidad entre padres e Hija, escenas que se asemejaban más a una relación angélica que humana”. (9).

Por Saúl Castiblanco

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1 Mons. João Scognamiglio Clá Dias. ¡María Santísima! El Paraíso de Dios revelado a los hombres. Volumen II – Los Misterios de la Vida de María: una estela de luz, dolor y gloria. Caballeros de la Virgen. Bogotá. 2022.

2 Ibidem, p. 108.

3 Ibidem, p. 109.

4 Ibidem.

5 Ibidem, p. 110.

6 Ibidem, p. 111.

7 Ibidem.

8 Ibidem, p. 112.

9 Ibidem.

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