Hayden, de 27 años, combina la teología y la carpintería litúrgica para embellecer la Iglesia, inspirándose en la tradición gótica y en la misión de San José.
Redacción (01/10/2025 14:45, Gaudium Press) John Hayden nació en Butte, Montana, EE.UU., y desde pequeño mostró un don especial para trabajar con las manos. De manera autodidacta fue aprendiendo carpintería, un arte que lo acompañó desde sus juegos de infancia, cuando construía pequeños objetos e incluso llegó a levantar una catapulta gigante. Esto que parecía un simple pasatiempo terminó convirtiéndose con los años en una verdadera pasión.
Su amor por la madera lo llevó a Canadá, donde trabajó junto a un experto carpintero. “Fue donde nació la verdadera pasión”, recordó Hayden al narrar cómo ese aprendizaje despertó en él un compromiso más profundo con este oficio.
La unión entre la teología y la carpintería
Aunque más tarde sus intereses académicos lo guiaron a estudiar Teología en el Instituto Teológico Internacional ITI de Austria, la carpintería nunca desapareció de su vida. En medio de sus estudios, seguía fabricando mesas y sillas para amigos y compañeros de universidad.
“Amo la teología, me apasiona”, resaltó. “Pero soy una persona práctica, de manos a la obra. Así que incluso en el ITI hacía mesas y sillas para la gente, siempre tratando de mantener viva esa parte de la carpintería”.
Ese talento encontró un cauce inesperado hace dos años, cuando en su parroquia de St. Richard, en Columbia Falls, necesitaban dos mesas de credencia, pequeñas mesas auxiliares usadas en la Eucaristía. Hayden se ofreció a construirlas y ese fue su primer proyecto de carpintería litúrgica.
“Vi esto como una oportunidad increíble de combinar estas dos disciplinas y pasiones mías, la carpintería y la teología —porque, por supuesto, la carpintería litúrgica está profundamente impregnada de significado—. Era en algo en lo que podía volcarme por completo”, explicó.
Su primer altar
Poco después llegó un reto mayor: la parroquia de St. Matthew, una iglesia local de estilo neogótico que había sufrido varios incendios en décadas anteriores, inició una renovación para embellecer el templo con molduras ornamentales y buscaban a alguien capaz de construir todo el presbiterio.
“Nunca había hecho un altar”, confesó Hayden. Sin embargo, tras el éxito con las mesas de credencia, aceptó el desafío. “La parroquia confió en que yo diseñaría algo que funcionara y que fuera bello para el espacio”, recordó.
Antes de comenzar, decidió hacer un retiro espiritual. Fue entonces cuando, según él, la forma y la estructura del altar se le presentaron con claridad. Tras dos meses de diseño y ocho de trabajo manual, logró completar el altar mayor, el altar lateral, el ambón y las barandillas de la iglesia.
Aunque temía que algunos feligreses no aceptaran el estilo, por ser más ornamentado que el anterior, la obra fue recibida con entusiasmo tanto por los fieles como por el párroco.
Un mes después, el obispo Austin Vetter, de la diócesis de Helena, acudió a consagrar el altar. Para Hayden, fue un momento inolvidable: “Recuerdo haber pensado: ‘Bien, hice mi trabajo, pero ahora que el obispo lo ha consagrado, ya no es mío. He hecho una ofrenda y ha sido entregada a Dios’. Es increíble pensar que el sacrificio eucarístico se celebra sobre algo que yo construí”.
“Cuando voy a la iglesia los domingos, no veo mi altar. Veo la misa, veo la liturgia. Veo algo más grande que yo. Veo el altar de Cristo”, añadió.
La teología como fundamento
Para Hayden, su formación teológica ha sido clave en el modo en que concibe y ejecuta cada pieza. “Obviamente, uno no aprende carpintería a partir de la teología —dijo—, pero la teología realmente me da la actitud y la perspectiva con las que puedo diseñar y hacer mi trabajo: desde incorporar la oración hasta conocer qué es la misa y qué es la Iglesia, para así saber cómo debe construirse algo para ella”.
El joven carpintero confesó que una de sus mayores inspiraciones provino de un viaje a Francia, donde junto a dos amigos recorrió varias catedrales góticas. “Uno entra en esas iglesias y siente como si lo sacaran de sí mismo y lo llevaran a otro mundo. Cuando se trata del diseño, lo doy todo. No me guardo nada. Quiero que sea lo más hermoso y lo mejor posible”.
Tras completar el altar mayor de St. Matthew y los altares laterales de la iglesia de St. Patrick en Portland, Oregón, Hayden está concluyendo un santuario a San Patricio en la misma parroquia y ya tiene otros proyectos en camino.
Aunque reconoce que la arquitectura gótica es su preferida, dice que lo esencial es “mantener la unidad dentro del espacio y lograr que las piezas correspondan con la iglesia misma”. Y agrega: “Siempre me mantengo dentro de la tradición, siguiendo un estilo más clásico”.
El trabajo manual como ofrenda
Una característica de sus obras es que todo lo realiza a mano, desde el tallado hasta la ornamentación. “Creo que hay algo muy especial en mantener el aspecto humano en la obra”, afirma.
En su taller solo tiene una imagen: un icono de San José. “De vez en cuando me doy cuenta de que estoy haciendo lo que San José y Jesús hicieron como profesión”, confesó. “Lo más importante es la misión de embellecer la Iglesia y dar gloria a Dios a través de la belleza”.
Finalmente, Hayden observa que existe en las nuevas generaciones un fuerte anhelo de que la Iglesia exprese de forma visible lo que lleva en su interior. En su caso, esa búsqueda lo ha llevado a unir sus dos grandes pasiones: la teología y la carpintería, poniendo ambas al servicio de Dios.
Con información de Religión en Libertad
Deje su Comentario