Tras años de intensa vida parroquial, el sacerdote italiano Raffaele Busnelli eligió el silencio de las montañas para dedicarse a la oración, el trabajo manual y la acogida espiritual de quienes buscan a Dios.
Foto: famigliacristiana.it
Redacción (14/10/2025 09:31, Gaudium Press) En lo alto del valle de Varrone, entre montañas cubiertas de bosques y prados que dominan la romántica ciudad de Lecco, en el norte de Italia, vive un hombre que decidió cambiar la velocidad del mundo por el ritmo del silencio. Se trata de Raffaele Busnelli, sacerdote diocesano que hace trece años dejó atrás su frenética vida parroquial para convertirse en ermitaño.
Hoy, en el pequeño poblado de Pagnona, Italia, su vida transcurre entre la oración, el trabajo manual y la acogida de quienes llegan en búsqueda de sentido. Su morada, el Eremo della Breccia —el yermo de la brecha, como él lo llama— está formada por un conjunto de sencillas casas de piedra que él mismo restauró con ayuda de algunos jóvenes amigos de su época como párroco: una capilla, una cocina, una biblioteca repleta de libros, una habitación para huéspedes y un taller de carpintería. No hay pueblos a la vista. Solo el sonido del viento, los árboles y la oración.
Una rutina que nace del silencio
El padre Busnelli vive bajo una rutina precisa, marcada por la oración y el trabajo. Su día comienza a las cinco de la mañana.
“Rezar es saber que Dios tiene algo que decir y dejar que suceda”, explica. Después dedica tiempo al estudio, al mantenimiento de su jardín o a la carpintería, donde encuentra una forma de oración en el trabajo manual.
En la entrevista concedida a Avvenire, el sacerdote confiesa que su vida actual es exigente, pero liberadora. “Aquí te quedas maravillado durante la primera media hora, luego descubres todo el duro trabajo de cultivar la tierra”, dice, con una sonrisa muy humana. “El invierno es la estación más dura. Hace mucho frío y todo se seca”.
Un desierto que florece
Aunque podría pensarse que su vida es completamente solitaria, el ermitaño recibe cada año entre 500 y 700 visitantes. Algunos permanecen solo unas horas, otros, días o incluso semanas. “Muchos vienen por una verdadera búsqueda espiritual”, comenta. “Algunos son ateos y vienen por curiosidad, pero a menudo se dan cuenta de que buscaban una dimensión más profunda. Yo les escucho y les hablo del Evangelio. Debemos devolver el amor que hemos recibido”.
En otra entrevista con Il Grinzone.it, P. Busnelli recordó con humor una anécdota de sus primeros años en el éremo — lugar solitario y apartado—: “Una persona mayor se presentó y me preguntó si podía ver al ermitaño; era un día de invierno y en Gallino no había nadie más que yo, que estaba trabajando en la carpintería. Respondí: “Como estoy solo, dicen que soy el ermitaño”. El señor, molesto, se fue murmurando que no podía ser yo, porque no tenía barba y no vivía en una cueva”.
Con el tiempo, quienes llegan hasta este rincón remoto descubren que la vida eremítica no se trata de huir del mundo, sino de habitarlo desde otro modo. “Los visitantes que llegan al éremo buscan simplicidad, a veces en el silencio, otras en la conversación. Pero para recibir fruto espiritual se requiere tiempo”, explica. Y añade: “Algunas personas piensan que la soledad ofrece automáticamente mayor libertad, pero esta no es una realidad inmediata. Una mayor soledad requiere mayor disciplina y mayor rigor”.
De un establo abandonado a una biblioteca de 10.000 libros
Su historia comenzó cuando una mujer le regaló una pequeña cabaña en este rincón remoto, de hecho un establo, que se había convertido en un almacén, con un pequeño pajar encima. Con paciencia, y la ayuda de amigos, fue reconstruyendo aquel lugar hasta convertirlo en un pequeño conjunto de casas con electricidad, agua y un modesto sistema de alcantarillado.
En la actualidad, la biblioteca del éremo alberga casi 10.000 libros, en su mayoría textos de los Padres de la Iglesia y del Concilio Vaticano II, donados por otros sacerdotes. “Intenté reconciliar una vida contemplativa con una vida activa, una muy activa. Me levantaba temprano por la mañana para rezar, y esto me ayudó: Ora et Labora siempre han estado unidos, no hay división”, comenta.
Antes de comenzar su vida de ermitaño, P. Busnelli habló con los cardenales Carlo Maria Martini y Dionigi Tettamanzi, arzobispos de Milán. Ambos discernieron con él la autenticidad de su llamado. No huía de la vida pastoral, sino que buscaba una manera más profunda de servir a Dios desde el silencio.
“La hospitalidad también es un valor fundamental para la experiencia eremítica”, explica. “Las lecturas y la experiencia de los Padres del Desierto me ayudaron mucho y siguen ayudándome. También son importantes las reuniones mensuales con otros cuatro eremitas que viven en distintas zonas; en cada encuentro tratamos un tema específico”.
Soledad que fecunda
Hoy, el padre Busnelli mantiene contacto con otros 200 ermitaños italianos, con quienes prepara una peregrinación a Roma para el Jubileo de la Vida Consagrada. Tiene un teléfono móvil, que utiliza más de lo habitual en estos días, organizando la logística del evento. Su tono, sin embargo, sigue siendo el de quien vive en otra frecuencia.
Cuando le preguntan si no debería estar sirviendo en una parroquia, dada la falta de sacerdotes, responde con esta reflexión: “Estamos acostumbrados a medirlo todo con los parámetros de utilidad y productividad, propios del mundo económico. Quizás debamos cambiar nuestro enfoque”.
El sacerdote se apoya en el documento eclesial de 2022 titulado Ponam in deserto viam (“Abriré un camino en el desierto”, tomado de Isaías 33), que ofrece directrices para la vida eremítica.
“Es algo que aparentemente no tiene sentido. ¿Por qué abrir un camino en un contexto que es por definición improductivo, donde no hay nadie? La respuesta siempre viene de Isaías, quien dice: ‘El desierto florecerá, y correrán ríos de agua por él, y todo brotará y dará fruto’”.
Y concluye con una frase que resume su vida entera: “Debemos tener la valentía de permanecer en el desierto y en silencio. Entonces se abrirán nuevos caminos que ni siquiera podemos imaginar, y que todos, algún día, podremos recorrer”
Con información de Religión en Libertad
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