Milagro es “aquello que ha sido hecho por Dios fuera del orden de toda naturaleza creada” enseña Santo Tomás.
Redacción (29/10/2025 15:58, Gaudium Press) Milagro es “aquello que ha sido hecho por Dios fuera del orden de toda naturaleza creada” enseña Santo Tomás. Los milagros superan las fuerzas de la naturaleza, siendo que hay algunos que son objeto de fe y están fuera de la experiencia sensible. La Eucaristía entra en esta clasificación.
En un libro del que es autor el Padre Jean Claude Fillion sobre “Les Miracles de Notre-Seigneur Jésus-Christ” – es su título en francés –, se publica una lista por orden cronológica de los milagros hechos por el Señor que figuran en los Evangelios. En ella se reseñan nada menos que 39 milagros, siendo el primero la mutación del agua en vino en Caná, y el último, la segunda pesca milagrosa.
Al decir “milagros” aquí, se significa el acontecimiento puntual en sí, sin tener en cuenta el número de personas que fueron objeto del milagro. Por ejemplo, la cura de aquellos diez leprosos: fue un milagro que, en rigor, podría catalogarse como siendo diez. En otros lugares, el Evangelio nos dice que Jesús curaba a todos los enfermos que le presentaban, lo que significa muchos milagros individuales en una misma ocasión. En realidad, en los tres años de vida pública de Jesús, los milagros que realizó habrán sido incontables ¡mucho más de 39! De hecho, el mismo autor escribe en su libro que toda la vida de Jesús “es un tejido perpetuo de milagros”; tanto milagros materiales evidentes como esos 39, como milagros interiores imperceptibles por los sentidos corporales.
Ahora, lo que es el milagro por excelencia, el milagro de los milagros, aquel que pasa por encima de las leyes naturales de la manera más contundente y a la vez suavísima, es el de la Eucaristía. Pues bien, ese milagro no aparece citado por Fillion como tal. ¿Qué razones habrá tenido este erudito sacerdote – que es autor también de otras obras de valor –, para no mencionar a la Eucaristía como un milagro? No obstante, hay que reconocer que su libro es una valiosa obra apologética donde se refutan errores de incrédulos, de protestantes, de racionalistas y de modernistas que contestan milagros del Nuevo Testamento, como si el Divino Taumaturgo no fuese omnipotente para operarlos, o que lo narrado en los libros sagrados fuesen exageraciones didácticas para inflar la figura de Cristo.
Más, vamos a nuestro tema: “La Eucaristía, el mayor de los milagros”. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El milagro de la multiplicación de los panes, cuando el Señor bendijo, partió y distribuyó los panes a sus discípulos para alimentar a la multitud, prefigura la superabundancia de este único pan de la Eucaristía” (n. 1335). La prefigura es necesariamente inferior a la figura…
Además, el milagro del Santísimo Sacramento comporta dentro de en sí otros tantos milagros, citemos apenas cinco: 1) El desaparecimiento de la substancia del pan y del vino; 2) La restitución de las substancias desaparecidas cuando se corrompen las especies y Nuestro Señor las abandona; 3) En la hostia consagrada, las especies se sustentan unidas sin apoyarse en las substancias; 4) Las especies están sujetas a las mismas contingencias como si las substancias no hubiesen perecido: se calientan, se enfrían, se disecan ¡y no son apariencias pala iludir a los sentidos, son realidades!; 5) La multiplicación del Cuerpo de Cristo se extiende a todas las hostias y a todas las parcelas, por más ínfimas que sean, de esas hostias, de suerte que el Sumo Bien que tiene su trono en el cielo, está entero en la parcela más pequeña.
Dada la multiplicidad de misterios y de milagros que encierra, la Eucaristía es un compendio de la fe, el centro de gravedad de la piedad cristiana y la estrella que dirige toda la actividad de la Iglesia católica. ¿Cómo es que damos crédito, y con cuánta razón, a los llamados “milagros eucarísticos” que tanto fascinaron al joven Carlo Acutis recientemente canonizado, y dejamos de ver el prodigio de la transubstanciación como el milagro de los milagros? Con razón decía en Santo Cura de Ars, “¿No es acaso la consagración del pan y del vino un milagro mayor que resucitar un muerto? ¡Es el propio Dios que está ahí como está en el cielo!”
El pasado 25 de agosto, dirigiéndose a un grupo de monaguillos franceses en peregrinación a Roma, León XIV destacó que el lugar donde mejor se puede experimentar el amor de Cristo es la Eucaristía, “tesoro de la Iglesia, tesoro de tesoros”. El Papa les dijo que la Misa “es el acontecimiento más importante de la vida del cristiano y de la vida de la Iglesia, porque es el encuentro en el que Dios se entrega a nosotros por amor, una y otra vez. El cristiano no va a misa por obligación, sino porque lo necesita absolutamente. ¡necesita la vida de Dios que se entrega sin pedir nada a cambio!”
Eucaristía: tesoro de tesoros de necesidad absoluta (Papa León) amor de los amores (San Bernardo) y el mayor de los milagros. Y, cosa triste, hay entre nuestros hermanos en la fe quienes ignoran, desprecian o ultrajan a Dios dejando de santificar el día domingo como manda la ley de la Iglesia.
Para terminar, damos noticia de una excelente iniciativa eucarística: Tlaxcala, la Diócesis más antigua de México – hoy sufragánea de la Arquidiócesis de Puebla de los Ángeles –, conmemoró su quinto centenario con unas jornadas de 500 horas de adoración ante el Santísimo. La iniciativa comenzó el pasado 12 de septiembre y concluyó el 3 de octubre, distribuyendo los turnos entre los 93 templos de la diócesis. Una curiosidad: Tlaxcala significa en la lengua ancestral del lugar “ciudad del pan de maíz”. Pues allí reside desde hace cinco siglos el Pan Vivo bajo las apariencias de pan… no de maíz sino de trigo.
Que esta vigilia mexicana sea ejemplo para conmemoraciones que se hagan en otras partes. Nada supera el culto de adoración para glorificar a Dios. Y para las personas, adorar es convivir familiarmente con el mayor de los milagros.
Por el P. Rafael Ibarguren, EP
(Publicado originalmente en www.opera-eucharistica.org)






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