“Bajo la égida de León XIV, el Colegio Cardenalicio parece estar encontrando su camino hacia una colegialidad más auténtica…”
Foto: Vatican News
Redacción (18/11/2025 16:53, Gaudium Press) El Vaticano espera con atención el primer consistorio del pontificado de León XIV, programado para los días 7 y 8 de enero. No se trata solo de la primera convocatoria oficial de los cardenales desde su elección, sino del gesto inaugural de un método. Contrario a lo que se podría imaginar, el foco del evento no es un tema específico ni una agenda programática cerrada, sino el hecho mismo de que los cardenales sean convocados a participar. Luis Badilla, periodista chileno y agudo observador de la mecánica eclesial, incluso después del cierre de su blog Il Sismografo y que ahora publica esporádicamente en Messa in Latino, intentó desentrañar el significado de este gesto y concluyó que no es un detalle, sino una señal decisiva del estilo que el nuevo Papa quiere imprimir al gobierno de la Iglesia.
Según Badilla, la clave para comprender este consistorio reside en entender que León XIV no solo está abriendo las puertas del palacio apostólico, sino que reaviva una institución relegada a un segundo plano. El Código de Derecho Canónico siempre ha contemplado los consistorios como momentos naturales de consulta, pero durante años esta función quedó eclipsada. En el pontificado anterior, las reuniones eran escasas, formales y, a menudo, carentes de contenido. Francisco prefería reunir a un pequeño círculo, el célebre Consejo de Cardenales [C7 o C9], que funcionó durante más de una década como un órgano privilegiado de decisión y consulta. Para Badilla, este grupo restringido terminó desempeñando el papel de consistorios extraordinarios que por esto no se celebraron, relegando al Colegio Cardenalicio a un segundo plano en asuntos que, por la propia lógica de la Iglesia, deberían tenerlo como protagonista.
La muerte de Francisco, sin embargo, propició un momento de análisis interno que Badilla no duda en calificar de franco. Durante los días de sede vacante, se habló abiertamente de la necesidad de devolver a los consistorios su función y regularidad. Muchos cardenales, incluido el cardenal Prevost, debatieron la situación antes del cónclave. Era evidente que una parte significativa de la jerarquía percibía que la colegialidad episcopal se había mencionado más de lo que se había practicado durante doce años. Badilla observa que el Papa argentino usaba el término, pero no abonó en la práctica, y que su preferencia por estructuras paralelas terminó por alejar al Colegio Cardenalicio del centro de la vida de gobierno.
Es en este contexto que León XIV toma una decisión que Badilla considera más simbólica que administrativa: un regreso a la normalidad. No inventa nada. No crea nuevas estructuras. Solo aplica lo que la ley prevé. Y es precisamente esta sencillez la que tiene fuerza. El gesto representa un retorno al camino correcto sin ser necesariamente una ruptura. Al convocar a los cardenales que lo eligieron, el Papa les otorga el papel que siempre tuvieron, pero que se les había impedido ejercer plenamente, según lo previsto en el Código de Derecho Canónico. Y, en esta restauración silenciosa, Badilla ve un cambio profundo: el Papa quiere gobernar con el colegio, no solo ante él o por encima de él.
Otro elemento importante del análisis es la expectativa respecto al contenido de la reunión. Badilla insiste en que lo más significativo no es el tema anunciado, sino el posible tema. El Papa tiene ahora la oportunidad de presentar a los cardenales una visión panorámica del estado de la Iglesia, vista desde arriba, sin mediación. Ellos, a su vez, podrán expresar sus impresiones ya no como opositores silenciosos, sino como legítimos consejeros. Entre los temas que surgirán naturalmente, Badilla menciona la Praedicate Evangelium, no como teoría, sino como práctica. El texto lleva años en vigor y, a pesar de la retórica de reforma, aún suscita dudas y críticas sobre su eficacia, su estructura real y sus resultados concretos.
Otro tema inevitable, según Badilla, será la preparación de la Asamblea Eclesial Mundial de 2028. Muchos obispos y cardenales consideran el proyecto excesivamente vago, marcado por una verbosidad que tiende más a oscurecer las ideas que a aclararlas. Se habla mucho de la sinodalidad, pero hay falta de claridad sobre su concepto, sus objetivos y su metodología. El riesgo, para algunos, es el de un sínodo interminable que se extienda a través de sucesivos documentos, cada vez más largos y menos objetivos. Badilla no oculta la inquietud que existe en la base episcopal y el consistorio podría ser la primera ocasión para abordar este tema directamente.
Pero no solo se hablará del futuro. También será necesario examinar críticamente el pasado reciente. La estructura de gobierno establecida en los últimos años requerirá una evaluación serena. Badilla no cree que León XIV pretenda revertirlo todo, pero es inevitable que el Colegio Cardenalicio se sienta libre de cuestionar prácticas que, durante mucho tiempo, no se podían debatir abiertamente. La restauración de los consistorios abre un espacio institucional donde se pueden plantear preguntas sin temor a ofender al Papa, precisamente porque él mismo las solicita.
En definitiva, para Badilla, la esencia del encuentro reside en el método mismo. El consistorio es el mensaje. Es la forma que revela la intención. Es un retorno a la colegialidad real, no retórica. Es una manera de decir que el Papa no quiere gobernar solo, pero tampoco quiere gobernar con un grupo paralelo de asesores permanentes. El primer consistorio de León XIV es, por lo tanto, diagnóstico y remedio. Es el punto de partida de un estilo que prefiere la normalidad a la experimentación, el derecho consolidado a la creatividad institucional.
Si alguien espera anuncios espectaculares o reformas coreografiadas, quizá haya elegido el pontificado equivocado. Esto parece indicar lo que Gagliarducci prevé como el «inicio» práctico del pontificado de León XIV (véase el artículo: León XIV: ¿Hacia el inicio de su pontificado?). León XIV parece seguir una lógica que Badilla califica de simple, pero nunca simplista. Empieza por lo básico porque faltaba lo básico. Y quién sabe, al final de la reunión, al despedirse de los cardenales, el Papa podría decir «hasta pronto» en lugar de «adiós». Bajo la égida de León XIV, el Colegio Cardenalicio parece estar encontrando su camino hacia una colegialidad más auténtica, arraigada en la corresponsabilidad y el marco legal de la Iglesia.
Por Rafael Tavares.





Deje su Comentario