Nos encontramos en medio de un caso global provocado por la publicación de un libro que denuncia la intervención de los Heraldos del Evangelio y los atropellos al derecho.
Redacción (25/11/2025 09:21, Gaudium Press) La noticia, inicialmente reportada por Specola en Infovaticana, fue confirmada poco después por Gaudium Press: el cardenal Raymundo Damasceno Assis, de 88 años, presentó su renuncia como Comisario Pontificio de los Heraldos del Evangelio al Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Unos días después, se informó que su renuncia no había sido aceptada por el dicasterio, bajo la dirección de la Hna. Simona Brambilla, MC.
La renuncia era esperada: la brecha entre el dicasterio y el comisario venía creciendo desde hacía tiempo. ¿Y cuál es el contexto? Nos encontramos en medio de un caso global suscitado por la publicación de un libro-denuncia enque los Heraldos proclaman por los tejados un histórico de los hechos de la intervención del dicasterio vaticano y los atropellos al derecho (véase el comunicado de prensa sobre el libro “El Comisariado de los Heraldos del Evangelio”). https://www.heraldosdelevangelio.com/el-comisariado-de-los-heraldos-del-evangelio-sancionados-sin-dialogo-sin-pruebas-sin-defensa/
Huelga decir que la noticia está hirviendo en los pasillos del Vaticano y en la opinión pública en general, especialmente en América y Europa. La razón es muy simple: los Heraldos, gusten o no de ellos, llaman la atención. Ahora bien, esta atención se multiplica cuando se constatan incontables atropellos jurídicos, basados en abusos de autoridad de todo tipo, con consecuencias desastrosas.
Los atropellos del dicasterio no perdonaron ni siquiera al comisario, nombrado por el propio Vaticano. El cardenal Damasceno, cuidadoso y calculador, prefería métodos que contrastaban con la avaricia del dicasterio, que favorecía medidas destructivas y precipitadas ajenas al derecho. Así, el purpurado brasileño fue gradualmente marginado hasta que su campo de acción quedó completamente restringido, dando lugar a una situación contradictoria: un “comisario-comisariado”…
La actitud de la hermana Simona Brambilla no fue menos sorprendente: con una agilidad sin precedentes en las respuestas del dicasterio, ella solicita al cardenal Damasceno, de 88 años, que permanezca aún algunos meses al frente del comisariado, aunque él mismo haya admitido que no quedaba nada más por hacer.
También cabe preguntarse si la carta de la hermana Brambilla es válida, ya que una vez más se dirige a los Heraldos del Evangelio como una “asociación pública”, cuando en realidad es una asociación privada. Este es un grave problema que generó tal desorden que el dicasterio tuvo que modificar el decreto que establecía el comisariado, recurriendo a medios turbios y fraudulentos para su ejecución, como se demuestra en el libro mencionado.
De hecho, el cardenal Damasceno, después de tanto tiempo, esfuerzo y recursos invertidos, considerando su misión concluida, postuló el fin de la intervención vaticana. Sin embargo, el dicasterio, como se demuestra en el libro, reaccionó con contundencia en 2024, declarando no estar suficientemente satisfecho con las medidas realizadas.
Sin embargo, con la publicación del libro, se ha multiplicado el número de autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, insatisfechas con los procedimientos a los que han sido sometidos los Heraldos, quienes hasta ahora habían guardado un respetuoso, aunque doloroso silencio.
En este contexto, la solicitud de renuncia del cardenal Damasceno torna aún más delicada la situación del dicasterio. Una vez confirmada esta renuncia en unos meses, como promete la prefecta y su secretaria en una carta, ya no habrá ningún miembro del Comisariado entre los nombrados por el propio dicasterio. Después de un “comisario-comisariado”, tenemos ahora un “comisario-descomisariado”. ¿Cuándo llegaremos a un descomisariado puro y duro?
En resumen, ¿qué vendrá después? Se presume que el cardenal Damasceno también haya presentado su renuncia a Su Santidad, el Papa León XIV. ¿Seguirá el Santo Padre los dictados del dicasterio, que pide “unos meses más”? La cuestión es que, a estas alturas, el comisariado ya no está en un “astillero”, como ilustra el libro-dossier, sino que ya verdaderamente ha naufragado.
Si la renuncia se acepta definitivamente, ¿cómo se procederá? ¿Con una animosidad ideológica aún mayor? Si, como corren los rumores, el dicasterio nombra nuevos comisarios más a su gusto —es decir, incluso más violentos y abusivos que sus predecesores—, estará confirmando todo lo que el libro describe como su linea delictuosa de acción. Queda por ver quién estaría dispuesto a asumir tan complejo encargo… Cada vez parece más difícil encontrar candidatos para este naufragio. Uno de los candidatos fuertes, Mons. Jordi Bertomeu, quien ya ha prometido públicamente que sus próximas víctimas serían los Heraldos del Evangelio, se encuentra ahora inmerso en un escándalo mundial.
Por otro lado, ¿es realmente la intención del dicasterio dejar todo en un limbo eterno? De ser así, persistirá en esta actitud inexplicable y jurídicamente insostenible, confirmando además las acusaciones del libro-bomba, que elucida la táctica de asfixia vocacional mediante la demora eterna.
Así, la solicitud de renuncia del Cardenal Damasceno ha transformado el contexto de efervescencia mundial en un callejón sin salida para el dicasterio, especialmente para su prefecta, la hermana Simona Brambilla, quien decidió alinear sus acciones con las del cardenal João Braz de Aviz, heredando de él tanto la ideología estrecha de miras como la antipatía general de la que gozaba el antiguo prefecto. Ante tanta complicación, ¿optará también por la desistencia? ¿O seguirá el camino del exprefecto en el “grave abuso de autoridad” y «grave violación del secreto de oficio”, conforme el artículo 65 del hoy conocido Reglamento del Cuerpo de la Curia Romana?
Sea como fuere, los Heraldos del Evangelio han demostrado tener confianza, pues, como dijo Santo Tomás de Aquino, “quien dice la verdad no puede ser derrotado, no importa con quién dispute” (Super Iob, cap. 13, l. 2, n. 229). Y aunque son pocos en comparación con todo el orbe católico, cuentan con creciente adherencia —y también inconformidad con esta situación— de una amplia masa de la opinión pública católica, especialmente en las redes sociales. En un contexto donde el Papa León XIV invoca cada vez más la unidad y la paz, ¿estará dispuesto el dicasterio a contrariarlo y a sembrar aún más la discordia en la Iglesia católica? ¿No es hora de que León XIV ponga fin a esta situación?
Por Luis Fernando Ribeiro





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