miércoles, 26 de noviembre de 2025
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¿Desentendimiento entre la Hna. Simona Brambilla y el Cardenal Damasceno? Ilustración de un Comisariado

Los últimos hechos ocurridos entre la Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Hna. Simona Brambilla, y el Cardenal Raimundo Damasceno Assis parecen ilustrar el recorrido de un Comisariado: confuso, precipitado y marcado por errores.

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Redacción (26/11/2025 10:22, Gaudium Press) La Rvda. Hna. Simona Brambilla, primera mujer al frente de un Dicasterio del Vaticano, heredó la tarea de gestionar los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, y los miles de sus miembros.

Su postura viene consolidando, sin embargo, un modo de actuar restrictivo y poco dado a la escucha, bastante afín con el del anterior prefecto, el Cardenal João Braz de Aviz, y que no deja de levantar sospechas.

Hechos ligados al Comisariado de los Heraldos del Evangelio –ya ampliamente divulgados por la prensa católica– han evidenciado tal modus operandi pautado por la falta de transparencia e irregularidades canónicas.

En esa línea, la reciente petición de renuncia del cardenal Raimundo Damasceno Assis como Comisario Pontificio de los Heraldos del Evangelio, dirigida a la Hna. Simona Brambilla,[1] parece haber traído a la superficie la insatisfacción del purpurado brasileño con el Dicasterio Romano, evidenciando un punto de inflexión sin precedentes en todo este affaire.

Efectivamente, después de un exhaustivo trabajo de acompañamiento del Cardenal Damasceno, sintetizado en un informe de cerca de sesenta páginas y con abundante documentación anexa,[2] y que buscaba clausurar el Comisariado, la actitud del Dicasterio fue intrigante: la Hna. Simona Brambilla ni siquiera quiso recibir al Eminentísimo Cardenal en Roma y delegó que una secretaria lo hiciera.

Pero, más allá de esa actitud esquiva, causó mayor perplejidad el hecho de que la Prefecta, hace unos días, haya postergado el pedido de renuncia del propio cardenal Damasceno, generando gran desconcierto.

Ahora bien, el desentendimiento entre la Hna. Simona y el Cardenal Damasceno revela no solo una desarmonía de puntos de vista –en juega entre el Derecho Canónico o una concepción ideológica –, sino, sobre todo, apunta una situación de desarmonía en los estamentos vaticanos.

En efecto, movidos a veces por cierta ingenuidad, somos llevados a creer que las actividades en aquellos dicasterios, aún, transcurren de modo organizado y bien estructurado como fue antaño; sin embargo, los hechos parecen demostrar todo lo contrario.

Cito un minúsculo ejemplo.

El referido comunicado de no aceptación de la renuncia del cardenal Damasceno, firmado por la prefecta del Dicasterio, la Rvda. Hna. Simona Brambilla, y la secretaria, la Rvda. Hna. Tiziana Merletti, estuvo marcado por errores primarios de dactilografía e idioma: la palabra commisario (en italiano) se escribe con dos “m”; pontificio no lleva acento, en ese mismo idioma (podría pensarse que se tratara de la lengua portuguesa, pero, aun así, faltaría acento en “comissário”), y, además, segretario viene escrito como en español, y no como se escribe en italiano…

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Sin embargo, error aún peor, de carácter material, es el hecho de que la Asociación Privada de Fieles Heraldos del Evangelio haya sido contemplada como Asociación Pública. En otras palabras, una impericia canónica incontestable.[3]

De repente, la inesperada actitud del purpurado brasileño haya tomado a muchos de sorpresa, incluso al propio Dicasterio, que estaba decidido a prolongar indefinidamente la situación de “punto muerto” en que se encontraban las cosas, ocasionando así una respuesta prematura y redactada a las prisas.

Sea como fuere, y, presumiblemente, sin pretenderlo, postergando “por algunos meses” la petición de renuncia del cardenal Damasceno, la Hna. Brambilla ofrece al cardenal la posibilidad de, al final de una larga carrera eclesiástica, él hacer prevalecer en todo este caso la virtud que debería caracterizar a todos cuantos están insertos en él, y que es la justicia.

Sin embargo, después de “derramado el caldo”, ¿estará la Hna. Brambilla dispuesta a, ahora, oír lo que tiene que decirle el Comisario Pontificio que acompañó a la Institución a lo largo de estos últimos seis años?

El hecho es que el cierre al diálogo por parte del Dicasterio encabezado por la Hna. Simona se ha recrudecido día a día hacia los Heraldos e incluso hacia el propio cardenal Damasceno, visto que ya no se obtiene ningún género de respuesta, sea cual fuere la naturaleza del asunto, ni siquiera para debatir el informe de conclusión del Comisariado, proporcionado hace más de seis meses por el propio Comisario. ¿Dónde está aquella “escucha activísima” como signo para la vida consagrada?[4]

Tales actitudes, al fin y al cabo, acaban por ilustrar cuánto este Comisariado fue (y continúa siendo) precipitado en el vacío.

Pero importa, en este embrollo todo, confiar en las tan acertadas palabras proferidas por el Santo Padre León XIV en su reciente catequesis: “¡La paz que Jesús trae es como un fuego y exige mucho de nosotros! Nos pide, ante todo, que asumamos una posición. Frente a las injusticias, las desigualdades, donde la dignidad humana es pisoteada, donde los frágiles son privados de la palabra: asumir una posición. ¡Esperar es asumir una posición! Esperar es comprender en el corazón y mostrar en los acontecimientos que la realidad no debe continuar como antes. ¡También este es el fuego bueno del Evangelio!”[5]

¿Qué posición tomarán los que, hasta el momento, se han mostrado sordos a escuchar? ¿Prestarán oídos, al menos, a las enseñanzas de León XIV?

Habiendo padecido largos años de descomedimientos que ya rozan los límites de la litigación de mala fe, las verdaderas víctimas de todo este caso dejan claro que “no se debe continuar como antes”, porque, de lo contrario, el sistema forjado para hacer acallar y silenciar a los miembros sanos de la Iglesia acabaría, por fin, perjudicándola a ella misma.

Y perjudicar a la Iglesia sería, en última instancia, faltar a la justicia.

Por Thiago Corrêa

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[1] Según lo dispuesto en el Código de Derecho Canónico (cf. can. 187): “El que se halla en su sano juicio puede, con causa justa, renunciar a un oficio eclesiástico”.

[2] Según el comunicado de prensa emitido por los Heraldos del Evangelio: “El documento recoge todos los puntos planteados durante la intervención, ya sea en el ámbito financiero, con las opiniones de Monseñor Nereudo Freire Henrique —entonces Tesorero de la CNBB—, en el ámbito jurídico, con las opiniones del Dr. Hugo José Sarubbi Cysneiros —asesor legal del Comisariado, quien también ocupa el mismo cargo en la CNBB y la Nunciatura Apostólica de Brasil— o, finalmente, otros asuntos relativos al Comisariado, como la solicitud de ordenación de diáconos, entre otros”. (cf. https://www.arautos.org/arautos/o-porque-do-livro-sobre-o-comissariado-dos-arautos-silencio-prolongado-duvidas-inevitaveis)

[3] Aunque se trata de mera correspondencia y no de un decreto, el mismo Dicasterio ya había cometido un error canónico similar en decretos anteriores del Comisariado, lo que resultó en la invalidez de su contenido. Este importante detalle puede verificarse en el libro “El Comisariado de los Heraldos del Evangelio”.

[4] https://www.agensir.it/chiesa/2025/11/04/meno-numeri-piu-cuore-suor-simona-brambilla-rilancia-la-profezia-della-vita-consacrata/

[5] León XIV. Catequesis. Plaza de San Pedro, 22 de noviembre de 2025. https://www.vatican.va/content/leo-xiv/pt/audiences/2025/documents/20251122-udienza-giubilare.html. (Cursiva personal).

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