En todo el mediático caso de los Heraldos del Evangelio, más de uno habrá tenido la visión de un león dorado que ruge.
(01/12/2025 14:16, Gaudium Press) Existe un apotegma sumamente elocuente, comúnmente atribuido al águila de Hipona, San Agustín:
“La verdad es como un león, no la debes defender, déjala suelta. Se defenderá sola”.
La figura de un majestuoso león dorado, rugiendo y amenazando con el porte de la verdad, ciertamente ha perseguido la imaginación de más de uno al tomar conocimiento del “Caso Heraldos”, surgido después de la publicación del libro “El Comisariado de los Heraldos del Evangelio”.
La famosa sentencia antes citada, se reviste de nuevas luces en este caso paradigmático, en que los denunciantes no han necesitado de artificios amarillistas, manipulación mediática, ni de una narrativa sentimental para lograr sus objetivos.
Para mostrar la injusticia de la que han sido víctimas —lanzando un clamor en defensa de esta institución terriblemente perseguida, y más aún, de la idea misma de que en la Iglesia debe existir un orden jurídico— los autores de esta obra se han limitado a exponer la verdad, con una fría narrativa de hechos documentados. Bien sabían que cuando se suelta la verdad… esta se defiende sola.
“¿Qué es la verdad?” (Jn 18, 38) preguntó Pilatos a Jesucristo. El Salvador guardó un elocuente silencio… Él Acababa de responderle un instante antes, cuando este le cuestionó si era Rey:
“Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.” (Jn 18, 37)
El Mesías le decía en su silencio que Él mismo era la Verdad encarnada. El Rey del universo quiso identificar de esta manera la dignidad y nobleza real con la misma verdad.
Quien ha seguido de cerca la polémica sobre este caso, ha podido constatar la nobleza, respeto, y hasta reverencia, con que los Heraldos han enfrentado una persecución plagada de irregularidades canónicas, abusos de autoridad, y hasta bajeza en el trato, llegando incluso a la agresión física de parte de autoridades interventoras. Durante años optaron por tomar la actitud del cordero, que en silencio se deja conducir al matadero…
Sin embargo, todo parece indicar que la majestad del “Ecce Homo” azotado, e infamado por sus persecutores, como cordero llevado al holocausto, les ha hecho recordar súbitamente que el estar dispuestos a sacrificar la vida por amor de la verdad, no implica el ocultarla, porque para esto vino Nuestro Señor al mundo, “para dar testimonio de la verdad”. El Cordero de Dios no dejó en ningún momento de ser el León de Judá, y si se sometió a la pasión y muerte fue por la salvación las almas, con vista a la victoria final.
Por lo que no debemos perder la esperanza, teniendo presente lo que decían los versos de un poema pascual, publicado aquí en Gaudium Press: https://es.gaudiumpress.org/content/despierta-el-leon-con-ocasion-de-la-resurreccion-de-cristo/
¿Y quién pondrá detener al Rey,
cuando en majestad y santa ira venga?
(…)
¡Mirad que ya avanza el león,
trayendo la victoria del cordero!
Día en que resucita la Iglesia,
gloriosa aurora de un nuevo reino.
Por fin, queda a nosotros los fieles rezar para que el Sumo Pontífice honre su majestuoso nombre en defensa de la verdad y de la Santa Iglesia.
Por Sergio González





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