martes, 02 de diciembre de 2025
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Maestro Riccardo Muti: la Iglesia ha dado enormes contribuciones a la literatura musical

Riccardo Muti, ganador del Premio Ratzinger 2025, afirmó que siempre «ha existido un vínculo indisoluble entre la música y el cristianismo».

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Foto: Riccardo Muti/ Facebook

Redacción (02/12/2025 15:43, Gaudium Press) El maestro italiano Riccardo Muti, uno de los directores de orquesta más admirados del mundo, también por el difunto Papa Benedicto XVI, recibirá el Premio Ratzinger 2025 de manos del Papa León XIV el próximo 12 de diciembre, en la Sala Pablo VI, durante el tradicional Concierto de Navidad, que será dirigido por el propio Muti.

La información fue divulgada por el Comité Científico y el Consejo de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que comunicaron que la concesión del premio al gran maestro italiano contó con la aprobación personal de León XIV.

El premio destaca la capacidad única de Muti para elevar la música clásica y sacra a un lenguaje de belleza, trascendencia y espiritualidad.

En una entrevista concedida al Corriere della sera, poco después del anuncio del premio, Muti declaró abiertamente su fe: «Existe un Creador y hay una energía espiritual en el universo». Con la franqueza que le caracteriza, añadió que es creyente, pero «no soy beato». Para él, dirigir obras como el Réquiem de Mozart, Verdi o Cherubini no tiene sentido sin creer profundamente en los textos: «Hay que creer que la invocación «líbranos de la muerte eterna» tiene un significado muy profundo». También citó a Dante cuando explicó que «hay que creer en estos textos, que indican la eternidad de la energía espiritual que Dante llama Amor, con mayúscula: el Amor que mueve el sol y las demás estrellas». Muti destacó que «la música no se escucha con los oídos, se escucha con el alma».

Y añadió que «las composiciones litúrgicas son una ofrenda a Dios. Te elevan hacia Él. No creo que las canciones superficiales, las letras banales y los rasgueos de guitarra ayuden mucho a elevarse. Al papa Benedicto XVI no le gustaban. En cambio, una página de Palestrina, Luca Marenzio, Orlando di Lasso, además, obviamente, del sublime gregoriano, puede ayudar a los fieles a sumergirse en la atmósfera espiritual y mística que nos acerca a Dios».

Música e Iglesia

A la pregunta de qué ha hecho la Iglesia por la música, Muti respondió que «la Iglesia ha dado una enorme contribución a la literatura musical a lo largo de los siglos» y que «todos los grandes músicos han compuesto música sacra».

Recordó que siempre ha existido un vínculo indisoluble entre la música y el cristianismo: los primeros mártires iban cantando al martirio, y San Agustín afirmaba «cantare amantis est» (cantar es propio de quien ama) y «Qui bene cantat, bis orat» (quien canta bien, reza dos veces).

Los hechos históricos confirman y amplían las palabras del maestro.

Los romanos y los griegos tocaban música monofónica: una única línea musical interpretada por todos los instrumentos o voces. Fue con los compositores eclesiásticos de las catedrales medievales, especialmente los de la Escuela de Notre-Dame de París, cuando nació la polifonía: la ejecución simultánea de dos o más líneas melódicas independientes. Se trató de una verdadera revolución sonora, de la que surgió el propio concepto de armonía.

También en la Edad Media se perfeccionaron instrumentos que solo podían explotar todo su potencial gracias a la armonía, entre ellos el órgano, el clavicordio, el clavicémbalo, el violín y el contrabajo.

Una de las primeras formas de polifonía desarrolladas recibió el nombre de organum. Consistía en dos voces: el canto gregoriano como voz principal (llamado cantus firmus, o «canto fijo») y una segunda voz, la vox organalis, a menudo cantada una cuarta o quinta justo por debajo de la línea melódica original, que se movía en paralelo o en movimiento contrario, creando los primeros acordes de la música occidental.

La invención de la notación musical

Además de la polifonía y la armonía, la Iglesia fue responsable del desarrollo de la notación musical.

Aunque ya existía de forma rudimentaria en la antigua Grecia, fue a partir del siglo VII cuando se desarrolló y popularizó una forma innovadora de notación musical mediante el sistema de neumas, signos gráficos colocados sobre el texto litúrgico que indicaban la dirección melódica del canto sacro.

A lo largo de los siguientes 200 años, este sistema evolucionó hasta convertirse en un método completo y preciso, que facilitó enormemente la lectura de la música y permitió la difusión de melodías cada vez más complejas. Gracias a él, los músicos pudieron interpretar correctamente una pieza incluso sin haberla escuchado antes.

El pentagrama

El pentagrama, que todavía hoy utilizan los músicos de todo el mundo, fue inventado por el monje benedictino Guido d’Arezzo, quien también creó los nombres de las notas a partir de las letras iniciales (Ut, sustituida más tarde por Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si) de un himno litúrgico católico.

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