miércoles, 10 de diciembre de 2025
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Análisis: El pontificado del papa Francisco terminará en enero de 2026

El 2026 tiende a ser decisivo para que León XIV deje su huella y pase, de una vez por todas, la página escrita por su predecesor.

Analise Pontificado do Papa Francisco termina em Janeiro de 2026

(10/12/2025 10:57, Gaudium Press) Si al lector le ha parecido gracioso el titular, que sepa que es tan jocoso como veraz.

Con menos de un año de pontificado, León XIV ya ha marcado la agenda de 2026 con lo que debería convertirse en el verdadero bautismo de su gobierno: los consistorios. Uno de ellos ya está en el horizonte inmediato y tiene carácter extraordinario; el otro permanece en el campo de las hipótesis, pero es precisamente ahí donde se dibuja la estrategia más profunda del nuevo Papa para el Colegio Cardenalicio.

Según ha sido anticipado, el Papa convocará en enero un consistorio extraordinario destinado no a la creación de cardenales, sino a una gran reunión de debate, algo que muchos cardenales pidieron insistentemente durante las congregaciones generales que precedieron al cónclave. Tras años marcados por un estilo de gobierno más centralizado, en el que las deliberaciones del Colegio eran escasas y sustituidas por organismos consultivos fluidos, el nuevo Papa parece querer devolver a los cardenales el papel que les corresponde: el de consejo estable y foro de discusión para las grandes cuestiones de la vida de la Iglesia.

La simple convocatoria de todos los cardenales a Roma a principios de 2026 es una clara señal de inflexión. Durante el pontificado anterior, los consistorios extraordinarios casi desaparecieron, mientras que se multiplicó el número de nuevos cardenales procedentes de diócesis periféricas y poco representativas. Se creó así un Colegio amplio, geográficamente diversificado, pero fragmentado, con muchos cardenales que apenas se conocen entre sí. Contrariamente a esta tendencia, León XIV elige, nada más comenzar su pontificado, un momento de encuentro y escucha que permita evaluar la disposición real del Colegio, su grado de unidad y sus preocupaciones.

Este primer consistorio no debería incluir la creación de nuevos cardenales porque la aritmética canónica actual no lo permite. La constitución vigente establece que solo los cardenales menores de 80 años pueden votar en un futuro cónclave y que el límite de electores debe ser de 120. Aunque este límite se ha superado varias veces en los últimos años, con picos superiores a 130 electores, lo cierto es que el número actual sigue estando por encima del permitido. Varios estudios apuntan a que este total no debería bajar de 120 antes de finales de 2026, ya que algunos cardenales alcanzarán los 80 años antes de ese periodo. Por lo tanto, faltaría «espacio jurídico» para nuevos nombramientos a principios de año.

Habemus Papam Leao XIV

Sin embargo, nada impide que, a finales de 2026, el Papa convoque un consistorio ordinario destinado a la creación de nuevos cardenales. Es precisamente ahí donde se sitúan las expectativas que circulan discretamente entre los vaticanistas experimentados. León XIV heredó un Colegio profundamente marcado por el pontificado anterior, en el que la gran mayoría de los electores fueron creados por Francisco, privilegiando muchas diócesis periféricas y dejando de lado sedes históricas de gran peso pastoral y simbólico. En los últimos años, se ha convertido en algo casi habitual que archidiócesis tradicionalmente cardenalicias, como París, Milán o Los Ángeles, fueran dirigidas por arzobispos sin birrete rojo, mientras que diócesis minúsculas en regiones lejanas ganaban representación en el cónclave. Esta opción, aunque ha ampliado la diversidad geográfica del Colegio, también ha producido asimetrías que ahora se hacen evidentes.

A medida que avanza 2026 y varios cardenales se acercan a los 80 años, se abre la posibilidad de un nuevo equilibrio. Un consistorio cardenalicio a finales de año permitiría al Papa garantizar la reserva natural de electores para un futuro cónclave y, al mismo tiempo, recuperar la tradición de las sedes que históricamente han recibido el capelo. Milán, por ejemplo, fue durante gran parte del siglo XX una de las sedes más prestigiosas de la Iglesia, cuna de figuras que luego se convirtieron en papas o protagonistas de reformas y movimientos espirituales significativos. La ausencia de un cardenal milanés es vista por muchos como una laguna difícil de justificar. Lo mismo ocurre con Los Ángeles, que hoy es la archidiócesis más grande de Estados Unidos y representa un catolicismo en expansión, profundamente marcado por la presencia hispana. Dar la birreta al arzobispo de Los Ángeles sería, en este sentido, reconocer también la vitalidad católica latinoamericana en el hemisferio norte y el creciente papel religioso y cultural de esa Iglesia local.

La posible reanudación de esta tradición de las sedes cardenalicias no significaría una ruptura con la opción por las periferias, sino un gesto de recomposición. León XIV parece moverse bajo el principio de la continuidad corregida: preserva los impulsos misioneros, la mirada hacia las márgenes y la atención al dinamismo eclesial fuera de Europa, pero re-equilibra el conjunto, recordando que el Colegio Cardenalicio, para funcionar como cuerpo consultivo y electoral, debe incluir tanto la universalidad como la solidez institucional. No se trata de retroceder, sino de armonizar.

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A este equilibrio se suma el peso biográfico del propio Papa. Su origen americano y su familiaridad con la realidad latinoamericana le hacen comprender la importancia de Iglesias como Los Ángeles; su sensibilidad por las tradiciones católicas históricas, a su vez, hace que sea natural que mire con estima a sedes como Milán o París. Su elección fue el resultado de un delicado consenso entre diversos sectores, algunos más alineados con el pontificado anterior, otros deseosos de correcciones. El nuevo Papa sabe que no puede gobernar apostando por los conflictos y que la recomposición comienza a menudo con señales concretas, como elecciones prudentes en el Colegio que algún día elegirá a su sucesor.

El año 2026, por lo tanto, tiende a ser decisivo para que León XIV imprima su marca y pase de una vez por todas la página escrita por su predecesor. Con un consistorio extraordinario a principios de año, el Papa devuelve a los cardenales la posibilidad de conocerse, dialogar y asumir un papel más activo en la vida de la Iglesia. Con la eventual convocatoria de otro consistorio, esta vez ordinario y dedicado a la creación de nuevos cardenales, el Papa podrá reconfigurar el Colegio con equilibrio, firmeza y atención a las tradiciones que daban cohesión a la estructura central de la Iglesia.

Si procede así, León XIV demostrará que pretende gobernar escuchando, pero también decidiendo; corrigiendo desviaciones, sin borrar los avances; honrando a las periferias, pero sin olvidar el valor de las grandes sedes que durante siglos han contribuido a dar rostro, autoridad moral y estabilidad a la Iglesia universal. El año 2026 podría ser, de este modo, el año en que su pontificado realmente comience y el otro, finalmente, termine.

Por Rafael Ribeiro

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