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Ciudad del Vaticano (Lunes, 12-08-2019, Gaudium Press) Ayer en Ángelus, cuando la Iglesia festejaba la memoria de Santa Clara Virgen, fundadora de las Clarisas, el Papa Francisco meditó en el Evangelio del Día (Lc 12, 32-48), que habla de la preparación que todo fiel debe tener para la hora de su muerte y su consiguiente encuentro con el Señor: «Bienaventurados aquellos criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo», dice la Escritura.
En la parábola, Jesús elogia a los hombres que tienen «encendidas las lámparas», esperando que «su Señor vuelva de la boda». Francisco aprovecha esta metáfora para afirmar que las lámparas encendidas son símbolo de una fe que siempre permanece encendida: «La lámpara de la fe necesita ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra».
Pero el tener la lámpara con luz, signo de una fe viva, obliga a comunicarla a los otros: «La fe verdadera abre el corazón al prójimo e impulsa hacia la comunión concreta con los hermanos, sobre todo con los más necesitados».
Con la parábola del Evangelio, Jesús recuerda que esta vida es un mero camino hacia la eternidad, y que cada instante de la vida hay que emplearlo en hacer fructificar los talentos que nos fueron dados. Es necesario vivir en la tierra con nostalgia del cielo futuro.
«Si habremos vivido en sintonía con el Evangelio y los mandamientos de Dios, Él nos hará partícipes de su felicidad eterna en la patria celestial», señaló el Papa, indicó Francisco, sabiendo que al final tendremos el encuentro con el Padre, «rico en misericordia», lo que alimenta la esperanza de la bienaventuranza eterna.
«Que la Virgen María, con su intercesión maternal, sostenga este compromiso nuestro», concluyó.
Con información de Vatican News
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