Ciudad del Vaticano (Viernes, 29-03-2019, Gaudium Press) En la mañana de este jueves (28/03) el Papa Francisco volvió a la Capilla de la Casa Santa Marta para celebrar la Santa Misa.
Durante su homilía Francisco, comentando la liturgia del día, hizo una sentida invitación a la conversión.
Fue en esta ocasión que él advirtió para el riesgo de tener un corazón que no oye la voz del Señor y, por eso, actuando así por «días, meses y años», acaba por tornarse como «la tierra sin agua»: endurece.
Quien no está conmigo…
Francisco comentó que en el Evangelio de hoy, Jesús es claro:
«Quien no está conmigo, está contra mí». «O se tiene el corazón obediente, o perdemos la fidelidad».
«Nosotros, muchas veces, somos sordos y no oímos la voz del Señor. Sí, oímos el telediario, las maledicencias del barrio: eso sí, oímos siempre».
No oír, lleva a endurecer el corazón
El Señor exhorta a oír su voz y no endurecer el corazón, dice el Papa.
El profeta Jeremías describe, en la Primera Lectura, habla de modo vigoroso sobre la situación de Dios delante del «pueblo caprichoso, que no quiere oír».
Para Francisco, el trecho de Jeremías es «un poco la lamentación del Señor»: Dios ordena al pueblo oír su voz relacionándola con la promesa de que siempre será su Dios y «ustedes serán mi pueblo».
Pero, el pueblo no oyó, no prestó atención, «siguiendo las malas inclinaciones del corazón, anduvieron para atrás y no hacia el frente y envés de dirigirse a mí, me dieron la espalda». El Papa pidió a cada uno reflexionar si no ha hecho la misma cosa.
Siempre en la Primera Lectura, Dios recuerda que, desde la salida de Egipto, envió «todos sus siervos, los profetas», pero no fue oído.
Envés de eso, «se obstinaron en el error, procediendo aún peor que sus padres».
Dice el Señor a Jeremías:
«Si hablares todas esas cosas», «ellos no te escucharán». Y termina con «esta declaración triste»: «la fe murió».
Un pueblo sin fidelidad, perdió el sentido de la fidelidad, señaló el Papa, quien también invitó a que nos preguntásemos si no hemos incurrido en la misma falta. Para no perder la fidelidad profunda, es pedirle a Dios que no deje que endurezcamos el corazón.
El pueblo veía los milagros de Jesús, pero muchos lo atribuían a Belzebú: dureza de corazón. De esa dureza de corazón se puede partir a algo aún más terrible que es la «blasfemia contra el Espíritu Santo».
Al final, el Pontífice recuerda la clara sentencia de Jesús: «Quien no está conmigo, está contra Mí». No existen los medios términos, solo existen esos dos campos. Y debemos preguntarnos en donde queremos estar.
Para no ser duros de corazón debemos entregarlo todo al Señor que es «misericordioso y piadoso». «Abramos el corazón para que Él venga a nosotros». (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de Vatican News)
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