Ciudad del Vaticano (Lunes, 09-12-2019, Gaudium Press) Este domingo, 08/12, dedicado a la Inmaculada Concepción de María, el Papa Francisco dejó el Vaticano en la tarde para dirigirse hasta la Plaza España, en Roma, para prestar el tradicional homenaje a la Virgen Inmaculada, junto al monumento allí erguido en honra de Nuestra Señora.
Antes de dirigirse al monumento, Francisco fue hasta la Basílica de Santa María Mayor donde rezó por algunos instantes delante del ícono de Nuestra Señora Salus Populi Romani para, en seguida, dirigirse hasta la Plaza España.
Con la Plaza repleta de fieles y turistas, el Papa fue recibido por el Cardenal vicario de Roma, Mons. Angelo De Donatis.
La ciudad de Roma estaba representada por la prefecta, Virginia Raggi.
El monumento
El monumento construido en la Plaza España, en el corazón de Roma, consta de un obelisco proyectado por el arquitecto Luigi Poletti que es encimado por una imagen de Nuestra Señora, obra del escultor Giuseppe Obici.
Él fue edificado para honrar la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen Madre de Dios habiendo sido inaugurado el 8 de diciembre de 1857.
Oración del Papa
«Nos reunimos en torno a ti una vez más.
Cuanto más caminamos en la vida aumenta cada vez más nuestra gratitud a Dios por habernos dado como madre a nosotros, que somos pecadores.
Tú eres Inmaculada. (…)
¡Tú, Madre, nos recuerdas que, sí, somos pecadores, pero no somos más esclavos del pecado! Tu hijo, con su sacrificio, rompió el dominio del mal, venció el mundo,» dijo el Papa en un trecho de la oración que él hizo a los pies del monumento de la Inmaculada.
En seguida, Francisco confió a la Virgen María «a todos aquellos que en esta ciudad y en todo el mundo, son oprimidos por la desconfianza, el desánimo por causa del pecado; aquellos que piensan que para ellos no hay más esperanza, que sus culpas son muchas y grandes demás, y que Dios no tiene tempo para perder con ellos.»
«Confío todos a ti, porque tú no eres apenas madre y, como tal, nunca dejas de amar tus hijos, sino tú eres también la Inmaculada, llena de gracia, y puedes reflexionar dentro de la oscuridad más profunda un rayo de la luz del Cristo resucitado.»
Después de alabar a Dios por habernos dado una madre llena de gracia, que nos recuerda la victoria de Cristo sobre el mal, el Papa agradeció para cerrar su oración:
«Gracias, Madre Inmaculada, por recordarnos que, por el amor de Jesucristo, no somos más esclavos del pecado, sino libres, libres para amar, de querernos bien, de ayudarnos como hermanos, aunque diferentes de nosotros.
Gracias porque, con tu franqueza, nos alientas a no tener vergüenza del bien, sino del mal; nos ayudas a mantener al maligno lejos de nosotros, que con engaño nos atrae para sí, en las espirales de la muerte; nos das el dulce recuerdo de que somos hijos de Dios, Padre de inmensa bondad, fuente eterna de vida, belleza y amor. Amén.» (JSG)
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