jueves, 28 de noviembre de 2024
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La Misericordia es el palpitar del corazón de Dios, dijo el Papa

Ciudad del Vaticano (Martes, 10-04-2018, Gaudium Press) Dirigiéndose a los 50 mil fieles presentes en la Plaza San Pedro en el Domingo de la Divina Misericordia el Papa Francisco habló del perdón, afirmando que ante los bloqueos que se levantan por la vergüenza, la resignación y por nuestro pecado, justamente allí «Dios hace maravillas». Él entra a través de las puertas cerradas», pues para Él, «nada es insuperable».

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En toda confesión… cada vez más amados

«Cuando nos confesamos, tiene lugar lo inaudito: descubrimos que precisamente aquel pecado, que nos mantenía distantes del Señor, se convierte en el lugar del encuentro con Él». Y «en cada perdón recibimos nuevo aliento, somos alentados, pues nos sentimos cada vez más amados», dijo el Papa que recordó también: Los discípulos reconocieron a Jesús por sus llagas.

Inspirándose en el Evangelio del día que describe la incredulidad de Tomás que dice que creería solamente si pusiese «el dedo en las marcas de los clavos» y «la mano en su costado», el Pontífice dijo a este propósito que «tenemos que agradecer a Tomás, pues a él no bastó oír decir de los otros que Jesús estaba vivo, y tampoco el verlo en carne y hueso, sino quiso ver dentro, tocar con la mano en sus llagas, las señales de su amor.»

«Si yo no veo la marca de los clavos en sus manos, si yo no pongo el dedo en las marcas de los clavos y no pongo la mano en su costado, no creeré», dijo Santo Tomás.

Somos iguales a Tomás…

Tomás, llamado el «Dídimo», «es verdaderamente nuestro hermano gemelo. Pues también a nosotros no basta saber que Dios existe»:

«Un Dios resucitado, pero lejano, no nos llena nuestra vida; no nos atrae un Dios distante, por más que sea justo y santo. No.
Nosotros también precisamos ‘ver a Dios’, «tocar con la mano» que Él haya resucitado por nosotros», dijo el Papa en su homilía del Domingo de la Misericordia.

El Santo Padre además agregó que podemos verlo, «por medio de sus llagas»:

«Entrar en sus llagas significa contemplar el amor sin medida que brota de su corazón. Este es el camino. Significa entender que su corazón late por mí, por ti, por cada uno de nosotros.

Queridos hermanos y hermanas, podemos considerarnos y llamarnos cristianos, y hablar sobre muchos bellos valores de la fe, pero, como los discípulos, precisamos ver a Jesús tocando su amor. Solo así podemos ir al corazón de la fe y, como los discípulos, encontrar una paz y una alegría más fuertes que cualquier duda».

El pronombre posesivo

Y Francisco llamó la atención para el pronombre usado por Tomás al exclamar: «¡Mi Señor y mi Dios!»:

«Se trata de un pronombre posesivo y, si reflexionamos sobre eso, podía parecer fuera de lugar referirlo a Dios: ¿cómo Dios puede ser mío? ¿Cómo puedo hacer que el Todopoderoso sea mío? En realidad, diciendo mío, no profanamos a Dios, sino honramos su misericordia, pues fue Él que quiso hacerse nuestro»».

Entrar en la Llagas

El Papa resaltó que Dios exige familiaridad, la misericordia requiere confianza», como Él mismo se presenta en el primero de los Diez Mandamientos y también a Tomás:

«Entrando hoy, a través de las llagas, en el misterio de Dios, entendemos que la misericordia no es sólo una de sus cualidades entre otras, sino el palpitar de su corazón. ¡Y entonces, como Tomás, no vivimos más como discípulos vacilantes; devotos, sino dudosos; nosotros también nos tornamos verdaderos enamorados del Señor! ¡No tengamos miedo de esta palabra: enamorados del Señor!».

Dejarse perdonar para resucitar

Pero, «¿cómo saborear este amor, cómo tocar hoy con la mano la misericordia de Jesús?» Luego después de resucitar -explica el Papa- Jesús «da el Espíritu para perdonar los pecados»:

«Para experimentar el amor, es preciso pasar por allí. ¿Yo me dejo perdonar? Pero, Padre, ir a confesarse parece difícil. Delante de Dios, somos tentados a hacer como los discípulos en el Evangelio: trancarnos por detrás de puertas cerradas. Ellos hacían eso por temor y nosotros también tenemos miedo, vergüenza de abrirnos y contar nuestros pecados. Que el Señor nos dé la gracia de comprender la vergüenza: de verla no como una puerta cerrada, sino como el primer paso del encuentro».

De la vergüenza al perdón

Sentirse avergonzados, reitera Francisco, es un motivo para ser agradecidos, pues «quiere decir que no aceptamos el mal, y eso es bueno»:

«La vergüenza es una invitación secreta del alma que tiene necesidad del Señor para vencer el mal. «

«El drama está cuando no se siente vergüenza por nada. ¡Nosotros no debemos tener miedo de sentir vergüenza! ¡Y pasemos de la vergüenza al perdón!»

Resignación: renunciamos a la misericordia

De este perdón del Señor, hay una puerta que se cierra: la resignación, experimentada por los discípulos cuando «en la Pascua, constataban que todo hubiese vuelto a ser como antes: todavía estaban allá, en Jerusalén, desalentados; el ‘capítulo Jesús’ parecía terminado y, después de tanto tiempo con Él, nada había cambiado».

Y dijo el Papa: lo mismo puede ocurrir con nosotros. Incluso siendo cristianos hace mucho tiempo, parece que nada cambia, «cometo siempre los mismos pecados», y desalentados, «renunciamos a la misericordia»:

«Entretanto, el Señor nos interpela: «¿No crees que la misericordia es mayor que tu miseria? ¿Estás reincidente en el pecado? ¡Sé reincidente en clamar por misericordia, y veremos quién lleva la mejor!». Y después -quien conoce el sacramento del perdón lo sabe- no es verdad que todo permanezca como antes».

«En cada perdón -recordó el Papa- recibimos nuevo aliento, somos alentados, pues nos sentimos cada vez más amados, más abrazados por el Padre:

«Y cuando, sintiéndonos amados, caemos una vez más, sentimos más dolor que antes. Es un dolor benéfico, que lentamente nos separa del pecado. Descubrimos entonces que la fuerza de la vida es recibir el perdón de Dios, y seguir adelante, de perdón en perdón. Y así sigue la vida: de vergüenza en vergüenza, de perdón en perdón. Y esta es la vida cristiana».

Otra Puerta Cerrada: nuestro pecado

Pero hay otra puerta cerrada, muchas veces «blindada»: nuestro pecado.

«Cuando cometo un gran pecado, si yo, con toda la honestidad, no quiero perdonarme, ¿por qué lo haría Dios?», pregunta el Papa, que explica:

«Esta puerta, entretanto, está cerrada solo de un lado: el nuestro; para Dios nunca es intraspasable. Él, como nos enseña el Evangelio, adora entrar justamente a través de las puertas cerradas, cuando todos los pasajes parecen bloqueados. Allá Dios hace maravillas».

‘Nosotros’ es el Lugar del encuentro

«Él nunca decide separarse de nosotros, somos nosotros que lo dejamos del lado de afuera»:

«Pero cuando nos confesamos, tiene lugar lo inaudito: descubrimos que precisamente aquel pecado, que nos mantenía distantes del Señor, se convierte en el lugar del encuentro con Él.

Allí el Dios herido de amor viene al encuentro de nuestras heridas.

Y torna nuestras llagas miserables semejantes a sus llagas gloriosas. Existe una transformación: mi mísera llaga se asemeja a sus llagas gloriosas. Pues Él es misericordia y hace maravillas en nuestras miserias. Como Tomás, pidamos hoy la gracia de reconocer a nuestro Dios: de encontrar en su perdón nuestra alegría; de encontrar en su misericordia nuestra esperanza». (JSG)

(De la Redacción Gaudium Press, con informaciones Vatican News)

 

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