Ciudad del Vaticano (Lunes, 19-03-2018, Gaudium Press) El domingo 17 de marzo, el Papa Francisco celebró Misa en frente al Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, en San Giovanni Rotondo.
En este Santuario se conserva la preciosa reliquia del cuerpo de San Pío de Pietrelcina.
En esa celebración, el Papa pronunció una homilía en la cual llamó la atención hacia tres palabras importantes vividas por el santo y que son también a nosotros aconsejadas: oración, pequeñez y sabiduría.
Oración
El Evangelio propuesto por la liturgia nos presenta a Jesús que reza: «Yo te alabo, Padre, Señor de los cielos y de la tierra…» (Mt 11,25).
La oración de Jesús era espontánea, pero no era opcional. Nuestro Señor acostumbraba retirarse a lugares desiertos para rezar (Mc 1,35). El diálogo con el Padre estaba en primer lugar.
Cómo Rezar
Para Francisco, los discípulos descubrieron naturalmente la importancia de la oración, hasta que un día le preguntaron: «Señor, enséñenos a orar» (Lc 11,1).
Jesús es quien nos muestra cómo se debe rezar y que no se debe comenzar una oración con súplicas o pedidos, sino alabando a Dios, dice el Papa.
Jesús dice: «yo te alabo oh Padre». Jesús no dice «yo preciso de eso o de aquello», sino » yo te alabo oh Padre». Cuántas veces olvidamos la adoración y la alabanza. No se conoce al Padre sin abrirse a la alabanza, sin dedicar tiempo solamente a Él, sin adorar. Cada uno debe preguntarse: ¿Cómo yo adoro? ¿Cuánto yo lo adoro? ¿Cuándo lo adoro?, preguntó el Papa para luego afirmar:
«Si queremos imitar a Jesús, también debemos comenzar por donde Él comenzó, esto es, en la oración.»
Enfrentar las distracciones que nos alejan de la oración
Al recordar al Padre Pío, dijo que después de 50 años de su entrada al cielo, él nos ayuda dejando como herencia la oración. El Papa insistió en las preguntas: ¿cómo cristianos rezamos bastante? Y expresó que en el día a día, siempre en los momentos de oración viene a la mente tantas disculpas y muchas cosas «urgentes» para hacer.
Pero, lo que dice San Padre Pío es: » Recen mucho mis hijos, recen siempre, sin nunca cansarse.»
La oración es un contacto personal, «cara a cara», un momento de estar en silencio delante del Señor, la oración madura en la alabanza y la adoración y es el secreto para entrar siempre en comunión con el Señor.
De acuerdo con Francisco, la oración debe también cumplir las obras de misericordia espirituales: debemos pedir por los hermanos al Señor. Si no lo hacemos nosotros ¿quién lo hará? ¿Quién intercederá, quién tocará e incomodará el corazón de Dios para abrir la puerta de la misericordia a la humanidad carente?
Todavía recordando al Padre Pío, Francisco comenta que fue por eso que el santo nos dejó los grupos de oración.
Pequeñez y Descarte
Después de preguntar: ¿yo rezo? ¿Y cuando rezo, sé alabar, sé adorar, sé conducir la vida a Dios?, el Papa recuerda que los misterios del Reino fueron revelados a los pequeñitos.
Y, de nuevo, pregunta:
«¿Quiénes son esos pequeñitos, que supieron acoger los secretos de Dios?»
Para, en seguida responder: son aquellos que no piensan ser autosuficientes. Son aquellos que poseen el corazón humilde, abierto, pobre y necesitado. Que sienten la necesidad de orar, confiarse y dejarse acompañar.
Para el Pontífice, el corazón de esos pequeñitos es como una antena, que captura la señal de Dios. Porque Dios busca el contacto con ellos. Según él, un ejemplo de este misterio de pequeñez y humildad es la hostia en cada misa, es un misterio de amor y de humildad, y solo puede ser entendido por ser pequeño y estando con los pequeñitos.
Por qué Jesús también es dejado de lado
Francisco recordó, entonces, que hablando del hospital «Casa Alivio del Sufrimiento», el Padre Pío lo llamaba de templo santo, de templo de oración y de ciencia: donde todos son llamados a ser una reserva de amor para los otros.
Y el Papa recordó que en el enfermo se encuentra Jesús, y en el cuidado amoroso de aquellos que se doblan sobre las heridas del prójimo, está el camino para encontrarlo.
Para Francisco, quien cuida de los niños está del lado de Dios y vence la cultura del descarte, que, al contrario, prefiere a los poderosos y considera inútiles a los pobres.
Los que prefieren a los pequeños proclaman la profecía de la vida contra los profetas de la muerte de todos los tiempos, que aún hoy, descartan las personas, descartan a los niños y los ancianos porque no sirven.
Después de recordar a los espartanos que lanzaban del tope de una montaña los niños con malformación, para que desapareciesen esos pequeñitos y que delante de eso podríamos decir: «¡Pero cuánta crueldad!», el Papa mostró que, a veces, hacemos lo mismo, sin embargo con más crueldad y con más ciencia.
Y describe lo que sea la cultura del descarte: aquel que no sirve, o que no produce debe ser dejado. Esta es la cultura del descarte, los pequeñitos no son queridos.
Y, por eso Jesús también es dejado de lado.
Sabiduría
La verdadera sabiduría no está en tener muchos dones; la verdadera fuerza no está en la potencia. No es sabio quien se muestra fuerte y no es fuerte quien responde mal con el mal, afirma Francisco.
Según Él, recordando a San Pío, la única arma sabia e invencible es la caridad animada por la fe, porque tiene el poder de desarmar las fuerzas del mal. San Pío luchó contra el mal a lo largo de su vida y luchó con sabiduría, como el Señor: con humildad, con obediencia, con la cruz, ofreciendo el dolor por amor.
«Todos se admiran, pero pocos hacen lo mismo. Muchos hablan bien, ¿pero cuántos lo imitan?»
Admirar e imitar
Muchos están dispuestos a colocar un «me gusta» en la página de internet cuando se habla de los grandes santos, ¿pero quién actúa como ellos?
Y eso porque la vida cristiana no es un «me gusta», sino un «don», un darse.
La vida perfuma cuando es ofrecida como presente; se torna insípida cuando es mantenida para sí misma.
San Pío: admirar, seguir, imitar
Para encerrar, el Papa se refirió más a San Padre Pío.
Para el Pontífice, San Pío ofreció la vida e innúmeros sufrimientos para encontrar al Señor en los hermanos. Y el medio decisivo para encontrarlo era la confesión, el sacramento de la reconciliación.
Allí comienza y recomienza una vida sabia, amada y perdonada, allí inicia la cura del corazón.
El Padre Pío fue un apóstol de la confesión. También hoy nos invita y nos dice: ¿adónde vas? ¿Vas a Jesús o al encuentro de tus tristezas? ¿Adónde retornarás? ¿A Aquel que salva o a tus abatimientos, tus arrepentimientos, tus pecados? Ven, el Señor te espera.
Coraje, no hay ningún motivo grave que te excluya de su misericordia. (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de Vatican News)
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