Ciudad del Vaticano (Viernes, 20-12-2019, Gaudium Press) Durante la misa celebrada ayer jueves (19/12) en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco habló sobre la gratuidad de la salvación que Dios ofrece a los hombres.
Fue la oportunidad para él advertir sobre el peligro de «creer ser redentores de nosotros mismos». Para explicar eso, Francisco recurrió a la imagen del desierto: «el Señor hace el desierto florecer».
El Señor hace el desierto florecer
Esta expresión fue usada por Francisco para hacer una referencia al hecho de Dios presentarse a dos mujeres estériles y conceder a ellas el don de la maternidad.
La liturgia presenta en la primera lectura del día un trecho del libro de los Jueces que narra que «el ángel del Señor» apareció a la mujer del israelí Manoa, que era estéril, y le anuncia que «concebirás y darás a luz un hijo» que «comenzará a liberar a Israel de las manos de los filisteos». Era el anuncio del nacimiento de Sansón.
El Papa recordó además el pasaje del Evangelio del día, Lucas 1,5-25, cuando San Lucas narra como «el ángel del Señor» se presenta a Zacarías, esposo de Isabel, prima de María, que no había tenido hijos, y le anunció:
«Tu esposa, Isabel, tendrá un hijo, y tú le darás el nombre de Juan».
La esterilidad es un desierto
«La esterilidad es un desierto», dijo Francisco.
Pero las dos mujeres «mujeres conciben y dan a luz». El Papa continúa levantando una pregunta: ‘Padre, ¿eso es un milagro?’. Y, luego en seguida responde: «No, es más que un milagro: es la base, es precisamente el fundamento de nuestra fe».
Las mujeres que son la madre de Sansón y de Juan Bautista, recuerda Francisco, «conciben porque Dios es capaz de cambiar todo, incluso las leyes de la naturaleza; es capaz de abrir camino para su palabra. Los dones de Dios son gratuidad. Y esa vida de ambas mujeres es la expresión de la gratuidad de Dios».
Gratuidad de la salvación
Sansón y Juan Bautista, dice el Papa, «son el símbolo de la gratuidad en nuestra salvación, porque nadie puede salvar a sí mismo. El único que salva es el Señor». «Si usted no confía en la gratuidad de la salvación del Señor, no será salvado».
«Custodiar la gratuidad y pensar en Sansón: electo, bueno, que al final de su vida tuvo un desliz, después se recompuso. Pero nosotros podemos resbalar y creer que somos redentores de nosotros mismos. El pecado es eso. El pecado es el deseo de redimirnos a nosotros mismos», acentuó, advirtiendo.
(JSG)
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