miércoles, 27 de noviembre de 2024
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Papa: "Oración, caridad, ayuno: tres inversiones en un tesoro que dura"

Ciudad del Vaticano (Jueves, 07-03-2019, Gaudium Press) El Miércoles de Ceniza, el Papa Francisco siguió una ya antigua tradición que viene siendo realizada por los Pontífices en este día que inicia el tiempo de la Cuaresma.

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Francisco presidió la misa de imposición de las Cenizas en la Basílica de Santa Sabina, situada en el barrio Aventino, en Roma.

Antes de la celebración de la misa, como es acostumbrado en esta ocasión, Francisco estuvo al frente de la procesión penitencial iniciada en la Iglesia de San Anselmo, en el monte Aventino y dirigiéndose hasta la Basílica de Santa Sabina.

«Toquen la trompeta en Sión, proclamen un ayuno»

«Toquen la trompeta en Sión, proclamen un ayuno». Ese versículo del libro del Profeta Joel dio oportunidad para Francisco iniciar su homilía, cuando él subrayó que la «Cuaresma tiene inicio con un sonido estridente: el sonido de una trompeta que no acaricia los oídos, sino proclama un ayuno»:

«Es un sonido intenso, que pretende ablandar el ritmo de nuestra vida, siempre dominada por la prisa, pero que muchas veces no sabe bien para donde va. Es un apelo a detenerse a ir a lo esencial, a ayunar de lo superfluo que distrae. Es un despertador del alma».

Para Francisco, «después del sonido de ese despertador, se sigue el mensaje que el Señor transmite por la boca del profeta, un mensaje breve y urgente: ‘Vuelvan a Mí'».

Reencontrar el camino

El Papa desarrolla su homilía a partir de esa invitación para reencontrar el camino:

«Si debemos volver, eso significa que la dirección seguida no era justa. La Cuaresma es el tiempo para reencontrar la ruta de la vida. Con efecto, en el camino de la vida, como en todos los caminos, aquello que verdaderamente cuenta es no perder de vista la meta. Cuando en el viaje lo que interesa es ver el paisaje o parar para comer, no se va lejos.»

¿Yo busco la ruta?

«¿En el camino de la vida, busco la ruta? ¿O me contento en vivir el día a día, pensando apenas en sentirme bien, resolver algunos problemas y divertirme un poco?
¿Cuál es la ruta? ¿Tal vez la búsqueda de la salud, que hoy muchos dicen venir en primer lugar, sin embargo, más temprano o más tarde faltará? ¿Por ventura la riqueza y el bienestar? «.

Fueron interrogaciones que el Papa sugirió a los fieles que acompañaban su homilía.

Pero, él además continuó, ahora, ofreciendo una respuesta que debería ser la de todos:

«No es para eso que estamos en el mundo. Vuelvan a Mí, dice el Señor. Para Mí: el Señor es la meta de nuestro viaje en el mundo. La ruta debe ser ajustada en dirección a Él»:

«Hoy, para encontrar la ruta, nos es ofrecida una señal: las cenizas en la frente», destacó el Pontífice para todavía continuar:

«Es una señal que nos hace pensar en lo que tenemos en la cabeza. Nuestros pensamientos siguen cosas pasajeras, cosas que van y vienen. Las cenizas que recibiremos nos dicen, con delicadeza y verdad, que de las muchas cosas que tenemos en la cabeza, atrás de las cuales corremos y nos fatigamos diariamente, no restará nada.»

Un grande engaño: la cultura de la apariencia

Dando continuidad a sus palabras, él subrayó su pensamiento acentuando:

«Las realidades terrenas se disipan como polvo al viento. Los bienes son provisorios, el poder pasa, el éxito declina.

La cultura de la apariencia, hoy dominante y que induce a vivir para las cosas que pasan, es un gran engaño. Pues es como una hoguera: una vez apagada, quedan apenas las cenizas».

¿Vivo para el fuego o para las cenizas?

«Cuaresma es el tiempo para liberarnos de la ilusión de vivir corriendo atrás del polvo.

«Cuaresma es redescubrir que somos hechos para el fuego que arde siempre, no para la ceniza que inmediatamente desaparece; para Dios, no para el mundo; para la eternidad del Cielo, no para el engaño de la tierra; para la libertad de los hijos, no para la esclavitud de las cosas.
«Hoy, podemos preguntarnos: ¿De qué parte estoy? ¿Vivo para el fuego o para las cenizas?», agregó Francisco.

Tres etapas del camino cuaresmal

Llegando ya al final de sus consideraciones, Francisco destacó que en ese viaje de retorno a lo esencial que debe ser emprendido durante la Cuaresma, «el Evangelio propone tres etapas, que el Señor pide para recorrer sin hipocresía ni ficción: la limosna, la oración y el ayuno».

«La limosna, la oración y el ayuno nos reconducen a las únicas tres realidades que no se disipan. La oración nos une a Dios; la caridad, al prójimo; el ayuno, a nosotros mismos. Dios, los hermanos, mi vida: son las realidades que no terminan en nada y sobre las cuales es preciso invertir.»

Esta es la mirada para lo alto a que la Cuaresma nos invita, dijo el Papa, mirar «para lo Alto, con la oración», que libera de una vida «donde se encuentra tiempo para sí, pero se olvida de Dios», y después a mirar «para el otro, con la caridad, que libera de la nulidad del tener, de pensar que las cosas están bien si para mí todo va bien».

La Cuaresma nos invita, continuó, «a mirar para dentro de nosotros mismos, con el ayuno, que libera del apego a las cosas, de lo mundano que anestesia el corazón. Oración, caridad, ayuno: tres inversiones en un tesoro que dura».

Fijar la mirada en el Crucificado

El Pontífice aconsejó que, a lo largo del camino de la Cuaresma, debemos fijar la mirada en el Crucificado:

«Jesús en la cruz es la brújula de la vida que nos orienta para el Cielo. De la cruz, Jesús nos enseña el coraje esforzado de la renuncia.
Jesús, en el leño cruz, nos llama a una vida inflamada por Él, que no se pierde entre las cenizas del mundo; una vida que arde de caridad y no se apaga a la mediocridad». (JSG)

(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones Vatican News)

 

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