sábado, 30 de noviembre de 2024
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El más pecador de los apóstoles fue el escogido, recuerda el Papa

Ciudad del Vaticano (Lunes, 05-06-2017, Gaudium Press) Este viernes, durante la Santa Misa celebrada en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco comentó el Evangelio de San Juan, capítulo 21, versículos 15-19, o sea, el episodio en que Jesús Resucitado conversa con Pedro al margen del lago, donde el apóstol había sido llamado. Francisco comenta que fue un diálogo tranquilo, sereno, entre amigos, ya en la atmósfera de la Resurrección del Señor.
Fue ahí que Jesús confió su rebaño a Pedro.

1.jpgA quien escoger

«Jesús escoge al más pecador de los apóstoles, los otros huyeron, este lo renegó: ‘No lo conozco’. Y Jesús le pregunta: ‘¿Pero usted me ama más que estos?’. Jesús escoge al más pecador», recuerda el Papa.

Y Francisco comenta que fue escogido «el más pecador» para «apacentar al pueblo de Dios. Esto nos hace pensar»…

Apacentar su rebaño con amor

Jesús escoge a Pedro para apacentar su rebaño, comenta el Papa: «No apacentar con la cabeza para arriba, como el gran dominador, no: apacentar con humildad, con amor, como Jesús hizo. Esta es la misión que Jesús da a Pedro. Sí, con los pecados, con los errores».

«Tanto es así que, luego después de ese diálogo, Pedro comete un desliz, un error, es tentado por la curiosidad y dice al Señor:
«¿Pero este otro apóstol para dónde va, qué hará?». Pero con amor, en medio de sus errores, y sus pecados… con amor: ‘Porque esas ovejas no son sus ovejas, son mis ovejas’, dice el Señor. «Ámelas. Si usted es mi amigo, usted tiene que ser amigo de ellas'».

Pedro delante de la Criada: la mirada de Jesús

El Papa recordó cuando Pedro niega a Jesús delante de la sierva del sumo sacerdote: está seguro en negar al Señor como estaba seguro cuando había confesado: «Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo».
Recuerda la mirada de Jesús que se cruza con la de Pedro, que acababa de renegarle. Y el apóstol, «corajudo al renegar, es capaz de llorar amargamente»:

«Y entonces, después de toda una vida sirviendo al Señor acabó como el Señor: en la cruz. Pero no se vanagloria: ¡‘Termino como mi Señor!’. No, pide él: ‘Por favor, coloquenme en la cruz con la cabeza para abajo, para que por lo menos vean que no soy el Señor, soy el siervo’. Esto es lo que nosotros podemos sacar de este diálogo, de este diálogo tan bonito, tan sereno, tan amigable, tan púdico.
Que el Señor nos dé siempre la gracia de caminar por la vida con la cabeza para abajo: con la cabeza alta para la dignidad que Dios nos da, pero con la cabeza para abajo, sabiendo que somos pecadores y que el único Señor es Jesús, nosotros somos siervos». (JSG)

(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de Radio Vaticano)

 

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