Redacción (Lunes, 03-02-2020, Gaudium Press) Cuando la vida se va tornando monótona… Ese es un problema que se escucha aquí, allá, más allá, cada vez con más frecuencia.
Y eso es sólo un síntoma.
Un síntoma de asuntos más profundos que pueden ser los siguientes:
Es cierto que cuando se va por el camino de la inocencia, la persona se contenta con poco, y ese poco se le hace interesante, y la vida no le parece aburrida.
El aburrimiento es comúnmente -no necesariamente siempre- un síntoma de que se transitó por la vía del egoísmo.
Vía del egoísmo, muy común, tremendísimamente común en nuestros días, en la que el hombre se cree el centro del Universo. Y como somos limitados, llega un momento en que esa limitación nos hastía, nos aburre.
Diferente es el caso del que sabe que el Universo es un inmenso escenario, en el que Dios se hace presente en la Historia que desfila. Historia que y Universo que comprende desde el encomiable y generoso esfuerzo de una hormiguita que carga decidido una hoja de cuatro o cinco veces su tamaño, hasta la decisión que debe tomar un jefe de Estado, decisión de la que puede depender la vida de muchas personas.
Cuando la persona se coloca como espectador de este gran escenario, el escenario lo desaburre, la vida se le empieza a tornar entretenida.
Lo entretiene la consideración de un rostro que le llamó especialmente la atención, y puede que hasta busque peregrinar en ese rostro, en sus cuitas, sus aspiraciones, en el fondo el reflejo de Dios que manifiesta el ser que tiene ese rostro. Ahí ya se entretuvo un poco.
Lo entretiene un color, lo entretiene un acto de heroismo, casi que al inocente lo puede entretener todo. Porque ve a Dios en todo, o puede ver a Dios en todo.
Lo entretiene una conversación, lo entretiene una discusión, porque sabe que Dios está ahí, al menos sustentando la existencia de todos los seres. Lo más interno de los seres es la sustentación que Dios hace de ellos.
El Universo es su gigantesco escenario, y el inocente se encuentra en la platea. La obra que se desarrolla termina siendo la obra más entretenida, porque en el fondo es una obra con guión divino.
El inocente se entretiene contemplando las huellas de Dios en la historia, inclusive en su propia historia.
Pidamos a Dios la gracia de recuperar la inocencia. Luchemos por ello con las ayudas de la Iglesia.
Por Carlos Castro
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