Redacción (Viernes, 10-01-2020, Gaudium Press) ¿Cuál fue la principal intención de Dios al crear el Universo? El aumento de su gloria, como no podía dejar de ser. Esto no es egoísmo de Dios, sino leyes eternas, porque todo lo que existe lo tiene como principio y lo debe tener como su fin.
En una exhalación de su infinita bondad, Dios crea los ángeles y el universo visible, el cielo empíreo, el paraíso, el hombre. Pero dentro de esa finalidad de aumentar su gloria, que se une con su bondad, había una intención especialísima de Dios, mencionada por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP en su maravillosa obra Lo inédito sobre los Evangelios:
Desde siempre Dios concibió la creación – los minerales, los astros, la vegetación, los animales según su especie, los hombres en su variedad de inteligencia y temperamento, los Ángeles en su incalculable diversidad – con el plan, por así decirlo, de engendrar hijos para sí. No obstante, ¿qué medio encontró para hacer que simples criaturas contingentes traspusieran el abismo que separa la naturaleza divina de las demás naturalezas, lo infinito de lo finito, y participasen de su naturaleza, adquiriendo la filiación divina? Esto fue posible con la maravilla sobrenatural de la gracia – sexto plano de la creación – , por la cual las criaturas racionales participan de la propia vida de Dios y se convierten en sus hijos. (1)
Dios, quería y quiere hijos, no en el sentido figurativo, sino en el sentido real.
Pero si este es el fin de Dios al crearnos, pues entonces no puede ser otra nuestra intención profunda, sino la de ser hijos de Dios. Esto se consigue primeramente con el bautismo, pues con él la vida divina empieza a circular por nuestras venas. Pero esta vida divina debe ir en aumento, con el aumento de la gracia santificante, lo que se consigue con una vida espiritual bien llevada.
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Dios quiere, según afirmaba el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, que cada alma se modele durante su vida alcanzando un grado y tipo de perfección moral de carácter sobrenatural «para completar la colección de santos de Dios» en el cielo.
Viendo el cielo, según la perspectiva divina -que también podría ser la nuestra- Dios Nuestro Señor quiere moldear nuestras almas para que cuando lleguen a la gloria celestial ellas ayuden a conformar un Cielo moralmente lindo, un cielo bello. Que ya es magnífico y glorioso con los ángeles, pero que quiere embellecer aún más con los hombres que se vayan salvando.
Y en función de lo anterior, se desarrolla toda la trama de nuestra vida: Dios nos manda gracias especiales, nos auxilia, nos perdona, nos espera, nos tiene paciencia, nos castiga, todo con el ánimo de que enrumbemos hacia esa perfección moral que Él desea que tengamos para cuando lleguemos al cielo. Y en sentido contrario el demonio, que no quiere que el cielo se siga llenando de brillantes, actúa contra nosotros.
«Es todo un torneo inmenso, en el que cada uno de nosotros queda en una rueda de salvación y de perdición. (…) Y eso, más una vez nos conduce a la idea de la belleza de toda la arquitectura que Dios puso [en el universo]. Y la Virgen obteniendo de Dios algunos elementos, y después la lucha, porque hay [dentro del alma] la flor, pero también la serpiente, en todos nosotros, que es el pecado original», decía el Dr. Plinio.
La anterior visualización nos lleva a concluir que todo lo que ocurre en nuestra vida es importante y es trascendente, define nuestro futuro. Pues a todo momento nos hallamos en ese «torneo» principal para nosotros, en el que Dios, la Virgen y sus ángeles quieren embellecer nuestra alma para embellecer la tierra y finalmente el cielo, y en sentido contrario el demonio y sus secuaces quieren que todo sea sucio y horrendo como lo es él, incluyendo también nuestra alma, para que Dios no sea glorificado con sus santos en el cielo. Es por tanto, toda nuestra vida, una magna lucha.
Una lucha en la que no podemos luchar solos: Dios quiere salvarnos, y para eso nos ofrece su ayuda, que con mucha frecuencia orgullosamente rechazamos.
Ayuda con los sacramentos, ayuda con su gracia que se obtiene normalmente con la oración, ayuda en todos los reflejos de él que hay en la Creación, y que nos fortalecen para vencer las malas solicitaciones del mundo, demonio y carne.
¿Venceremos con Dios o sucumbiremos con nuestra autosuficiencia egoísta? No depende de Dios que quiere salvarnos; depende de nosotros.
Por Saúl Castiblanco
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1 Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. Lo inédito sobre los Evangelios. Vol. I – Comentarios a los Evangelios dominicales Ciclo A – Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua. Libreria Editrice Vaticana. 2014. p. 166.
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