Redacción (Jueves, 13-02-2020, Gaudium) Todo en el universo tiene una razón de ser, y salvada la gloria de Dios que siempre es el fin principal, el segundo fin es el hombre, servir al hombre y particularmente enseñar al hombre.
Por ejemplo, un día el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira escuchaba y contemplaba un alegre grupo de golondrinas. Y se preguntaba:
«¿Qué lección quiso Dios dar al hombre haciendo a las golondrinas tal como ellas son? Porque Él tuvo una intención. Todo fue creado para nosotros y por tanto, también para mí, Plinio, que estoy lavándome la cara y oyendo las golondrinas. A medida en que oigo ese ‘pipilar’ que me alegra de los mil aborrecimientos y preocupaciones, Dios me da un mensaje por medio de esos pájaros. ¿Cuál?».
Y concluía: «Si una golondrina pensase no pasaría por su cabeza ser un colibrí. El colibrí es muy bonito, pero la golondrina pensaría lo siguiente: ‘Esta vida que yo tengo, el colibrí no la tiene. Él no es un animal alegre como yo. Él vive, tiene buen humor, pero no estalla de alegría. El colibrí se desliza a la procura de algo; yo, golondrina, ¡vuelo en la alegría de ser yo misma! Alegría de desdoblar mis alas al sol, de sentir el viento que penetra por dentro de mis plumas, de sentirme cargada por el viento y, en determinado momento el viento se divorcia de mí, y yo continúo a volar sin él. ¡Yo soy la golondrina y estoy contenta de ser golondrina!» 1
De esa interesantísima contemplación que hacía el Dr. Plinio, concluía una sabia aplicación para la espiritualidad humana, y es la de que cada uno debe estar contento con lo que es y no querer ser aquello para lo que no está llamado. Evidentemente todos deben desear perfeccionar sus cualidades, sus talentos (recordar la parábola de los talentos), pero no debemos desear ser ni colibrís ni águilas, sino simplemente aquello que somos. Que en el momento en que lo aceptemos, nuestra alma tendrá la paz que no tienen ni los envidiosos ni los igualitarios. Que seremos verdaderamente auténticos y que en función de nuestra autenticidad percibiremos la autenticidad de los otros.
Pero queremos focalizar es la premisa inicial, de que todo en el Universo es puesto por Dios para enseñarnos algo. Es por tanto el propio Dios quien nos envía mensajes, que estamos llamados a escuchar, a descifrar.
Todo nos debe elevar a Dios y sus enseñanzas, desde la tenacidad de una hormiguita, la elegancia del armiño, hasta las características siniestras de un murciélago, animal no bello, pues por su aspecto negativo, las cosas no bellas nos hablan del Creador.
El Dr. Plinio hablaba de la distracción que el gorjear de las golondrinas le daba de las mil complicaciones de la vida diaria. Las golondrinas no son pavos reales, pero así era el Dr. Plinio, se satisfacía con poco, que realmente no era poco sino mucho, pues eso poco lo llevaba hasta lo que Dios quería decirle y lo llevaba al propio Dios.
El contemplar el mensaje de la Creación nos saca de nuestros egoísmos, y además nos trae un mensaje de lo desconocido-sabido y ansiado: cuando niños, la inocencia nos mostraba la vida como un paraíso sin nubes. Pero las luchas de la vida nos mostraron que aquí hay batallas, temas oscuros. Sin embargo, ese paraíso vivido nos es prometido en el futuro por la Iglesia, cuando habla de la gloria celestial. El contacto con Dios por medio de la Creación es un recordar ese paraíso sabido de la infancia, y es una degustación de ese paraíso que vendrá.
Por Saúl Castiblanco
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1 Revista Dr. Plinio. Agosto de 2016 – Autenticidade e senso psicológico
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