Redacción (Lunes, 30-12-2019, Gaudium Press) Afirmaba el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira que el hombre en esta vida solo hallaba algo de reposo de alma en lo que él llamó ‘absolutos’. Intentaremos explicar esta maravillosa tesis.
Decía el Dr. Plinio que el hombre está jalonado en dos sentidos opuestos: hacia el infierno por el pecado original que debe refrenar, y hacia el cielo empíreo y la gloria eterna, por su tendencia hacia Dios, Bondad Absoluta, Verdad Absoluta y Belleza Absoluta.
Que la tendencia hacia Dios – Belleza Absoluta, tiene unos escalones que él llamaba ‘absolutos’, con minúscula, que son seres sublimes o posibles de Dios sublimísimos que habían alcanzado una perfección, una belleza que era proporcional con Dios y con el cielo empíreo. Y que en la presencia de esos absolutos, el hombre ‘descansaba’, hallaba reposo, verdadero, sin que ese reposo agotara por entero su sed de infinito, que solo se saciará en la presencia de Dios. Pero que esos absolutos son algo como a la manera de ‘tarjetas de presentación’ de lo que viviremos cuando con la ayuda de la Virgen nos hallemos en la gloria celestial.
Es por ejemplo lo que ocurre cuando un cultivador de la música, o un simple amateur, degustador por ejemplo de ciertas arias, oye un feliz día una interpretación de Nessun Dorma que nunca había escuchado, y que supera a las de un Pavarotti, un Domingo o un Carusso. Ese día, ese hombre halló un ‘absoluto’, que lo llenó de una alegría profunda y de alguna manera se acercó al cielo.
Pero el hombre no puede ser solo gusto por la música, sino que sus deseos son varios, como diversísima es la riqueza del Creador. (Por eso el monotemático -que normalmente es aquel que no trasciende del mero gusto hasta el Autor del goce- no halla verdadero reposo).
En ese sentido, el hombre con ansias hacia Dios rectamente ordenadas podrá preferir la bella poesía a una buena historia, o viceversa, pero no dirá que es solo poesía o que es solo narrativa. Y dentro de la narrativa, no dirá que es solo la de dramas, como por ejemplo la huida o posterior captura de Luis XVI y María Antonieta en Varennes, o la de aventuras épicas como las cruzadas, sino que cada una tendrá su lugar adecuado en el orden de su universo de prosa.
Pero cuando a un hombre que no la conocía, le cuentan bien contada la historia del Niño Dios, que nace de una Virgen-Madre desposada místicamente con el Espíritu Santo y esposa en la tierra del casto, pulcro y noble San José… Ella la del voto de virginidad perpetua, la Inmaculada y plena de gracia; y José el de la vara florida, el príncipe luminoso y humilde de la Casa de David. Cuando se le dice que Reyes Magos vinieron de Oriente para asistir a este nacimiento, impulsados por voces internas que hablaban poderosamente a su corazón y guiados por una estrella, y que seres perfectísimos y luminosos cantaron en el cielo el nacimiento milagroso de este Niño, que nacía en una gruta porque los hombres a los que venía a salvar le negaron la posada. Cuando se le cuenta todo eso y lo mucho maravilloso más, se puede decir que ese hombre está escuchando la ‘historia-absoluta-absoluta’. Ese hombre tiene en ese momento un contacto especialísimo con la divinidad por la sola belleza de tal historia, que por lo demás mente humana no habría podido concebir.
Que las maravillosas lecturas litúrgicas de estos días nos inspiren el deseo de la búsqueda de los ‘absolutos’, no por el deseo egoísta de la mera fruición, sino porque ellos son peldaños que nos hacen presente a Dios y nos llevan a Dios, el Absoluto Máximo. Que estas lecturas nos lleven a la piedad y a la frecuencia de los sacramentos, ‘absolutos’ maravillosos que nos conceden la gracia divina, y hacen nacer en nuestras almas de forma mística al Niño Dios.
Por Saúl Castiblanco
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