martes, 26 de noviembre de 2024
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¿Usted conoce a Lucius Amarus?

Redacción – (Viernes, 03-02-2017, Gaudium Press) Quien de nosotros, acompañando las noticias y contemplando el escenario político-social de Brasil y el mundo, no habrá oído algunas (¡o muchas!) veces las palabras «fraude», «propina», «operación lava-jato». «impeachment»… ¿Qué pensar de eso, sino que vivimos en un mundo de LARÁPIOS?

LARÁPIO… Para los lectores que no saben el significado de esta palabra aquí está la simple definición según el diccionario de Lengua Portuguesa: individuo que roba; ladrón.

¿Pero cuál será el origen de este término tan incisivo?

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La palabra LARÁPIO tiene origen interesante: había en Roma un juez que vendía sentencias. El juez se llamaba Lucius Amarus Rúfilus Apius. Cuando profería sus sentencias firmaba: L.A.R. Apius. De ahí surgió el término LARÁPIO.

¿Pero será que LARÁPIOS son apenas aquellos que violan el 7º mandamiento de la Ley de Dios en lo referente a los bienes ajenos? ¿Puede en nuestro medio existir también LARÁPIOS? ¿No seremos nosotros también uno de ellos? Veamos lo que nos dice Mons. João Clá Dias a ese respecto:

Humildad es aquella virtud que nos hace tener una visión clara, equilibrada al respecto de lo que somos, tenemos, podemos. No es una visión disminuida al respecto de sí mismo, es una visión equilibrada. Y, por tanto, no es una exacerbación del juicio que se hace respecto de sí mismo. Esto es fruto de la virtud de la templanza. Quien tiene humildad y mansedumbre es pequeñito, este es pequeñito.

Y los que son mansos y humildes reciben estas cosas que los sabios y los entendidos no reciben, porque los «sabios», ¡entre comillas!, los «entendidos «, ¡entre comillas!, son aquellos que se juzgan mucho más capaces que en la realidad.

Son aquellos que atribuyen a sí lo que pertenece a Dios y, por tanto, son unos ladrones, ladrones de Dios. Son «teolarápios», roban a Dios. Esa es la realidad. Y ese es todo orgulloso. Es un ladrón de Dios, cleptomaníaco de Dios, «teoclepto», ahí está. 1

El inicio del año es un tiempo propicio para un serio examen de consciencia. Y si percibimos en nosotros algo del tal Lucius Rufus, no perdamos la confianza, pues Mons. João Clá Dias, además de alertarnos, nos da el remedio para la cura de este mal:

Lo que es preciso es tomar esa posición de hijo de la Iglesia y de Nuestra Señora, no reservando nada para sí, restituyendo todo, reportando todo, sirviendo desinteresadamente hasta el último punto, después diciendo:

» ‘Yo sé que yo no soy apenas un siervo inútil, sino que yo soy un siervo infiel, que yo no hice todo cuanto debería hacer. Pero al menos esa tristeza de no haber llegado hasta el límite, Nuestra Señora llena con su misericordia y con mis lágrimas, de manera a llegar hasta el límite’. Ese es el programa de la fidelidad. […] Pedir a Nuestra Señora que nos comunique una centella del alma de Ella, a través de San Luís Grignion, un poco del espíritu de Elías, del espíritu de San Luís Grignion, de manera tal que queramos ser eso como ideal de nuestra vida: el siervo Bueno y fiel que fue hijo en toda línea y que restituyó todo aquello que tenía que restituir.

Esa posición es el jugo de la pequeña vía – tengo certeza de eso – del hijo amoroso, desinteresado, abrasadamente amoroso.

Este es el tal amor que mueve a las criaturas, es la mola del universo. […]2

¿Cómo alcanzar esta gracia de la restitución, la cual consiste esencialmente en atribuir a Dios los dones de Él recibidos? Nuestra Señora es la garantía. Dejémosla actuar en el alma y » Ella nos enseñará a glorificar al Señor por haber contemplado nuestro nada y, como resultado, nuestro espíritu exultará de paz y alegría (cf. Lc 1, 47).»3

Por la Hna. Cecilia Maria Almeida, EP

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1 CLÁ DIAS, João Scognamiglio. Homilia. Mairiporã, 2008.
2 Id. Conversa, 1970
3 Id. O precursor e a restituição. In: Arautos do Evangelho. São Paulo: Ano IV, n. 37, jan. 2005, p. 11.

 

 

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