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¿Qué es más importante?

Redacción (Jueves, 26-01-2017, Gaudium Press) Después del pecado original, la naturaleza humana se tornó más tendiente a buscar su felicidad en las cosas materiales vinculadas fácilmente a los sentidos que en aquellas ligadas a lo espiritual. Quizá sea este el motivo por el cual el Divino Maestro perfumó las páginas del Evangelio con enseñanzas respecto a la grandeza del Reino del Cielo a fin de que, encantados por la belleza de este, los hombres perdiesen el deseo de gozar de esta tierra pasajera y corrompida.

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Santa Juana de Arco en oración

Catedral de Auxerre, Francia

Nuestro Señor también se valió de las parábolas del Reino para hablar del carácter militante de la Iglesia: «Cuando es sembrado, es la menor de todas las semillas. Pero, después de sembrado, crece, se torna mayor que todas las hortalizas y extiende de tal modo sus ramas, que las aves del cielo pueden abrigarse a su sombra» (Mc 4, 31-32).

Siendo así, fácilmente podemos responder a la siguiente pregunta: ¿qué mantiene viva, influyente y en continua expansión a la Esposa Mística de Cristo? Es la estirpe de almas que, escuchando las divinas palabras de Nuestro Señor, avanzan para hacer que un día venga a nosotros el reino del Padre. La mayor arma de apostolado de estos apóstoles no es otra sino la vida interior.

San Carlos Borromeo tiene un sabio consejo en este sentido: «No descuides de tu propia alma; si descuidas de tu alma, no podrás dar a los otros lo que debes dar».[1] Este es el secreto del desarrollo y de la fuerza de ese árbol sagrado, que un día fue un grano de mostaza. Su savia es el auxilio de la gracia divina, y no la fuerza humana. Por tanto, si realizamos buenas obras, «no debemos ponernos la pregunta si los hombres reconocerán nuestras realizaciones y nuestras grandezas. Importa saber que Dios nos asiste, escudriñando en el fondo de las almas el amor con que lo servimos».[2]

Podemos dar mucha gloria a Dios en nuestras acciones de cada día, desde que tengamos las vistas puestas en lo sobrenatural y, no apenas en lo concreto, siendo perfectos «como el Padre celeste es perfecto» (Mt 5, 48). «Así hizo Cristo Jesús durante su vida pública: ocupadísima, intensísima, entretanto, siempre impregnada de oración y contemplación».[3] Sigamos, pues, sus pasos.

Por la Hna. Letícia Gonçalves de Sousa, EP
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[1] CARLOS BORROMEO, Santo. Sermão. In: COMISSÃO EPISCOPAL DE TEXTOS LITÚRGICOS. Liturgia das Horas. Petrópolis: Vozes; Paulinas; Paulus; Ave Maria; 2000, v. IV, p. 1436.
[2] CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Santidade, o ideal de todo homem. In: Dr. Plinio. São Paulo, Ano IV, n. 44, nov. 2001, p.10.
[3] CLÁ DIAS, João Scognamiglio. O amor imperfeito de Maria e a preocupação naturalista de Marta. In: Arautos do Evangelho. São Paulo: Ano IX, n. 103, jul. 2010, p. 15.

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