martes, 26 de noviembre de 2024
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El peor castigo

Redacción (Lunes, 12-12-2016, Gaudium Press) La causa de la corrupción no es sino una: Falta de Dios en la vida pública y privada de la gente. No conseguimos nada con colocar al frente de nuestras instituciones y empresas personas que no temen a Dios, que no cumplen, o cumplen a medias sus mandamientos, no frecuentan los sacramentos ni acostumbran a orar en algún momento de su día.

Viven como animales inmersos en el consumismo y la búsqueda intemperante del placer así sea el deleite doméstico de una vidita familiar sin preocupaciones. Y Dios en un segundo o tercer plano, o muchas veces no cuenta para nada.

Los médicos frecuentemente nos recomiendan una buena alimentación bien balanceada para aumentar las defensas naturales del cuerpo. ¿Y cómo aumentar las defensas para nuestro organismo sobrenatural que es el alma? Sin esas defensas aumentadas por una buena alimentación espiritual ese organismo está expuesto a cualquier acción del demonio, a cualquier tentación. Incluso posesiones y obsesiones diabólicas, que son las mayores responsables de las atrocidades de hoy día.

Después vienen las exclamaciones de horror ante los crímenes más abominables que se perpetran contra menores, ante las irresponsabilidades más sorprendentes de empresarios sin escrúpulos, ante los desfalcos y fraudes más descarados contra el erario público. Y se sigue viviendo tranquilamente porque bien pronto ya estamos con la atención puesta en alguna novedad o plan para el fin de semana o las vacaciones.

Es necesario insistir: la corrupción es por la falta de Dios en nuestras vidas. De vez en cuando la devastación de un huracán o un tsunami, un temblor de tierra, inundaciones por lluvias torrenciales o un incendio forestal enorme nos pone a pensar apenas unos minutos en la precariedad de esta vida, pero el afán de consumir y aparentar ante los demás nos vuelve a sumergir en el egoísmo y la indiferencia. Los columnistas de prensa insisten en decir que la corrupción está acabando con la sociedad y el Estado. Se oye lo mismo en iglesias, asambleas, congresos y reuniones, pero nadie intenta nada por hacer volver a la gente a Dios con amor y confianza absoluta en ÉL. Y si algunos lo hacen es para pedir cosas materiales, bienestar y prosperidad en medio de un mundo que se hunde irreversiblemente en el caos sin que se perciba con suficiente realismo porque los analgésicos del consumismo no dejan reaccionar ni medir la gravedad del momento: Gimnasio, mascotas, bicicleta, centros comerciales, cine, internet, whatsapp, mensajes, llamadas, etc., absorbe la atención y cada día la insensibilidad aumenta más y más. Ya se está viendo que las autoridades de control del orden público pierden más su capacidad de hacerlo y la solución es que se están volviendo cada vez más violentas en la represión del crimen. No adelanta tener cámaras en la calle registrando los delitos que se cometen. La prensa intenta ocultar los escándalos del gobierno de turno porque muchas veces es peor para la sociedad delatarlos. De vez en cuando algunos se publican para que no se diga que hay complicidades y no se está informando debidamente a la opinión pública. Pero la realidad es bien otra.

Nuestra Señora en Fátima pidió claramente rezar todos los días el rosario y ofrecer las mortificaciones diarias de la vida en reparación de los pecados. Enseñó incluso una pequeña jaculatoria a los pastorcitos para que la divulgaran a fin de ofrecer las contrariedades y adversidades del día-día: «Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los agravios contra el Inmaculado Corazón de María». ¿Es que nos cuesta mucho repetirla cada vez que estemos sobrellevando un problema por grande o pequeño que sea? Repetirla a diario para reemplazar las protestas y reclamos que se nos salen ante una adversidad, es una pequeña consignación que se hace en un banco de jaculatorias del Cielo, y ese ahorro allá nos va a servir mucho al momento de hacer cuentas con nuestro Juez Supremo.

Por Antonio Borda

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