Redacción (Lunes, 05-10-2015, Gaudium Press) La relación de Cristo aparecido con la Santa polaca que hoy conmemora la Iglesia, está entre las más intensas que la historiografía católica registra.
Su Diario, escrito por orden del propio Jesús de Nazaret, es un rico relato de las continuas indicaciones directas del Redentor, referentes a su camino espiritual, a la difusión de la devoción de la Divina Misericordia y a la constitución de una nueva orden religiosa fundada por ella.
«Hija mía, sé diligente en apuntar cada frase que te digo sobre mi misericordia, porque están destinadas para un gran número de almas que sacarán provecho de ellas», narra el referido Diario en su No. 1142., que Jesucristo expresó a Santa Faustina Kowalska.
Y efectivamente, quiso Jesús que el diario de Santa Faustina fuese una revelación para los hombres de nuestra época de la infinita misericordia del Señor, dirigida con énfasis al miserable, al pecador, misericordia a la que muy pocos acuden.
«Hija mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia mía. Me queman las llamas de la misericordia, las quiero derramar sobre las almas, [y] las almas no quieren creer en Mi bondad» (Diario, No. 177). Jesús quiere que se insista en el gigantesco amor que él tiene por los miserables.
Miserables son particularmente los pecadores. Para ellos Jesús tiene reservadas las especiales llamas de su amor: «Deseo que conozcas más profundamente el amor que arde en mi Corazón por las almas y tú comprenderás esto cuando medites Mi Pasión. Apela a Mi misericordia para los pecadores, deseo su salvación» (Diario, No. 186). «Hija mía, mira hacia el abismo de Mi misericordia y rinde honor y gloria a esta misericordia mía, hazlo de este modo: Reúne a todos los pecadores del mundo entero y sumérgelos en el abismo de mi misericordia. Deseo darme a las almas, deseo las almas, hija Mía» (Diario, No. 206).
Consideramos que la vía de la misericordia propuesta en el Diario de Santa Faustina, se inserta en la de la Infancia Espiritual proclamada poco tiempo antes por Santa Teresita del Niño Jesús: Dios nos pide que nos coloquemos como niños en sus manos, para que Él sea el Padre protector que nutre y guía. Incluso en algún aparte del Diario Jesús emplea la expresión «infancia del espíritu»: «… de repente vi al pequeño Niño Jesús -narra Sor Faustina. Y su majestad me penetró y dije: Jesús, Tú eres tan pequeño, pero yo sé que Tú eres mi Creador y Señor. Y Jesús me contestó: Lo soy y trato contigo como un niño para enseñarte la humildad y la sencillez» (Diario, No. 184). «Hija mía, figúrate que eres la reina de toda la tierra y que tienes la posibilidad de disponer de todo según te parezca; tienes toda posibilidad de hacer el bien que te agrade y de repente, a tu puerta llama un niño muy pequeño, todo tembloroso, con lágrimas en los ojos, pero con gran confianza en tu bondad y te pide un pedazo de pan para no morir de hambre. ¿Cómo te comportarías con este niño? Contéstame, hija mía. Y dije: Jesús, le daría todo lo que me pida, pero también mil veces más. Y el Señor me dijo: Así me comporto Yo con tu alma». (Diario, No. 229). «Aunque mi grandeza es inconcebible, trato solamente con los pequeños; exijo de ti la infancia del espíritu» (Diario, No. 332).
Es el propio Jesús quien le explica a Santa Faustina el significado de la imagen que Él manda pintar para difundir la devoción a la Divina Misericordia. Esa explicación es también una elucidación de un momento culmen de su Pasión, cuando Él derramo sangre y agua de su costado lacerado: «Una vez, cuando el confesor me mandó preguntar al Señor Jesús por el significado de los dos rayos que están en esta imagen, contesté que sí, que se lo preguntaría al Señor. Durante la oración oí interiormente estas palabras: Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas… Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios». (Diario, No. 299).
Entretanto, en varios apartes del Diario, Jesús se lamenta de cuán poco los hombres acuden a su misericordia. Es más, en alguno de ellos dice que más lo hiere esta indiferencia a la misericordia divina que el propio pecado. «La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a mi misericordia. Oh, cuánto me hiere la desconfianza del alma. Esta alma reconoce que soy santo y justo, y no cree que Yo soy la Misericordia, no confía en mi bondad. También los demonios admiran mi justicia, pero no creen en mi bondad» (Diario, No. 300).
Es todo el Diario de Santa Faustina una invitación a abandonarse como niños en la infinita misericordia del Creador. A medida que se recorren las páginas, el lector va convenciéndose de la bondad infinitamente misericordiosa de Dios, y es movido a entregarse a ella con toda desprevención, pero también con toda humildad. La misericordia de Jesús nos invita a la infancia espiritual, y a la humildad. Solo el orgullo aleja a Dios del hombre; pero cuán orgulloso es el hombre…
Por Carlos Castro
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