lunes, 25 de noviembre de 2024
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Cultivar el ‘flash’: Ascender hasta una meseta donde se habita establemente con el don de sabiduría

Redacción (Miércoles, 01-05-2019, Gaudium Press) En anteriores notas (1) (2) hemos venido tratando del don de sabiduría, y de cómo una escuela espiritual abierta y explicada por Plinio Corrêa de Oliveira definía al ‘flash’ como un cierto tipo de gracias actuales que ponen en ‘funcionamiento’ los dones del Espíritu Santo, particularmente el don de Sabiduría, el más alto de los dones, «encargado de llevar a su última perfección la virtud de la caridad», y que es «como una visión desde la eternidad que abarca todo lo creado con una mirada escrutadora, relacionándolo con Dios en su más alta y profunda significación por sus razones divinas. Aun las cosas creadas son contempladas por el don de sabiduría divinamente», dando «un conocimiento sabroso y experimental de Dios». La sabiduría se extiende a Dios, a las «cosas divinas» y «también a las cosas creadas, descubriendo en ellas sus últimas causas y razones que las entroncan y relacionan con Dios en el conjunto maravilloso de la Creación» 1.

Como ya ha sido estudiado y definido por la sana teología -tras los debates de la ‘cuestión mística’-, sabemos que no existe santo que no sea «místico». Definida la mística como la acción donal, es decir, la acción del Espíritu Santo a través de sus dones, y siendo necesarios los dones para que las virtudes -y particularmente la caridad- alcancen su modalidad divina y su grado heroico, y siendo la santidad la virtud en grado heroico, se concluye que todos los santos son santos por la acción de los dones del espíritu santo, y es en este sentido que son místicos.

En el marco de lo anterior, decíamos que el Dr. Plinio hablaba de los ‘flashes’, y entonces se plantea la pregunta: ¿Por qué llamar a esta vía, la de los flashes, de una nueva escuela espiritual si siempre la santificación ha sido obra de los dones del Espíritu Santo? Por varias razones, pero principalmente por lo que llamaríamos un tanto no exactamente ‘el énfasis’.

Énfasis, en saber el alto valor que ese tipo de gracias de orden místico tiene en el papel de la santificación. Énfasis en el buen conocimiento de cómo es este ‘mecanismo’ maravilloso. Pero sobre todo énfasis en el ‘cultivo’ del flash, que es nuestro tema de profundización de hoy.

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Resulta que un día vamos de visita a una ciudad bonita, por ejemplo Cartagena de Indias, ciudad que ya se había visitado varias veces, pero en la que esta vez algo ocurre de muy especial. Resulta que esta vez se fue con un amigo fotógrafo, verdadero artista, a la caza de los ‘imponderables’ magníficos que puede tener una ciudad de estas. Y resulta que cae la noche cuando en el Castillo de San Felipe y aún con algo de luz nuestro amigo consigue una toma realmente magnífica, que nos permite ver algo así como el alma del Castillo, la ‘arquetipía’ del Castillo, el Castillo en su perfección.

Y sentimos en el fondo de nuestro espíritu que lo que estamos viendo no es solo el portentoso Castillo en un ángulo magnífico, o con una especial luminosidad que mejor lo revela, sino algo del profundo simbolismo de ese Castillo, ligado sí a su pasado heroico, pero sobre todo ligado a lo que él tiene -y aquí repetimos la definición del don de Sabiduría- de «más alta y profunda significación por sus razones divinas».

Es decir, percibimos -puede ser de una manera consciente o un tanto subconscientemente- lo que él tiene de fuerte, de decidido, de elegante en medio de su rudeza, lo que tiene de humildemente altanero, y nos extasiamos en la contemplación del Castillo centenario. La anterior quiere ser la descripción de un ‘flash’.

Pero resulta que al día siguiente recorriendo las calles empedradas de la ciudad amurallada medio desprevenidamente, nos chocamos con un muro rectilíneo de piedra, horadado por algunas ventanas no tan grandes y un bello pero austero portal, muros que son coronados con la estilizada torre de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría. Y ni se nos pasa por la cabeza la mezcla abigarrada de estilos, sino que percibimos el magnífico y armonioso contraste interno de un conjunto formado por la fuerza y la rudeza de la piedra, y la delicadeza de una torre angosta y colorida.

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Y sentimos que ese puede ser un símbolo de la bella autoridad con carácter paterno, que a veces es firme, pero siempre visando llegar al cielo de la bondad. Y nos dan ganas de entrar en esa catedral, de sentirnos protegidos en su interior, pero también tenemos deseos de impregnarnos de su bondad firme, de su firmeza materna. Y en el fondo sentimos que así es Dios. Otro ‘flash’.

Afirma el Dr. Plinio que continuamente somos visitados por ese tipo de flash. Lo que pasa es que somos groseros con ellos.

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Groseros, porque cuando pasa el flash deberíamos recordarlo, deberíamos hurgar en su interior que fue lo que nos ‘dijo’, lo que nos quiso decir, deberíamos hacer explícitas sus locuciones comúnmente no explícitas, muchas veces de una gran intensidad, pero sensible que requiere ser destilada por el análisis.

Deberíamos recordar qué fue lo que admiramos en el flash, y también que fue lo que en contraste detestamos en el flash, por ejemplo una construcción simplona, mecánica y materialista, que afecta los alrededores de la construcción maravillosa del flash.

Y por no querer cultivar el flash, y por consiguiente no tener el hábito de admirar y detestar fuera del flash, el flash va muriendo, es como una planta que no llega a nacer, o de la cual salió un brote que pronto murió. El flash no llega a florecer en la formación de un alma esculpida o moldeada por el flash.

Algo muy diferente al Dr. Plinio, según narra Mons. Juan Clá, que llegó a vivir en la ‘atmósfera de flash’, en un «estado permanente de contemplación, más o menos como si una persona, teniendo un ‘flash’, pudiese prolongarlo y vivir dentro de ese ‘flash'», al punto de que vivir «habitualmente dentro de esa gama de trascendencia, en que el propio flash como que se estabiliza en la cabeza y se torna algo asimilado, viendo todo debajo de cierta luz que ya es la relación simbólico con Nuestra Señora y, a través de Ella, con Nuestro Señor Jesucristo, que es Dios. De manera que, para mí [explicaba el Dr. Plinio], el ‘flash’ existe, pero no tiene gran relevancia: es más o menos como encender la luz eléctrica durante el día». 2

Es decir, se llega a vivir en un estado permanente de algo así como un ‘super-flash’.

Por Saúl Castiblanco

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1 Royo Marín, Antonio. O.P. El Gran Desconocido – El Espíritu Santo y sus Dones. BAC. 1998. pp. 192-194

2 Mons. Joao Scognamiglio Clá Dias, EP. O Dom de Sabedoria na Mente, Vida e Obra de Plinio Corrêa de Oliveira – Vol I – Inocencia o Início da Sabedoria. Libreria Editrice Vaticana. 2016. pp. 60-61

 

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