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Santa Marta de Astorga: La Mártir del Silencio

Redacción (Viernes, 22-02-2013, Gaudium Press) En día 23 de febrero, tenemos la alegría de conmemorar el martirio de una virgen muy singular… Está Santa fue nombrada como la principal patrona de la ciudad de Astorga, España, habiendo entregado su alma a Dios en el año 252, por ocasión de la persecución furibunda realizada por Décio y por su secuaz Paterno, gobernador de esta región.
Paterno, al tomar posesión del territorio que le cabía administrar, luego recibió informaciones de que había en la ciudad una joven de hermosísima apariencia y de mucho ímpetu contra toda y cualquier persona que le quisiese retirar del camino de su santísima religión.

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Imagen de Santa Marta de Astorga con los santos Justo y Pastor

Esta joven se llamaba Marta.

El nuevo gobernador, frenético para utilizarse del poder que su nuevo cargo le concedía, decidió llamar a la jovencita Marta para obligarla a sacrificar a los ídolos, pensando que no tendría ninguna dificultad para persuadir a una persona tan joven. La muchacha, al comparecer delante del pérfido administrador, lo dejó extremamente desconcertado y perturbado por causa de su belleza y tan exuberante inocencia, las cuales resultaban en una inimaginable fuerza de alma, la cual jamás había visto.

Paterno, estando totalmente desconcertado con la apariencia de la joven, intenta con mucha delicadeza, persuadirla a sacrificar a los dioses. Con todo, la joven encantadora, que hasta entonces era como un cordero, se transforma en un león para defender su Fe Católica, apenas con su santa mirada, sin decir una sola palabra.

El alcalde enfurecido con Marta, a pesar de no querer maltratarla por causa de sus bellas características, se decide por la tortura, la extiende en un caballete, para ver si conseguía quebrar tamaña determinación. Marta, todavía, rezaba en su interior pidiendo que Dios le concediese fuerzas para enfrentar el gran tormento y con grande práctica de virtud, se mantenía enteramente serena a todas las torturas y con todavía más ímpetu en la decisión tomada.

Se le ofrecen riquezas y honores

El inicuo gobernador, al aproximarse a la futura mártir extendida sobre el caballete, intenta por última vez quebrantar la firme convicción de Marta, que para él era enteramente incomprensible. Para intentar convencerla, le ofrece premiarla con las mayores honras que podía ofrecer en este mundo diciendo:

¡Sacrificad a los dioses! Recibirás como premio la libertad de estos torturadores, pasarás a ser la esposa de mi hijo y tendrás todo lo que quisieres en este mundo. ¿Por qué perder tamaña belleza y tan sublime futuro? Sacrifica a los dioses y tendrás todo lo que quisieres.

Marta da el silencio como respuesta a tan despreciable premio, comparado al que le concederá en breve el Rey de los reyes y Señor de los señores: Nuestro Señor Jesucristo.

El gobernador, terriblemente asustado y furibundo con la extraordinaria fidelidad a Dios de una joven como ella, pierde enteramente el control y ordena a sus sanguinarios verdugos que la sentencia de aquella joven por haber desobedecido a sus órdenes sea la decapitación, y que esta sea ejecutada inmediatamente.

Este martirio evidencia el testimonio sublime de una joven de fidelidad y Fe admirables, colocó en pánico -sin pronunciar palabra- a aquel que se creía omnipotente en su puesto.

Después del martirio de la Santa virgen y mártir Marta, su cuerpo fue lanzado a una de las fosas existentes en la ciudad y, más tarde, retirado de ese inmundo lugar para ser sepultado junto a los cuerpos de otros gloriosos santos mártires.

Contemplemos el bello ejemplo de vida de Santa Marta nos ofrece, quien no perdió la confianza en Dios ni incluso en los peores momentos de su vida, haciendo que aquel que se juzgaba omnipotente, fuese finalmente derrotado por una simple joven de apariencia privilegiada.

Pidamos la intercesión de Santa Marta de Astorga para que nunca nos dejemos intimidar por todos los «Paternos» que encontremos en nuestros caminos, y que siempre tengamos la misma firmeza de alma de esta joven virgen y mártir, quien no se dejó intimidar por aquel que era capaz de matar el cuerpo, pero no el alma.

Por Celso Ryos Fernades

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