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Guantes

Redacción (Viernes, 25-01-2013, Gaudium Press) Usar y decirle guantes o mitones a estas prendas de vestir para enfundar las manos y protegerlas del frío o del sol, por supuesto que no fue invento de la Europa Cristiana de la Edad Media. Ya los pueblos más bárbaros en tiempos de inviernos crudos se veían obligados a forrarse las manos so pena de perder congelados los dedos. Los romanos también lo hacían, especialmente en las campañas militares de estaciones frías, o en sus sanguinarios pugilatos reforzándolos con manoplas de pequeñas puntas de hierro para hacer más emocionantemente crueles los combates de esclavos gladiadores, obligados a este tipo de peleas a puñetazos en las que se hacían apuestas y la sangre manaba a borbotones.

2.jpgLa diferencia comenzó cuando el guante se volvió un símbolo: En la bella ceremonia del pacto de vasallaje, el guante del señor le era entregado al vasallo para este «oscularlo» y en algunos casos conservarlo hasta que se rompía el pacto por alguna de las dos partes, y entonces lo primero que se devolvía o se exigía devolver era el guante que el vasallo había mantenido en un lugar de honra de su castillo. Guerras hubo para recuperar el guante del señor agraviado o traicionado.

Arrojarle el guante a alguien era un reto a duelo como también una declaración de guerra si el representante de uno de los reinos lanzaba el suyo a los pies del otro y le volvía la espalda. Si el otro lo recogía era señal de aceptar la guerra o el duelo. Si lo dejaba en el piso y se retiraba todo quedaba como al principio y seguían las conversaciones no sin cierta desventaja para el retado. Afrenta innominable era el «guantazo» en la cara, terrible humillación que significaba que ni una palmada se merecía el retado para no poner la mano en contacto con su rostro.

Para portar el pendón nacional, el bastón de mando o el sable, todavía el militar de hoy lleva las manos enguantadas como señal de respeto a la investidura que se le ha dado y de la cual aquellos tres son el símbolo. Muchos otros objetos emblemáticos, sagrados o rituales deben llevarse con los guantes puestos.

Nunca saludar con la mano enguantada: Era un símbolo de descortesía para con la otra persona y de falta de respeto con el superior. Así que el guante no es simplemente una prenda útil sino que alguna vez recibió también su parte de beneficio simbólico y espiritual cuando entró en contacto con la cristiandad, porque solamente esta entendió lo que significan las manos del hombre. Y llevarlas entre unos guantes magníficos en una ceremonia religiosa significaba que aquellas manos estaban limpias de malas intenciones, hacían buenas obras y procederían siempre con mucho cuidado.

Una tradición que nace en las misas pontificales

1.jpgLa costumbre de los nobles enguantar las manos -y su significación seglar- fue una copia del ceremonial de las misas pontificales del siglo VII cuando solamente el Papa oficiaba por ocasión de algo muy especial y mantenía las manos cubiertas hasta el momento del Ofertorio. Años después entregar guantes hacía parte de la ceremonia de investidura episcopal porque los pontífices comenzaron a autorizar el uso de ellos a obispos y a abades. Por tal razón la variedad y calidad de guantes litúrgicos adornados y finamente trabajados en telas y piedras preciosas es un tesoro que todavía se conserva a algunas catedrales lamentablemente como una simple pieza de museo pero con mucho respeto por su valor espiritual y material. Cuando el menudo pueblo de Dios se enteraba de una misa pontifical o episcopal con manos enguantadas, entendía que la razón de las intenciones de ella era elevadísima porque inclusive el lavado de las manos antes del Ofertorio se iba a hacer para esta ocasión con un tipo especial de agua, y al secarlas a veces se hacía sobre grandes panes de trigo abiertos.

A la par que las sencillas y pequeñas prendas fueron adquiriendo significado, el ingenio artesanal las fue haciendo cada vez más prácticas y bellas en todos los materiales, más suaves, más cómodas y adornadas, delicadas y finas, incluso aromatizadas, especialmente para las damas. Una dama enguantada hasta más arriba de los codos, es un símbolo de elegancia y categoría como solo se ve en las grandes fiestas y ceremonias de gala de Europa y América, inclusive en Asia.

El guante caído de Carlomagno

Recordemos lo que significó en el «Cantar de Roland», el épico poema medieval que relata la incursión de Carlomagno y sus Francos en España para salvar la Cristiandad contra los sarracenos. Marsil, el moro, estaba derrotado y decide enviar una comisión con valiosos regalos para pedir la paz. El Emperador cristiano envía al fatídico Conde Ganelón a ultimar detalles y para ello le entrega su guante como garantía de que la embajada es legítima. Al momento de cogerlo, el guante cae al suelo y los otros Pares lo interpretan como un mal presagio que lamentablemente se cumplió por traición y le costó la vida al mejor y más leal Par de Francia: Roland, algo así como el discípulo perfecto, el auténtico heredero del emperador de la barba florida que tras su muerte dejaría el primer imperio cristiano dividido entre sus hijos que no alcanzaron su gloria, cerrándole la posibilidad a la dulce Francia de llegar a un ápice grandioso y con ella a la Cristiandad entera. Y fue de un guante ungido, del que el ángel de la nación se valió para alertar sobre la desgracia.

Por Antonio Borda

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