Redacción (Miércoles, 18-01-2012, Gaudium Press) Como todos los jueves, «mamma Margarita» -la madre de San Juan Bosco- va al mercado de Castelnuovo para vender queso fresco, pollo y verduras. Retorna con tejidos, velas, sal, y siempre algunos regalitos para los niños que, al inicio de la puesta del sol, van a su encuentro en una sola corrida, estrada abajo.
Mientras ella no llega, Juan y José (9 y 10 años) se entretienen con diversos juegos, como la «lippa», que consiste en lanzar de uno a otro un cilindro de madera, debiendo éste ser agarrado con cuidado, de lo contrario cae al piso.
Mamá Margarita |
Juan, queriendo dificultar un poco el juego, lanza con fuerza el objeto al hermano, yendo a parar el pequeño cilindro en el tejado de la casa…
– ¿Qué hacer? – pregunta José.
– ¡Hay otro en la cocina! – grita Juan – ¡Voy a buscarlo!
El juguete está sobre el armario, un poco demasiado alto para el pequeñito, que en punta de pies estira el bracito y lo agarra, pero… al lado había un recipiente de aceite que viene también y, ¡paft!, se cae al piso, esparciendo aceite y pedazos de vidrio por toda la cocina.
José, no viendo al hermano de vuelta, corre, entra a la cocina, agranda los ojos y pone la mano en la boca, en un grito…
– ¡Ay! ¡Quiero ver cuando mamá vuelva!
Intentan remediar, desesperados, maniobrando la escoba y la pala: los pedazos son recogidos, pero… ¡ah!, el aceite, ese ya se fue; se desparramó todo entre los ladrillos rojos; y la mancha se iba ensanchando, ensanchando, tanto cuanto el miedo de los dos jovencitos.
José corre a la estrada, para ver se avista a la madre.
Juan, usando la cabeza, pasa media hora en silencio, pensando… Después, saca del bolsillo la navaja, va cerca y corta una rama flexible, se sienta sobre una piedra y, al trabajo… Al mismo tiempo él va estudiando las palabras que dirá a su madre…
Terminada la «escultura» de pequeños diseños hecha en la rama, ven a la madre llegando. Le van al encuentro; Juan al frente, corriendo, y José, desconfiado, un poco atrás.
– Buenas tardes, mamá. ¿Cómo fueron las compras? – pregunta Juan.
– Bien, y ustedes, ¿pasaron bien?
– Mmm… «Mamma», vea – y entrega la varita adornada con capricho.
¿Qué hiciste esta vez mi hijo?
– Esta vez merezco realmente una paliza… Desobedeciendo a usted, subí al mueble de la cocina y… rompí la vasija de aceite… Le hice una varita, porque merezco incluso ser castigado; aquí está ella.
Diciendo esto, pone en las manos de la madre la rama, mirándola de arriba abajo, con sus ojos negros arrepentidos y muy astutos…
«Mamma Margaritta» lo contempla por instantes, y explota en una risa. Y se ríen los dos. La madre lo toma de la mano y entran a la casa.
– ¡Sepa que usted se está volviendo un expertito, Juan! Me desagrada la vasija quebrada; somos pobres y el aceite cuesta caro, pero estoy satisfecha, porque no me has contado ninguna mentira. Sin embargo, estate atento la próxima vez, pues quien poco posee, cela por lo que tiene.
En ese momento José, que vio desatarse la «tempestad» temida, también sonríe y da un abrazo a su madre.
La verdad y la sinceridad triunfan llenas de bienquerencia, haciendo verdadera la antigua frase: «¡Quien dice la verdad, no merece castigo!»
(Basado en la biografía de San Juan Bosco)
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