jueves, 28 de noviembre de 2024
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Los Ángeles de Sopó

Bogotá (Lunes, 19-12-2011, Gaudium Press) Es innegable que en materia de ángeles, el conocimiento humano todavía está muy lejos de alcanzar lo que nos sería necesario para poder convivir armónicamente con ellos en este destierro temporal. Se trata de poderosos espíritus celestiales, invisibles naturalmente al ojo humano, creados por Dios para colaborarle por voluntad suya en el gobierno del orden universal.

AngelCustodio.jpgRepresentarlos ha sido uno de los temas más recurrentes del arte cristiano y son famosos los magistrales y purísimos ángeles que pintó en su tiempo el reconocido dominico hoy beato Fray Angélico. Pero también los pintados en Hispanoamérica vestidos a la ‘Ancien Régime’, algunos de ellos por pintores anónimos que hacen suponer que fueron ignorados religiosos de vida claustral, más que todo en conventos de algunas de nuestras ciudades virreinales de las cumbres andinas.

Sin desestimar por supuesto los ángeles arcabuceros de Calamarca y otras más, la serie de doce ángeles que se exhibe en la iglesia parroquial de un colonial y pintoresco pueblito sabanero cerca a Bogotá, conocida como los Ángeles de Sopó, está rodeada de un misterioso halo digno de registro ya que para comenzar las pinturas de tamaño natural pertenecen al siglo XVII y son absolutamente anónimas.

Unos coronados y otros con elegantes cascos de combate, casi todos calzando extrañas cáligas y entre vaporosas vestiduras medio femeninas, llevan también de paso nombres que aparecen solamente en escritos hebreos muy antiguos no incluidos en la Biblia. Aunque están los tradicionales tres santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, los otros son todavía más misteriosos sobre todo por el apacible semblante que los caracteriza a todos, como por la expresividad del movimiento y los ademanes atrapados por el misterioso e ignoto pintor en sus cuerpos, lo que los hace todavía más singulares.

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Foto: Banco de la República – Colombia

Son óleos sobre lienzos muy delicados y floridos, la mayoría están armados, uno incluso con látigo en una mano y una linda corona de rosas en la otra. Estandarte, espada y lanza, símbolos inequívocos de combatividad combinan con flores y en algún caso con incensario. Brotan de un fondo de cuadro sumamente oscuro e incluso tenebroso, y la luz que los destaca más parece que el pintor se propuso dar a entender que emana de ellos mismos y no que fuera recibida desde algún ángulo de la pintura. Un cierto toque afrancesado los hace similares a otras series de ángeles en otras iglesias no solamente de Colombia sino de varias ciudades virreinales andinas. Esto hace pensar a mucho historiador que se trató de un enigmático movimiento pictórico del siglo XVII respondiendo a una especial devoción por los ángeles en el catolicismo hispanoamericano de aquellos años.

Los doce ángeles fueron restaurados por el Banco colombiano de la República en 1986 aunque uno de ellos, tal vez el de más misterioso significado, no pudo serlo debido al desproporcionado grado de deterioro que acusaba en comparación con los demás. Lleva el sol en una mano y también va armado de espada, pareciera que es el que tiene la mira más en lo alto.

A la llegada de los españoles, Sopó era un pequeño asentamiento indígena que resultó sumamente dócil a la predicación cristiana. El lugar todavía hoy conserva una cierta atmosfera espiritual y angélica sobre todo en el sitio donde está el milagroso «Señor de la Piedra», un guijarro del tamaño de una mano, que tiene perfectamente esculpido un Eccehomo y fuera encontrado en 1753 por una mujer lavandera a la orilla de un riachuelo que baja de una empinadísima montaña al pie de la cual está el pueblo. El Señor y los doce ángeles, son el patrimonio no solamente cultural sino espiritual de aquel lugar ciertamente cargado de bendiciones y de historia.

Por Antonio Borda

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