viernes, 29 de noviembre de 2024
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Los hospitales y las obras de beneficencia, naciendo bajo el amparo de la Iglesia

Dom-Miguel-de-Mañara-fundador-Santa-Caridad-Sevilla.jpgRedacción (Martes, 01-11-2011. Gaudium Press) Ya desde el siglo IV la caridad cristiana engendró una institución desconocida en el mundo pagano antiguo: los hospitales. Según LLorca, Villoslada y Montalbán estas instituciones «no eran al inicio casas de enfermos, sino casas destinadas a acoger a los necesitados que se encontraban sin lugar», de ahí el término hospital, del latín hospes (huésped, extranjero, viajante). Estas eran «por consiguiente, lugar de refugio de pobres, peregrinos, enfermos, gente sin albergue; casas donde se ejercitaba la más pura caridad cristiana bajo la dirección más o menos inmediata del obispo».

Al lado de todas las catedrales se fueron erigiendo hospitales y asilos para los pobres y peregrinos. En Mérida, España, era bien conocido el levantado en el siglo VI por el gran obispo Masona, con un buen equipo de médicos, enfermeros y enfermeras.
Además, según los referidos historiadores, «es sabido que desde el siglo IX van surgiendo en diferentes países asociaciones religiosas consagradas a la caridad y beneficencia». Concluyendo, afirman LLorca, Villoslada y Montalbán:

«Así surgieron estas obras de beneficencia, que son una de las glorias más puras del cristianismo. Son el producto más típico del espíritu cristiano, que siquiera se concibe en medio del egoísmo pagano. De este modo, al crecer el cristianismo, se multiplicaron en todas partes estas instituciones de caridad, y a fines del siglo VII habían tomado un auge extraordinario, señal evidente del verdadero espíritu del cristianismo que reinaba en todas partes».

Por el P. Carlos Alberto, EP

 

 

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