miércoles, 27 de noviembre de 2024
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En el paraíso hay mariposas

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Foto: Plancas67

Redacción (Lunes, 16-03-2015, Gaudium Press) La Cuarta Vía para probar la existencia de Dios casi se podría resumir titulándola la vía de la existencia de lo maravilloso: Si existe lo menos es porque existe lo más, y si existe lo más después de ver que está lo menos, pues forzosamente debe existir lo Arqui-Más, lo Más-Absoluto, lo Maravilloso Divino; debe existir Dios.

De esta manera, la Cuarta Vía es muy sensible y muy apropiada al ser humano, pues para transitarla debemos usar de la observación de las cosas creadas, y especialmente de las cosas bellas creadas. Cada elemento bello del Universo nos habla poderosamente de su Hacedor.

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Foto: Richard Crook

Por ejemplo las mariposas.

«Las mariposas, o más técnicamente los lepidópteros, hacen parte de la familia de los holometábolos y son el segundo taxón con más especies en los insectos. Su función práctica y ecológica es…» No. Realmente poco nos interesa la ‘historia clínica’ de las mariposas, de la cual podríamos reconocer su importancia para ciertos efectos.

Lo que nos atrae de ese simpático animalillo es su potencialidad para podernos remitir a un mundo maravilloso, a un mundo divino.

Las hay de casi todos los colores, o con casi todos los colores. Impresionan por ejemplo las ‘Morpho’ azules, grandes, con sus tonos índigo sedosos, siempre platinados, brillantes, que varían con el grado de incidencia solar, y que podrían ser consideradas el ser-rey en el reino de las mariposas. Es algo así como el resultado de la majestad de los azules, la serenidad dominante de los azules, junto con la majestad de su tamaño.

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De los países tropicales tenemos a las también grandes ‘Machaon’, éstas de tendencia amarilla-naranja, más solares, de más vida, más exuberantes. También están esas más sencillas pequeñas y amarillas, que vuelan en grupos sin temer que el conjunto opaque su belleza singular, que no es rutilante, pero que en fusión de bandadas sí producen una deleitable conmoción.

El movimiento de las mariposas tiene el encanto de lo impredecible ‘danzarino’ no agitado. Ellas saltan de un lado a otro, a veces de flor en flor, diciendo de reojo a su contemplativo: «cázame si puedes». El contemplativo caído en tentación va tras ellas, o sigiloso o raudo, para comúnmente ver surgir en sí la decepción junto a la sorpresa y la ilusión: decepción porque justo antes de cazarla ella consigue escapar, sin resentimiento; y sorpresa e ilusión porque su vuelo en fuga es atrayente y nueva invitación para ir en pos de ellas.

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El movimiento saltarín no raudo de las mariposas aporta el mensaje de una esperanza alegre, de matices dorados-plateados; tal vez por ello aún hacen que levanten su vuelo en bodas, cuando los recién casados aparecen en el atrio de la iglesia, bañados por la feliz perspectiva de una nueva vida juntos.

Es natural de su naturaleza la fragilidad de las mariposas y ello ciertamente hace parte de su encanto. De pronto no serían tan bellas las mariposas si tuviesen alas de acero, ni aunque fueran multicolores. Casi con solo tocarlas se deshacen, tal es su debilidad. Pero probablemente es esa característica la que crea la sensación de que ellas pueden aparecer y desaparecer a cualquier momento; son como pequeñas apariciones. En diversos filmes un conjunto de mariposas le da un esbozo de figura material a un ángel cuando este quiere manifestarse a los hombres. El tránsito del ángel a la materia lo han ideado algunos guionistas a través de las mariposas.

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Es una creatura simple y maravillosa la mariposa. Ciertamente en el paraíso terrenal hay mariposas. No sólo mariposas, también leopardos. Pero también mariposas. Y en el cielo empíreo hay inocentes y perfectas mariposas.

Por Saúl Castiblanco

 

 

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