jueves, 28 de noviembre de 2024
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La Santidad considerada a través del prisma de la estética

Bogotá (Lunes, 27-02-2012, Gaudium Press) La santidad es una configuración con la persona sublime de Jesús, según nos recuerda el Papa en la audiencia general del 13 de abril pasado. La santidad «es una unión y una configuración con Cristo, que hunde sus raíces en la gracia bautismal y en el misterio pascual», expresó el Pontífice en la ocasión.

6793_M_fa6bc06bc.jpgSantidad también puede ser definida como la práctica de la virtud en grado heroico. Por lo demás, la comprobación de virtudes heroicas es uno de los dos procesos que se surten en toda causa de beatificación.

Entretanto, Santo Tomás realiza una afirmación sobre la virtud extrema que tiene su lado un tanto misterioso, y que no se ve muy comentada en los libros comunes de piedad o espiritualidad. Para el Santo de Aquino, según lo expresado en ‘De Veritate’, «la última perfección a que puede llegar el alma consiste en reproducir en ella todo el orden del universo y sus causas», tal como recuerda Mons. João Scognamiglio Clá Días E.P., en su magnífica obra «La Fidelidad a la Primera Mirada – Un periplo de la aprehensión del Ser hasta la contemplación del Absoluto».

2096_M_550e7c5f.jpgSin embargo: ¿Cómo reproduce un alma el orden del universo? Y, antes, ¿cuál es el orden del universo?

Primero miremos la afirmación del Santo Doctor de la Iglesia en todo su contexto: Dice el Aquinate en ‘De Veritate’ (q. 2, a. 2) que las cosas son perfectas en cuanto tienen el ser, pero a la vez son imperfectas cuando se las compara con otros seres más perfectos. Una piedrecilla de río es perfecta en cuanto existe, pero es imperfecta si se la coloca junto a una gran esmeralda tallada. Y todos los seres son imperfectos cuando se los compara con Dios, que es la Perfección. Qué es el más santo de los santos al lado de Dios. Entretanto, el conjunto de los seres creados, la Creación, «es formada de seres imperfectos, cuya suma resulta en un universo perfecto», según la interpretación que hace Monseñor João Clá de ese texto de De Veritate.

842_T_f939d97d5.jpgEl universo, la Creación en su conjunto, es una obra perfecta de Dios. Entonces cuando Santo Tomás habla del «orden del Universo», se refiere a la perfección del conjunto de los seres creados considerados en su unidad, su variedad, su armonía, en su proporcionalidad, en su jerarquía, en su continuidad, en su simetría, en sus procesos, en fin, en toda la disposición estática y dinámica en la cuál Dios los creó y colocó, y en la que se refleja Él de forma perfecta.

Bueno, ¿y cómo es que ese orden puede ‘entrar’ en el alma? Primero digamos algo. Es que entre los seres visibles, el único que no está ‘tranquilo’ con lo que es, es el hombre. El hombre quiere siempre algo más, tiene siempre sed de otra cosa que no posee, busca constantemente algo nuevo para su alma. Busca el Absoluto, ansía a Dios. Y es justamente el hombre, según afirma Mons. Clà, quien «en cuanto criatura racional, por la contemplación del orden del Universo, puede y debe resumir en sí ese orden y perfección», según la vía que a continuación señala Santo Tomás de Aquino:

«Para remediar esa imperfección [v.gr.: del hombre] de algún modo, se encuentra otro tipo de perfección en las cosas creadas. Ella consiste en esto: que la perfección de una cosa se encuentre en otra. Esta es la perfección del cognoscente en cuanto él conoce, porque, según eso, siendo conocido de algún modo por el cognoscente, lo conocido se hace presente en él de algún modo. Por eso, como es dicho en De Anima III, el alma es, de cierto modo, todas las cosas, pues su naturaleza es tal que puede conocer todas las cosas. En este sentido es posible que la perfección del universo exista en una sola cosa. Así, la más elevada perfección alcanzable por un alma, de acuerdo con los filósofos, consiste en tener reproducida en ella todo el orden del Universo y sus causas» (De Veritate, q. 2, a. 2).

6809_T_1f38dd73.jpgEntonces, Santo Tomás convoca a un ejercicio de conocimiento del universo, no a un mero entrenamiento de conocimiento conceptual, sino de todo tipo de conocimiento, sensible, existencial, e intelectual también, un ejercicio de conocimiento completo que podemos resumir en la palabra contemplación. Para ser super-santo hay que ser super-contemplativo, de todo el Orden del Universo, que así ‘penetra’ en el alma. Las leyes que se manifiestan en el universo, las leyes de Dios, se hacen uno con el alma contemplativa. Y es este un ejercicio no meramente natural sino también sobrenatural.

Es, por lo demás, lo que siempre afirmó Plinio Côrrea de Oliveira, por ejemplo en lo que se llamó su Simposio del Sagrado Corazón: La Bondad resulta de ese ejercicio contemplativo flexible -diferente a ciertos ‘reumatismos’ ‘monoprismáticos’ de algunas almas- que ve lo grande y lo admira y se expande en su visión; ve lo mediano y se congratula con aquella acogida serena que lo mediano dispensa; y ve lo pequeño y se encanta con la delicadeza de un Dios que creó hasta lo ínfimo, y en lo ínfimo también expresa su finura, y le otorga también a lo pequeño un lugar en su universo. Y cuando el hombre admira desinteresado la unión armónica de lo grande, lo mediano y lo pequeño, ahí su alma exhala un júbilo de exclamación, que dice: «¡Oh Dios!, cómo manifiestas magníficamente tu Belleza en la belleza del conjunto de los seres, cómo eres bueno al crear lo grande, lo mediano y lo pequeño, al crear el conjunto, yo te amo en el conjunto, y te amo en la grandeza, en la medianía y en la pequeñez». «Cómo es imponente el águila, cómo es simpática la gaviota, como es pintoresco y hasta tierno un pollito: como es armonioso el ‘reino’ aviar». Ahí el hombre es bueno.

Ahí el hombre es santo, en la contemplación constante y admirativa de Dios en la estética del Orden del Universo.

Por Saúl Castiblanco

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