Redacción (Miércoles, 29-05-2019, Gaudium Press) Influenciados por una extendida iconografía piadosa, los hombres tenemos tendencia a imaginar el paraíso como un lugar de delicias naturales y sobrenaturales un tanto extático, concepción que no es real.
De tal manera que si nuestros primeros padres no hubieran pecado, la vida en el paraíso de Adán, Eva y descendientes seguiría siendo pasear desnudos, contemplar un atardecer, comer la fruta de un árbol y vivir así hasta que dichosos volasen al cielo eterno.
Entretanto, afirmaba Plinio Corrêa de Oliveira que esta concepción no deja de ser primitiva, pues allí en el paraíso, sino no hubieran escuchado a la sibilina serpiente, se hubiese desarrollado una cultura y una civilización magníficas, preparatorias insuperables de la vida en el cielo empíreo y en el cielo visión beatífica.
Si los siglos posteriores construyeron magnificencias como los jardines y las babilonias, los Atenas, los areópagos y los coliseos, es tonto imaginar que los hombres sin pecado original no hubiesen construido las más magníficas ciudades, no hubiesen desarrollado la más elevada literatura, una música sin par, etc. Adán y sus descendientes hubiesen empleado su naturaleza perfecta, y sus muchos dones preternaturales y sobrenaturales en construir la más magnífica civilización. Por ahí podemos comprender aún mejor lo terrible de la caída de Adán, y sus terribles consecuencias.
Entretanto Dios no deja que el demonio frustre sus planes, y cuando en apariencia lo permite, es porque tiene reservado un plan mejor, lo que el Dr. Plinio llamaba el plan A + A. Y Dios sigue queriendo que en esta tierra los hombres construyan una sociedad magnífica que sea preludio del cielo, Dios quiere que los hombres sean maestros unos de los otros en la enseñanza de la santidad, y en el práctica de la santidad.
Y por eso creó la Iglesia Católica Apostólica Romana. Cuando el demonio también creyó que podía cantar victoria, que había tomado cuenta del pueblo elegido, haciendo que sus sacerdotes se preocupasen más del dinero y del prestigio que del culto de Dios, haciendo de sus reyes verdaderos tiranos, y haciendo que se matasen los profetas, e incluso el Gran Profeta, Dios muere, resucita y crea la Iglesia Católica, que termina tomando cuenta del mundo civilizado de entonces, y funda la civilización cristiana que alcanza su apogeo con la Edad Media.
Hoy, estamos en una situación similar.
Una sociedad en gran medida disoluta, una crisis en la Iglesia muy grande, una corrupción que ha llegado hasta el santuario. Pero también muchos fieles en los que la fe brilla y la gracia brilla con especial fulgor.
La gracia que Dios dio al mundo con la encarnación del Verbo, a través de los sacramentos de la Iglesia, de sus sacramentales, de su liturgia, no había existido en el paraíso terrenal. Y allí ella está, ese es el pla A + A de Dios. Pues bien, debemos esperar con toda confianza, que esa gracia brillará aún más en estos tiempos de penumbra, y que por una acción similar a la de Pentecostés, termine construyendo lo que San Luis de Montfort llamaba el Reino de María, una época en que los santos serán mucho más grandes que los anteriores, ciudadela cristiana magnífica en la que se realizaría lo pedido en el Padrenuestro, es decir, será hecha la voluntad del Padre aquí en la Tierra como en el Cielo.
Confianza, pues, que estamos a la espera del plan A + A de Dios, momento en el que como dijo la Virgen «Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará».
Por Saúl Castiblanco
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