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Redacción (Viernes, 09-09-2011, Gaudium Press) Las virtudes están divididas en tres esferas: Las humanas, las cardinales y las teologales.
Las virtudes humanas son disposiciones habituales de la inteligencia y la voluntad que modelan nuestros actos. Regulan ordenadamente, guiadas por la razón y la Fe, nuestras inclinaciones a lo malo, facilitándonos así una vida en conformidad con la finalidad de todo hombre. Proporcionan al ser humano la convivencia íntima con el amor divino (CEC 1804).
Las Cardinales son aquellas que tienen la función de eje o bisagra.
Cuatro virtudes tienen un papel de «bisagra» (que, en latín, se dice «cardo, cardinis»). Por esta razón son llamadas «cardinales»: todas las otras se agrupan en torno a ellas. Son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza (CEC 1805).
Las Teologales son aquellas que tienen relación directamente con Dios. Tales virtudes tienen como origen, motivo y objeto, al propio Dios, que las utiliza como medios por los cuales, adaptando las capacidades del actuar humano, nos hace participar de Su Naturaleza y herederos de la vida eterna (CEC 1812-1813). Son ellas la Fe, la Esperanza y la Caridad.
Por P. Erick Maria Marchel
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