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El Alma Separada del Cuerpo – I Parte

Redacción (Jueves, 22-09-2011, Gaudium Press)

Basado en Santo Tomás, el articulista describe en un lenguaje asequible la propiedades y características de la operación del alma humana, cuando esta se encuentra separada del cuerpo después de la muerte:

Introducción

Conforme la doctrina hilemórfica de Aristóteles, el cuerpo es hecho para el alma, pues «no es la forma que está ordenada a la materia; antes, lo contrario». Y siendo el alma «la forma específica de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia» (De Anima, libro II, cap. 1.), debemos comprender a partir del alma la razón de ser del cuerpo.

Entretanto, estando el alma del hombre colocada «en el ínfimo grado de las substancias espirituales», pues a diferencia de los ángeles no posee el conocimiento innato de la verdad, deparamos ante la necesidad del cuerpo para la operación propia de alma intelectiva, que es conocer: es de la variedad de seres percibidos por los sentidos que el hombre extrae la verdad.

ame.jpgEl papel de los sentidos internos, por ejemplo, es fundamental. Santo Tomás nos dice a este respecto: «para que el intelecto conozca en acto […] exige el acto de la imaginación y las otras potencias». Y cita un ejemplo: «cuando por una lesión orgánica se encuentra impedido el acto de la imaginación, en el caso de los dementes, e igualmente impedido el acto de la memoria, en el caso de los letárgicos, el hombre queda impedido de conocer hasta las cosas de las cuales ya tuviera noticia». De este modo, el alma humana queda imposibilitada de conocer cuánto los sentidos se tornan impedidos. Por la muerte, los sentidos tanto externos cuanto internos cesan. Pero según Santo Tomás, el alma es incorruptible e incluso separada del cuerpo, ella no cesa de conocer.

Es sabido que después de la muerte, la inteligencia subsiste y pasa a tener un modo de ejercer bastante diferente del modo de aquí de la Tierra, pues que ella es llamada a contemplar en su esencia las realidades inmateriales en Dios. Le conviene así conocer viendo lo que de sí es inteligible, de la misma manera que las substancias separadas. Dios infunde especies en el alma de la misma manera que lo hace con los ángeles. El alma tiene parte en ellas, aunque de modo menos elevado. Por medio de estas especies el alma conoce lo que le conviene de manera directa e intuitiva. Este conocimiento sobrepasa en calidad y seguridad todo lo que existe en la Tierra, tanto por causa de la superioridad de la luz divina, como por causa de la ausencia de posibilidad de error oriunda de los fantasmas de la imaginación.

Para ilustrar esto, imaginemos alguien que, en virtud de accidente, pierde los ojos. Dejará inmediatamente de ver. Entretanto, la capacidad virtual de poder ver, en él subsiste. Y subsiste en el alma, no en el cuerpo, obviamente. Si por algún prodigio de la medicina, se le pudiera restaurar la vista, pasará nuevamente a ver, pues la potencia virtual de la vista reencontrará el elemento corporal que le permite ejercerse, que son los ojos.

Una dificultad surge, sin embargo, a este respecto.

Según Santo Tomás, es propio de la inteligencia humana conocer las realidades espirituales a partir de sus imágenes sensibles. No es esta inteligencia, entretanto, de la misma naturaleza que la inteligencia de los ángeles, los cuales, no estando unidos naturalmente a un cuerpo, conocen directamente la esencia de las cosas por medio de las formas inteligibles infusas en el momento en que son creados. Ahora, Dios mueve cada naturaleza según su propio modo de ser. Así siendo, parece que la inteligencia humana conocerá siempre con base en imágenes.

Con todo, cuando se habla de la visión del Creador – al menos en lo que concierne esta visión directa y cara a cara que llamamos de visión beatífica -, es preciso rendirse a la evidencia de que ninguna imagen sensible puede permitir al hombre conocer su inteligibilidad. Dios se torna inteligible, sin el concurso de cualquier ser intermediario creado. Se trata de un modo nuevo de conocer dónde parece que el intelecto no tiene lugar.

Sin embargo, el presente artículo no tratará del problema epistemológico del alma separada. Nuestra problemática es otra: el de la condición del alma separada. Se trata de una aproximación acerca de aquello que Santo Tomás expuso en su Suma Teológica. En otras palabras, ¿cuáles las funciones que el alma en el estado de separación del cuerpo puede ejercer y qué influencias puede sufrir?

Las operaciones del alma separada

bibliotheque.jpgEl alma continua viva. La Iglesia ya condenó la hipótesis de la inconsciencia del alma después de la muerte. En la otra vida, antes de la resurrección, la vida del alma es parecida con la del ángel, aunque con diferencias características. El ángel, por ejemplo, se mueve «instantáneamente»; el hombre, no. El hombre no puede seguir el vuelo de su pensamiento, ni de su voluntad, como lo hace el espíritu angélico. Algo de eso, entretanto, puede hacer. Por concesión de Dios también.

Actividades que requieran las potencias sensitivas externas (cuerpo), no las puede tener el alma separada del cuerpo. Con la muerte, el alma solo conserva en raíz, virtualmente, las potencias sensitivas, pues obran a partir de su cuerpo (sentidos). Por ejemplo, no podrá conocer más un árbol concreto ya visto en su peregrinación terrenal o todavía, conocerlo después. Solo puede tener noción de la idea universal de árbol (aplicable, por tanto, a todos los árboles del mundo).

Otro aspecto, entretanto, es en lo referente a la actividad espiritual, o funcionamiento psicológico, que veremos a seguir.
El alma separada del cuerpo conserva todos los conocimientos intelectuales adquiridos anteriormente durante su vida en este mundo. Se ve y se conoce a sí misma de modo perfecto. Conocimiento que se da con alegría superabundante para las almas justas. Conoce perfectamente a las demás almas separadas, lo que le era vedado como unida a su cuerpo. Todo por conocimiento natural. Conoce también a los ángeles, sin embargo, no por conocerlos por alguna especie inteligible abstracta, pues ellos son superiores (pero «simples»). El conocimiento que el alma tiene de los ángeles le adviene, sí, del conocimiento de semejanzas impresas en el alma por Dios, accesibles a las almas separadas. En virtud de las especies inteligibles infundidas naturalmente por Dios, tienen las almas separadas un conocimiento natural, aunque imperfecto y general, de todas las cosas naturales. Esto trae un aumento enorme de lo que se podría llamar de las ciencias naturales del alma separada.

En virtud de estas mismas especies naturales infundidas por Dios, puede el alma separada conocer un enorme número de cosas. No todas, sino aquellas con las cuales tenga determinado relacionamiento, ya sea por tener de ellas conocimiento anterior (ciencia), por afecto (amigo, pariente), sea por inclinación natural (semejanza de vocación) etc. Todo, por determinación divina.

Todo el conjunto de estos conocimientos proporciona al alma separada, además de las ideas infundidas por Dios, una elevadísima idea de Dios como Autor del orden natural, pues gran número de perfecciones divinas se refleja en la propia substancia de las almas separadas, más allá de las demás cosas que conoce naturalmente por infusión divina.

Todos estos conocimientos dicen respecto tanto a las almas de los justos, cuanto a la de los condenados. Ninguno de ellos transciende al orden puramente natural (en aquel estado), siendo algo que pide y exige psicológicamente el estado propio de la separación. Para las almas buenas será motivo de regocijo; para las otras, ocasiones suplementares de tormentos y decepciones.

Basándose en la afirmación de San Jerónimo: «Aprendamos en la tierra aquello cuyo conocimiento persevere en nosotros hasta el cielo», Santo Tomás declara que la ciencia, en la medida en que está en el intelecto (y él demuestra que está principalmente en él), permanece en el alma separada.

En este punto, hay una dificultad levantada por Santo Tomás:

Algunos hombres menos buenos en este mundo poseen la ciencia, mientras otros más virtuosos son de ella privados. Si el hábito de la ciencia permaneciese en el alma aún después de la muerte, resultaría que algunos menos buenos serían en la vida futura superiores a otros más virtuosos, lo que parece inadmisible.

Y responde: «Puede ser, así como podrá haber malos de estatura mayor que buenos; pero, continua él, eso casi no tiene importancia, en comparación con las otras prerrogativas que los más virtuosos tendrán…»

Por Guy de Ridder

(Mañana II Parte: ¿Pueden las almas separadas del cuerpo conocer lo que pasa en la Tierra? – Cómo se relacionan las almas separadas)

 

 

 

 

 

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